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miércoles, 30 de diciembre de 2009

5 AÑOS Y NO NOS CANSAMOS DE LLORAR POR MILAGROS

miércoles, 9 de diciembre de 2009

sábado, 7 de noviembre de 2009

Historia Social General: Teorico 21"La violencia nazi"

La guillotina y la muerte en serie.
Detrás del espectáculo y de la fiesta de la masacre, la guillotina oculta el inicio de un giro histórico por el cual la revolución industrial entra en el campo de la pena capital. La ejecución mecanizada, serializada, dejará pronto de ser un espectáculo, una ceremonia del sufrimiento, para convertirse en un procedimiento técnico del asesinato en cadena, impersonal, eficaz, silencioso y rápido. El resultado final será la deshumanización de la muerte. Los hombres, desplazados del género humano, fueron exterminados como animales a partir de entonces.
La historia de la guillotina refleja de modo paradigmático la dialéctica de la razón. Al final de un largo debate de la sociedad en el cual el cuerpo médico había tenido un papel destacado, la guillotina llega para coronar la lucha de los filósofos contra la inhumanidad de la tortura. Durante siglos, las monarquías y la iglesia habían desplegado sus esfuerzos para hacer más sofisticados los aparatos de tortura y aumentar así los sufrimientos de los torturados. Dado que la guillotina lograba condensar la ejecución en un instante y eliminar casi por completo el sufrimiento, se la aceptó como un progreso de la humanidad y la razón.
La guillotina revela el abismo de una muerte sin aura. Es el fin de la muerte espectáculo, de la actuación realizada por el artista-verdugo, de la representación única y sagrada del terror; del inicio de la era de las masacres modernas, en las que la ejecución indirecta, cumplida técnicamente, elimina el horror de la violencia visible y abre camino a la multiplicación infinita. Las cámaras de gas son la aplicación de este principio en la época del capitalismo industrial. Con la deshumanización técnica de la muerte, los crímenes más inhumanos serán crímenes “sin hombres”.

La prisión y la disciplina de los cuerpos.
Muchos historiadores analizaron el proceso por el que, a lo largo del s. XIX surge la institución carcelaria como lugar cerrado, laboratorio de una “técnica de coerción de los individuos”. Durante la primera mitad del s. XIX, Gran Bretaña se dotó de una amplia red de “casas de trabajo” en las que se internó a centenares de miles de personas. Las fábricas, alrededor de las cuales se levantaron ciudades nuevas, conocieron un desarrollo impresionante. Cárceles, cuarteles, fábricas, todos estos lugares estaban regidos por el mismo principio de encierro, la disciplina del tiempo y de los cuerpos, la división racional y la mecanización del trabajo, la jerarquía social, la sumisión de los cuerpos por las máquinas. Ninguna de estas instituciones sociales muestra las huellas de la degradación del trabajo y del cuerpo inherente al capitalismo.
Marx y Engels vincularon la disciplina de la fábrica capitalista con la del ejército y la del obrero con la del soldado. Al principio del capitalismo “masas de obreros se amontonan en las fábricas donde se los organiza como si fueran soldados; simples soldados de la industria ubicados bajo la supervisión de suboficiales y oficiales”. El proyecto panóptico de Bentham aparece como el signo que anunciaba un nuevo sistema de control social y de disciplina de los cuerpos, concebido como un modelo de transparencia represiva válido para el conjunto de la sociedad. Este sistema era útil tanto para las fábricas y escuelas. El dispositivo panóptico pretendía ser, al mismo tiempo, lugar de producción y lugar de disciplina de los cuerpos y las mentes para someterlos a los nuevos dioses mecánicos de la economía capitalista.
Este nuevo tipo de cárcel debía desarrollarse durante la primera fase del capitalismo industrial, cuando las clases trabajadoras se volvieran “clases peligrosas” y los establecimientos penitenciarios comenzaron a llenarse con una población heterogénea, compuesta de figuras sociales refractarias a los nuevos modelos disciplinarios. Por un lado, la resistencia al sistema fabril y la dislocación de las comunidades rurales habían producido un notable aumento de la marginalidad social, la “criminalidad” y, por ende, la población carcelaria; por el otro, el advenimiento de las máquinas habían hecho caer abruptamente la rentabilidad de los trabajos forzados.
Las cárceles conservaban la racionalidad autoritaria de la fábrica y del cuartel, pero modificando su función; el trabajo carcelario no se concebía más como fuente de beneficio sino como castigo y como método de tortura. Los detenidos estaban obligados a desplazar enormes piedras sin otro fin que regresarlas al punto de partida, o a accionar, durante largas jornadas, bombas que no hacían otra cosa que volver el agua a la fuente de origen. El reformador Pearson había elaborado un programa que apuntaba a desviar a las clases populares del crimen por medio del terror:
“Para domar a los animales más salvajes, los privamos de sueño; no hay criminal que no exprese repugnancia hacia la monotonía de una vida que lo obliga a dormir poco y al respeto de un horario establecido. Propongo que descanse en una cama dura, que se lo alimente con raciones mínimas de pan negro y agua, debiera llevar ropas de prisionero, gruesas y de colores desagradables…”

La consecuencia de la difusión de estas prácticas represivas fue un considerable aumento de la tasa de mortalidad en las cárceles, evidente en los registros de todos los países europeos. Las cárceles de principios del s. XIX, en las que el trabajo, a menudo sin finalidad productiva, se concebía exclusivamente con un objetivo de persecución y humillación, constituyen los antecedentes históricos del moderno sistema concentracionario. El elemento común entre estas cárceles y los campos de concentración nazi es la “violencia inútil”, control de equipo militar, castigos, ausencia total de libertad, uniforme, marca en los cuerpos, condiciones de vida inhumanas y humillación”. Existe una diferencia sustancial entre sus finalidades: el disciplinamiento en un caso, el aniquilamiento en el otro.

Digresión sobre el sistema concentracionario nazi.
Alemania se trasformó progresivamente en un sistema esclavista moderno que inyectó masivamente la fuerza de trabajo extranjera en la economía de la guerra. Las “fuerzas del trabajo” formaban un ejército variado, formado por civiles de los países ocupados, prisioneros de guerra y deportados. En abril de 1942, el nazismo decidió colocar el sistema de los campos de concentración con la tarea de hacer productivo el trabajo que hasta entonces sólo había sido punitivo y para disciplinar a los detenidos. En el interior de los campos de concentración, las SS empleaban las fuerza del trabajo y, de este modo, disponían de una numerosa mano de obra utilizable a discreción sumamente barata. Muchas grandes empresas instalaron sus talleres de producción en los campos y éstos se multiplicaron como hongos alrededor de las zonas industriales. En 1944 aproximadamente la mitad de los deportados de los campos de concentración trabajaba para la industria privada.
Los prisioneros de guerra y los deportados políticos y raciales estaban sometidos a condiciones de esclavitud moderna, lo que se podría llamar “taylorismo”. Según el paradigma taylorista la fuerza de trabajo estaba segmentada y jerarquizada en base a las diferentes funciones del proceso de producción y, como en la esclavitud, la alienación de los trabajadores era total. A diferencia de la esclavitud clásica, los deportados no constituían una mano de obra destinada a reproducirse, sino a consumirse hasta su agotamiento, en el marco de un auténtico exterminio a través del trabajo.
Toda existencia de los campos de concentración nazis estuvo marcada por una tensión constante entre trabajo y exterminio. Estos campos, que habían surgido como lugares punitivos y que luego, durante la guerra, fueron convertidos en centros de producción, se transformaron de facto en centros de exterminio por el trabajo. Esta contradicción, vinculada con el sistema policrático del poder nazi, se traducía, por un lado, en la racionalización totalitaria de la economía impulsada por Speer y, por el otro, en el orden racial establecido por Himmler.

La fábrica y la división del trabajo.
La guillotina marca el primer paso hacia la serialización de las prácticas de matar; Auschwitz constituye su epílogo industrial en el período fondista del capitalismo. La transición fue larga y tiene varias etapas intermedias. La más importante, durante la segunda mitad del s. XIX, fue sin duda la racionalización de los mataderos. Su desplazamiento hacia los suburbios se sumaba a la idea de la concentración y de la drástica reducción de su número. Este desplazamiento de los mataderos hacia fuera de los centros urbanos coincidía con su racionalización; comenzaban a funcionar como verdaderas fábricas. Allí se exterminaba a los animales en serie, según procedimientos estrictamente racionalizados. La matanza industrial trataba de ser masiva y anónima, técnica y, en la medida de lo posible, indolora, invisible e idealmente inexistente. En los campos de concentración nazis eran como mataderos en los que se mataban hombres desplazados del género humano como si fueran animales: un matadero para seres humanos.
Los campos de concentración funcionaban como fábricas de la muerte, lejos de la vista de la población civil; en ellos la producción y la eliminación industrial de cadáveres reemplazaban la producción de mercancías. Según los principios tayloristas, el sistema de matar se dividía en varias etapas: concentración, deportación, expoliación de los bienes de las víctimas, recuperación de ciertas partes del cuerpo, gaseado e incineración de los cadáveres; todo con el fin de aumentar el rendimiento.
Auschwitz presenta entonces afinidades esenciales con la fábrica, como lo indican de modo evidente su arquitectura, con sus chimeneas y sus barracas alineadas en columnas simétricas y su localización en medio de una zona industrial y de una importante red ferroviaria.
Como en una fábrica taylorista, la distribución de las tareas completaba la racionalización del tiempo. Un equipo disponía de algunos minutos para incinerar los cadáveres mientras que otro miembro controlaba que se respetara la cadencia.
Si bien la lógica de los campos de exterminio no era evidentemente la misma que la de una empresa capitalista, su funcionamiento adoptó la estructura y los métodos de la fábrica. En los campos de la muerte se operaba la “transformación de los hombres en materia prima”. La masacre industrial no se desarrollaba como una matanza de seres humanos en el sentido tradicional del término sino como una “producción de cadáveres”. Si bien una de las condiciones históricas del capitalismo moderno es la separación del trabajador de los medios de producción, el taylorismo introdujo una nueva etapa que consistió en disociar al obrero del control del proceso de trabajo; abrió de este modo el camino a la producción en serie del sistema fondista. El ideal de Taylor era un obrero descerebrado, privado de toda autonomía intelectual y apenas capaz de cumplir mecánicamente operaciones estandarizadas; según sus propias palabras, un “gorila amaestrado”.

La administración racional.
Como toda empresa, la fábrica productora de muerte contaba con una administración racional fundada en los principios del cálculo, especialización, segmentación de las tareas en una serie de operaciones parciales, aparentemente independientes pero coordinadas. Los agentes de este aparato burocrático no controlaban el proceso en su conjunto y cuando conocían su finalidad se justificaban diciendo que ellos no tenían responsabilidad alguna, que ejecutaban órdenes o que su función era limitada y parcial y que nada tenía que ver con lo criminal.
Weber consideró esta diferencia moral como un rasgo constitutivo de la moderna burocracia especializada y, por consiguiente, irremplazable pero separada de sus medios de trabajo y ajena a la finalidad de su acción.
La burocracia tuvo un papel irremplazable en el genocidio de los judíos en Europa. El proceso de exterminio halló en la burocracia su principal órgano de transmisión y ejecución. La burocracia organizó la aplicación de las leyes de Nuremberg, el censo de los judíos, las expropiaciones a los judíos en el marco de las medidas de “arianización” de la economía, las operaciones de guetización y luego de deportación, la gestión de los campos de concentración y de los centros de matanza.
Así, la burocracia fue el instrumento de la violencia nazi y este instrumento era un producto auténtico de lo que debe ser llamado el proceso de civilización: la sociogénesis del Estado, la racionalización administrativa, el monopolio estatal de los medios de dominación y de la violencia y el autocontrol de las pulsiones.

Historia Social General: Teorico 20 "El abismo económico"

¿Cómo funciona la economía capitalista (teoría de los ciclos) y qué previsibilidad había a partir de ello?
Es una teoría que dice que el capitalismo es cíclico respecto a sus períodos de crecimiento y estancamiento, esto quiere decir que tiene avances y retrocesos que se van repitiendo periódicamente con una determinada lógica que, por tanto, son predecibles. Los economistas teorizaron que hay ciclos largos y cortos, los primeros pueden durar décadas mientras que, a la vez, se producen pequeñas fluctuaciones de menor longitud.
Antes del comienzo de la Gran Depresión, varios economistas previeron que un colapso en los mercados era inminente. De todas maneras, años antes de la crisis la economía capitalista tenía una época de calma, donde el mercado tenía un constante crecimiento que hacía poco probable el pensamiento sobre una crisis a corto plazo.

¿Cuál era la imagen que Europa tenía de si misma y del sistema capitalista al finalizar la 1ra guerra? ¿Correspondía esta imagen con la realidad?
Después de la 1ra guerra mundial se pensó reconstruir la economía capitalista nuevamente pero con las ideas predominantes del siglo XIX. Ésta se basaba en el librecambio, donde la economía se autorregulaba y los diferentes Estados no intervenían en los mercados; también esa economía correspondía al mercado con las colonias (pero luego de la guerra, la mayoría de las colonias se independizaron, sin ir más lejos, Inglaterra dejó de ser un imperio al perder en ese momento casi todas sus colonias) y utilizando el oro como moneda patrón. Claro que luego del conflicto la situación mundial se modificó sustancialmente.

¿Cuáles fueron las causas del mal funcionamiento de la economía capitalista y cómo repercutió en el status quo?
El primer aspecto que podemos mencionar es la teoría económica que establecía la manera de operar de la economía capitalista. A partir de la crisis del ’30 se rompe la idea que había inaugurado Adam Smith donde la economía se manejaba sola y que, citando al economista, era “movida por una mano invisible”. Este era un mercado donde los Estados no debían intervenir en absoluto.
Estas ideas fueron rechazadas por los pensadores marxistas que abogaban por la intervención del estado en los asuntos comerciales. Claro que esta opinión no era tomada en cuenta hasta la crisis del ‘30, donde se demostró que tenían razón.
El otro punto a resaltar es la relación entre la oferta y la demanda. No había una demanda que creciera acorde a la oferta de la época, se produjo una sobreproducción de mercancías lo que provocó el colapso.

¿Cuáles fueron las consecuencias de la crisis económica del ‘30?
Se pueden nombrar varias consecuencias puntuales:
* Desocupación de los obreros: Para los hombres y mujeres que trabajaban a cambio de un salario, la consecuencia principal de la Gran Depresión fue el desempleo en una escala inimaginada y sin precedentes, y por mucho más tiempo del que nadie pudiera haber visto.
* El abandono del patrón oro: Este sistema fija el valor de una moneda de un país definido como una cantidad fija de oro.
* Implemento de medidas proteccionistas por el estado: Los países empiezan a intervenir en las economías abandonando la teoría económica del libre-cambio a través de distintas organizaciones para eso creadas. A su vez, empiezan a restringir cada vez más los volúmenes de las importaciones.
* Implemento de políticas sociales: Se refiere al “estado de bienestar” que es cuando el Estado asegura la protección social, entendida ésta como los derechos a la sanidad, vivienda, educación, servicios sociales, pensiones de jubilación y la protección del empleo o el empleado. Más exactamente se crearon “seguros de desempleo”.
* Canalizaciones políticas de la crisis por extrema izquierda y extrema derecha: En todos los continentes, diversos países se inclinaron a partidos socialistas pero el gran protagonista de la década entre guerras (y durante la 2da guerra mundial también) es el incremento de la extrema derecha, sin ir más lejos el fascismo en Italia o la Alemania Nazi (con el Nacional Socialismo) de la mano de Hitler. De todas formas, en varios países como EE. UU, las políticas sociales tienen la intención de contener el descontento social y, por ende, detener cualquier posible estallido revolucionario.
La búsqueda de pleno empleo ha sido un objetivo central de las políticas macroeconómicas keynesianas, que consideran que el Estado debe intervenir activamente para procurarlo ante las supuestas fallas del mercado, especialmente ante la falta de inversión.

Historia Social General: Teorico 18"La revolucion rusa, de Lenin a Stalin"

Octubre de 1917
La revolución rusa de 1917 constituye un punto decisivo en la historia. Representó el primer desafío abierto al sistema capitalista, que había alcanzado su cúspide en Europa a finales del S. XIX. La guerra había inflingido un golpe mortal al orden capitalista internacional tal y como éste había existido antes de 1914, y había revelado su inestabilidad intrínseca.
La imponente fachada de la autocracia zarista encubría una economía rural estancada, que había hecho pocos avances sustanciales desde la emancipación de los siervos, y un campesinado hambriento e inquieto. A partir de 1890, la industrialización comenzó a irrumpir de forma importante en la primitiva economía rusa; y el desarrollo de una clase industrial y financiera de influencia y riqueza crecientes, fuertemente dependiente del capital extranjero, potenció la infiltración de algunas ideas liberales occidentales, que encontraron su más completa expresión en el partido Cadete. Pero este proceso se vio acompañado por el crecimiento de un proletariado de obreros fabriles y por los primeros síntomas de conflictividad proletaria.
La primera revolución rusa de 1905 tuvo un carácter mixto. Fue una revuelta de los liberales y constitucionalistas burgueses contra la autocracia arbitraria y anticuada. Fue una revuelta obrera, desatada por la atrocidad del “domingo sangriento”, y que condujo la elección del primer soviet de diputados obreros en Petersburgo. Fue una extensa revuelta campesina, espontánea y carente de coordinación. Los mismos factores inspiraron la revolución de febrero de 1917, pero esta vez reforzados y dominados por el cansancio de la guerra y por el descontento general respecto a la forma en que ésta era dirigida. La abdicación del zar era lo único que podía detener la marea de revueltas. La autocracia fue reemplazada por un Gobierno provisional basado en la autoridad de la Duma. Al lado del gobierno provisional se reconstituyó el soviet de Petrogrado según el modelo de 1905.
El soviet era en cierto sentido un rival del gobierno provisional establecido por los partidos constitucionales de la antigua Duma; la expresión “doble poder” fue acuñada para describir esta ambigua situación. El esquema histórico de Marx postulaba dos revoluciones distintas y sucesivas, la burguesa y la socialista. Los miembros del soviet se contentaban con reconocer en los acontecimientos de febrero la revolución burguesa rusa que establecería un régimen democrático-burgués según el modelo occidental, y posponían la revolución socialista a una fecha indeterminada.
La dramática llegada de Lenin a Petrogrado a comienzos de abril hizo añicos este precario compromiso. El movimiento popular estaba inspirado por una ola de inmenso entusiasmo y por visiones utópicas de la emancipación de la humanidad de las cadenas de un poder remoto y despótico, y que no estaba interesado en los principios occidentales de la democracia parlamentaria y constitucional proclamados por el gobierno provisional. Por toda Rusia se extendieron los soviets locales de obreros y campesinos. Los comités obreros de fábrica se atribuyeron el ejercicio exclusivo de la autoridad en su campo. Los campesinos se apoderaron de la tierra y la repartieron entre ellos. En el frente, los ejércitos abandonaron las duras imposiciones de la disciplina militar y lentamente comenzaron a desintegrarse.
El gobierno provisional y los soviets no eran aliados, sino antagonistas que representaban a clases diferentes. El objetivo a la vista no era una república parlamentaria, sino una “república de los soviets de diputados obreros y campesinos”. Como primer paso los soviets se harían cargo del control de la producción social y la distribución. Mientras el prestigio y la autoridad del gobierno provisional se desvanecían, la influencia de los bolcheviques en las fábricas y en el ejército crecía rápidamente; y en julio el gobierno provisional decidió proceder contra ellos bajo la acusación de que realizaban propaganda subversiva en el ejército y actuaban como agentes alemanes. Varios dirigentes fueron detenidos y Lenin huyó a Finlandia.
Fue durante la retirada forzosa de la escena de la acción cuando Lenin escribió uno de sus más famosos escritos: “El estado y la revolución”. Este no sólo había predicado la destrucción de Estado burgués por la revolución proletaria, sino que había previsto el progresivo debilitamiento y la extinción final del estado. El estado ha sido siempre un instrumento de dominación y opresión de clase. La sociedad comunista sin clases y la existencia del estado son incompatibles.
En septiembre, tras el abortado intento de toma del poder del general Kornilov, los bolcheviques obtuvieron la mayoría en los soviets. Lenin regresó en octubre a Rusia y organizó la inmediata toma del poder. El 25 de octubre la guardia roja tomó posiciones estratégicas en la ciudad y avanzó sobre el palacio de invierno. Fue un golpe sin sangre. El gobierno provisional se vino abajo sin resistencia.
La fecha del golpe había sido fijada para coincidir con el 2do congreso de los soviets. Los bolcheviques tuvieron la mayoría y asumieron la dirección del acto. El congreso disolvió el gobierno provisional, pasó la autoridad a los soviets y proclamó varios decretos, entre ellos:
*El comienzo de las negociaciones en pro de una paz justa y democrática.
*La propiedad de los terratenientes era abolida sin compensación. La propiedad de la tierra quedaba abolida a perpetuidad.
La primera consecuencia de la revolución que afectó al mundo occidental fue la retirada de la guerra y la deserción del campo aliado en el desesperado clímax de su lucha con Alemania. Cuando esa traición vino seguida por medidas como el repudio de las deudas de anteriores gobiernos rusos y la expropiación de los terratenientes y propietarios de fábricas, y cuando la revolución se presentó a sí misma como primera etapa de una revolución destinada a extenderse por Europa y por el mundo, se reveló como un ataque fundamental al conjunto de la sociedad capitalista occidental.

Los dos mundos.
El primer acto constitucional que dio una denominación territorial al Gobierno obrero y Campesino fue la Declaración de Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado, aprobada en enero de 1918. Se proclamaba en ella que Rusia era una República de los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos, a lo cual se añadía que “la república soviética rusa se funda sobre la base de la libre unión de naciones libres, como federación de repúblicas nacionales soviéticas”. La forma de las palabras preservaba las intenciones internacionales del régimen revolucionario. La revolución era esencialmente internacional; implicaba la sustitución de la guerra entre potencias rivales por la guerra de clases. Pero la promoción de la revolución mundial era también una primera necesidad para el régimen soviético en lucha. Era la única arma de la que disponían los bolcheviques frente a las potencias imperialistas en orden de batalla; y sin una revolución, al menos en los principales países beligerantes, el régimen difícilmente podía esperar sobrevivir. No se podía hacer ninguna distinción entre los dos campos beligerantes; ambos eran igualmente abanderados del orden capitalista que la revolución trataba de destruir.
Uno de los primeros actos del nuevo gobierno fue concluir un armisticio con el gobierno imperial alemán y pedir paz. Dicha paz se logró a costas de abandonar Ucrania y otras zonas extensas del antiguo territorio ruso.
Las lecciones de la impotencia militar fueron aprendidas por los dirigentes bolcheviques. En 1918 nació el ejército rojo. Pero en principio era un ejército sin entrenamiento. Trotsky (comisario del pueblo para la guerra) respondió a esta situación reclutando soldados profesionales del antiguo ejército zarista. Esta medida ofreció excelentes resultados.
De todas maneras no puso fin a varios peligros que acechaban al régimen, ahora desplazado desde Petrogrado a Moscú. En diferentes partes del país comenzaron a reunirse fuerzas militares hostiles de rusos “blancos”. El ejército alemán continuaba ocupando Ucrania. Los gobiernos occidentales de Francia, Norteamérica e Inglaterra ocuparon territorio al norte del país. En abril de 1918 el gobierno japonés desembarcó tropas en territorio ruso seguida por destacamentos ingleses y norteamericanos.
El colapso de Alemania, y el armisticio del 11 de noviembre de 1918, dieron un nuevo giro a la situación. La incipiente situación revolucionaria en Berlín durante los dos meses que siguieron al armisticio, el éxito de los golpes revolucionarios en Baviera y Hungría, unos meses más tardes, así como los disturbios en Inglaterra, Francia e Italia, condujeron a los dirigentes bolcheviques a la creencia de que la tan esperada revolución europea estaba madurando. Pero estos acontecimientos intensificaron el temor y el odio de los gobiernos occidentales ante el régimen revolucionario. Así, se amplió el apoyo a los ejércitos rivales a los bolcheviques en Rusia pero con complicaciones ya que los ejércitos cansados por la guerra estaban reacios a continuar la lucha.
Este retroceso no modificó en nada las intenciones hostiles de los aliados occidentales, que trataron de compensar la retirada de las tropas mediante un aumento en el envío de misiones militares, y mediante el apoyo verbal a los diversos “gobiernos” rusos en principios enfrentados a los bolcheviques.
La guerra civil solidificó el estereotipo de dos mundos enfrentados en una contradicción irreconciliable: el mundo capitalista y el mundo de la revolución dedicado a su derrocamiento. Tras el colapso de la potencia alemana en 1918, la Europa central se convirtió por poco tiempo en el objetivo que ambos mundos se disputaban.
A comienzos de marzo de 1919 se reunieron en Moscú más de 50 comunistas y simpatizantes, de los cuales 35 representaban a partidos y grupos comunistas o próximos a ellos de 19 países; muchos de éstos eran pequeños países que habían formado parte del imperio ruso y a los que ahora se reconocía como repúblicas soviéticas. El congreso, auto-constituyéndose en primer congreso de la Internacional Comunista, votó un manifiesto en el que se trataba el declinar del capitalismo y el avance del comunismo desde el Manifiesto Comunista; una tesis preparadas por Lenin en las que se denunciaba la democracia burguesa, se proclamaba la dictadura del proletariado y se ridiculizaban los intentos de revivir la desacreditada II internacional; y, finalmente, una típica llamada a los trabajadores del mundo a presionar sobre sus gobiernos para poner fin a la intervención militar en Rusia y reconocer al régimen soviético.
El resto de 1919 fue un período de guerra civil, intervención de los aliados y aislamiento soviético. Un breve respiro se produjo tras el colapso de los ejércitos blancos.
En el resto de Europa, si bien los trabajadores seguían mostrando simpatía y entusiasmo hacia la revolución rusa, no mostraban prisas por izar la bandera de la revolución en sus propios países.
El campesinado ruso que había suministrado el material humano del ejército rojo, si bien había defendido tenazmente la causa revolucionaria en su patria, no estaba dispuesto a pelear para llevar la revolución a otros países. El campesino no soportaría penalidades prolongadas en nombre de una revolución internacional. Las visiones de una revolución internacional habían venido fomentadas por la traumática experiencia de la guerra civil. Superada ésta, el objetivo de una revolución internacional fue relegado a un fututo más distante. La seguridad y la estabilidad eran las supremas necesidades del momento. En este estado de ánimo, a la vez que se introducía la NEP, se dieron pasos para regularizar las relaciones soviéticas con el mundo no soviético.

El comunismo de guerra.
La hostilidad del mundo exterior fue tan sólo uno de los peligros a los que se enfrentaron los bolcheviques tras su toma del poder. En Petrogrado la revolución se realizó sin sangre; pero en Moscú hubo fuertes combates entre unidades bolcheviques y cadetes militares leales al gobierno provisional. Los partidos políticos desplazados comenzaron a organizarse contra la autoridad de los soviets. Las comunicaciones quedaron interrumpidas por una huelga de los trabajadores del ferrocarril, cuyo sindicato lo controlaban los mencheviques. Se desorganizaron los servicios administrativos; y las condiciones anárquicas fueron aprovechadas por individuos sociales para realizar motines y saqueos. Seis semanas después de la revolución, un decreto del gobierno creó la comisión extraordinaria panrusa para combatir la contrarrevolución y el sabotaje. En abril de 1918 fueron arrestados en Moscú varios cientos de anarquistas. El “terror rojo” y el “terror blanco” pasaron a formar parte del vocabulario político.
Estas desesperadas condiciones se reflejaban en el total desorden de la economía. Durante la guerra, la producción se había visto paralizada y distorsionada por las necesidades militares, y por la ausencia de los trabajadores agrícolas e industriales que se encontraban en el frente. La misma revolución, y los estragos de la guerra civil, completaron el cuadro de desintegración económica, social y financiera. Los bolcheviques, que todavía tenían poco poder en el campo, habían adoptado para la agricultura el programa de los socialistas revolucionarias y proclamado la “socialización” de la tierra y su distribución igualitaria entre quienes la cultivaban. Lo que sucedió, de hecho, fue que los campesinos tomaron y distribuyeron entre ellos las fincas, grandes y pequeñas, de la nobleza terrateniente y las posesiones de los campesinos acomodados que habían sido autorizados a acumular tierra. Ninguna de estas medidas detuvo la caída de la producción. En el campo financiero se nacionalizaron los bancos y se repudiaron las deudas exteriores.
Después las amenazantes tormentas de la guerra civil y el colapso económico condujeron al gobierno a las drásticas medidas que más tarde se conocerían como “comunismo de guerra”. La comida era la primera prioridad. En mayo surgió la consigna de organizar destacamentos de alimentación para marchar al campo y recaudar grano del campo. La acción espontánea de los campesinos durante el primer año de la revolución se tradujo en la división de la tierra entre una multiplicidad de pequeños cultivadores que vivían al nivel de subsistencia: un incremento en el número y una disminución en el tamaño de las unidades agrícolas que no contribuyó en nada a la eficiencia de la agricultura o al suministro de alimentos a las ciudades, ya que era más probable que el pequeño agricultor consumiera para sus propias necesidades lo que el mismo producía.
El gobierno soviético, los soviets provinciales o locales, o al veces las empresas industriales crearon “granjas soviéticas” con el propósito específico de proporcionar alimento para los hambrientos trabajadores de las ciudades y las fábricas; empleaban trabajadores asalariados. Pero hicieron pocos progresos frente a la resistencia de los campesinos, que veían en esas granjas un regreso a las grandes propiedades agrícolas que habían sido parceladas por la revolución, especialmente cuando, como sucedía a menudo, se establecían en propiedades confiscadas y empleaban administradores procedentes del antiguo régimen.
Se puede decir que el comunismo de guerra empezó en la industria con un decreto que nacionalizaba todas las categorías importantes de la industria. Este parece haber sido inspirado en parte por la reciente amenaza de la guerra civil y en parte por el deseo de impedir la toma espontánea de las fábricas por los obreros. Las caóticas condiciones exigían urgentemente un control centralizado que puede haber agravado el caos en algunas ocasiones. El nuevo régimen disponía en escaso grado de las habilidades y técnicas requeridas por la producción industrial. En la práctica, la industria continuaba siendo manejada a todos los niveles por quienes habían trabajado en ella antes de la revolución, y que ahora dirigían los “centros” y los campos comunistas. La producción industrial se vio cada vez más dominada, sin embargo, por las urgencias de la guerra civil. Las demandas del ejército rojo estaban por encima de todo. El esfuerzo tenía que concentrarse en unas pocas industrias esenciales, a expensas de las restantes.
Los problemas de distribución no eran menos graves. El objetivo anunciado en el programa del partido de sustituir el comercio privado por “un sistema de distribución de mercancías planificado a escala de todo el estado” era un ideal remoto. Los planes de establecer precios fijos y racionamiento en las ciudades se vieron abajo ante la escasez de suministros y la ausencia de cualquier administración eficiente. El comercio fluía, cuando fluía, por canales ilícitos.
La tarea primordial de la política económica era mantener aprovisionado al ejército rojo, y poca atención se podía prestar a las necesidades civiles. Fue el requisamiento generalizado de los excedentes de grano lo que fundamentalmente condujo a los campesinos a rebelarse contra los rigores del comunismo de guerra.
El comunismo de guerra tuvo importantes consecuencias para la organización del trabajo. La esperanza inicial de que el trabajo de los obreros se regularía mediante la autodisciplina voluntaria, pronto se vio frustrada. El “control obrero” sobre la producción, ejercido en cada fábrica por un comité de fábrica elegido, que había sido fomentado en el amanecer de la revolución y había desempeñado un papel en la toma del poder, se convirtió pronto en una receta de la anarquía.
Las urgencias de la guerra civil resucitaron y mantuvieron viva la oleada de entusiasmo que había generado la propia revolución, e hicieron aceptables las estrictas medidas de disciplina. En 1919, en el apogeo de la guerra civil, se introdujo el servicio militar obligatorio. En la misma época se instituyeron campos de trabajo para delincuentes condenados, y que serían empleados en trabajos bajo la dirección de instituciones soviéticas.
A comienzos de 1920 la crisis militar quedó superada. Pero dejó paso al problema igualmente grave del colapso económico casi total; y parecía lógico enfrentarse a estos problemas con las mismas formas de disciplina que habían traído la victoria en el campo de batalla. Para el trabajo en la retaguardia se habían reclutado mano de obra; y al terminar la lucha, las unidades militares fueron convertidas en “batallones de trabajo” para las necesarias tareas de reconstrucción.
En el partido hubo distintas ambivalentes actitudes ante el comunismo de guerra. Los primeros ocho meses de gobierno soviético habían quebrado el poder de los terratenientes y la burguesía, pero no habían hecho nacer todavía un orden económico socialista. Para muchos bolcheviques, el comunismo de guerra fue sólo una respuesta obligada a una situación de crisis. Este punto de vista ganó popularidad cuando terminó la guerra civil y las cargas del comunismo de guerra parecieron insoportables por más tiempo; y se convirtió en la línea aceptada cuando la revuelta campesina impuso finalmente la decisión de abandonar el comunismo de guerra a favor de la NEP.
Otros comunistas, por otra parte, celebraron las realizaciones del comunismo de guerra como un triunfo económico, un avance hacia el socialismo y el comunismo menos rápido de lo que hasta entonces se habían juzgado posible, pero con todo impresionante en ese sentido. La industria había sido nacionalizada, la devaluación del rublo podía ser descrita como un golpe a los capitalistas burgueses. Tras la guerra civil, la imagen utópica del comunismo de guerra chocó con las realidades de una situación económica desesperada de forma demasiado obvia para poder ser defendida seriamente. Pero en el partido muchas coincidencias se vieron perturbadas por su abandono; y las divergencias sobre el carácter del comunismo de guerra se repetirían bajo la forma de divergencias sobre el carácter y permanencia de la NEP.