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viernes, 4 de septiembre de 2009
domingo, 30 de agosto de 2009
Teorico 10 Historia Social General:"Clase, crisis y estado"
El Estado capitalista está destinado a intervenir profundamente en la economía pero no en el nivel de relaciones de mercado sino en el mismo seno de la producción.
Se trata de ver la relación que hay entre la estructura interna del Estado (en este caso la burocracia) y la lucha de clases. Se explica la burocracia según Lenin y Weber.
Estos autores estudiaron el aparato estatal y sus estudios muestran coincidencias en los temas tratados pero diferencias en las conclusiones finales. Entre muchas cosas se preguntan si las masas pueden gobernar y controlar el estado, qué se puede hacer ante la acumulación de poder por parte de la burocracia, etc.
RAZONAMIENTO DE WEBER.
La primera observación de este autor se basa en la incompetencia del parlamento alemán. Para cambiar este defecto era necesario, en un principio, lograr un parlamento más fuerte. Sus conclusiones se basan por las siguientes proposiciones:
Proposición 1:
Mientras crece el capitalismo y la complejidad de la sociedad aumenta, es necesario que el Estado logre precisión, rapidez, subordinación absoluta, etc. Una administración racional es necesaria y esto conlleva a la BUROCRATIZACIÓN del aparato estatal.
Proposición 2:
Al crecer la burocracia, el poder de los burócratas aumenta a comparación de las organizaciones no burocráticas. Esto trae características en la organización burocrática que posibilitan su permanencia en el poder:
a) Eficacia práctica y dependencia burocrática.
b) El conocimiento técnico especializado usado por burócratas.
c) Secretos administrativos: sólo los burócratas saben el mecanismo que tiene el estado y esto debilita a aquellos que no lo saben, o sea, a la clase dominada.
Con más poder en los burócratas el pueblo tiene menos posibilidades de controlarlos. Sin embargo, es necesario un control sobre éstos mediante el implemento de instituciones reguladoras.
Proposición 3:
Si la cúspide administrativa pertenece a los burócratas, o sea, ellos tienen la capacidad de elegirse sin el consentimiento del pueblo, se tiende a la “irresponsabilidad e ineficacia” y la “influencia capitalista sobre el funcionamiento estatal”.
Weber piensa que hay que cambiar dos aspectos de los burócratas:
a) Hacer política siempre es lucha: se lucha por los fines y por el poder necesario para lograrlos. El problema es que el burócrata no tiene la capacidad para hacer política. “Hacer política” se entiende por la habilidad de formar alianzas, saber negociar, poner prioridades, etc.
b) La ineficacia e irresponsabilidad del Estado son el resultado de una incontrolada dominación burocrática. Se tiende a influenciarse a los intereses capitalistas en la administración del Estado. Weber argumenta que es necesario el reemplazo de burócratas por políticos profesionales en las altas posiciones administrativas.
Proposición 4:
Un parlamento fuerte y que funciones tiene tres tareas:
a) Supervisión administrativa: ofrece los medios institucionales para controlar eficazmente el poder ilimitado de la burocracia.
b) Creación de liderazgo: el parlamento selecciona políticos que sean trabajadores objetivos. De esta forma se garantiza el control de la administración, la educación y la formación de conductores aptos. Las formas de producir dirigentes políticos son:
I. Un parlamento fuerte supone una acumulación de poder. Esto atrae a personas con condiciones de líderes que quieren ese poder.
II. El proceso de batallas políticas cultiva el talento de reclutar aliados y conseguir un respaldo sólido, es decir, las capacidades de un político profesional.
III. “Selección natural” proveniente de la lucha competitiva por el poder lleva al ascenso de los más capacitados.
c) Responsabilidad política: Cuando los burócratas son elegidos sin lucha política no hay medio para responsabilizar sus actos. En una lucha política, el político se encuentra con críticas de enemigos y competidores.
Weber decía que la manera de lograr una estabilidad era con un parlamento. Los demás sistemas no garantizan la misma eficacia: monarquías, democracias positivas y democracias “activa de masas” (de las cuales Lenin aboga como la necesaria) promueven la burocracia.
La democracia activa de masas propone expandir la participación de la gente en la vida política. Dos principios de la democratización activa son:
I. Trabas al desarrollo de un “estamento de funcionarios” cerrado, favoreciendo el acceso general a los cargos.
II. Reducción al mínimo su poder de interés de la mayor amplitud posible de la influencia de la “opinión pública”.
La democracia activa de masas propone lugares vacantes y puestos revocables en cualquier instante. Sin embargo Weber dice que estas democracias pueden dominar a la burocracia siempre y cuando no tengan conflictos internos relacionados con los antagonismos políticos de sus integrantes.
RAZONAMIENTO DE LENIN.
Proposición 1:
El estado presenta la represión de una clase sobre otra. Por ejemplo: en el capitalismo la burguesía domina sobre el proletariado. El estado es un órgano de dominación de clase: una clase domina a la otra.
Proposición 2:
La república democrática está hecha de tal forma que es el medio perfecto para que el capitalismo influya sobre ésta. El parlamento promueve la dominación capitalista, es así porque legitima el orden social y la sociedad capitalista asegura que la burguesía controle el parlamento.
El control del parlamento se produce por dos características:
a) Mistificación: el parlamento da la sensación de poder elegido por el pueblo. Los representantes elegidos dominan el Estado pero en realidad no es así.
b) Control burgués del parlamento: Lenin dice que los parlamentos burgueses controlan a la sociedad excluyendo a los pobres de la vida política. Esto se logra con pequeñas trabas pero a la vez numerosas. Ejemplos de estas complicaciones son: la restricción de la mujer al voto, prohibición a la reunión en edificios públicos, etc. Lo único que los pobres pueden hacer es elegir cada varios años a las personas que en definitiva los va a dominar.
Proposición 3:
a) La burocracia es la estructura básica a través de la cual domina la clase capitalista.
b) La burocracia resulta funcional para el capitalismo: desde las revoluciones burguesas, el aparato burocrático se fue haciendo cada vez más fuerte. Este fortalecimiento se debió al aumento de poder de las clases proletarias. Es así que el Estado forma parte de la burguesía al reprimir a la clase obrera.
c) Separación entre la burocracia y el pueblo: para que la clase obrera sea la “clase dominante” es esencial que existan instituciones por las cuales el obrero pueda dominar.
Las características de la organización burocrática que apartan a las masas son:
I. Designación en vez de elección de puestos irrevocables.
II. Salarios altos y privilegios que crean la sensación de grandeza oficial.
III. Separación de la legislación con la actividad administrativa.
Proposición 4:
El socialismo exige la destrucción completa de las instituciones burguesas y su reemplazo por una dictadura del proletariado. De todas formas, la salida del parlamentarismo no exige abolir las instituciones representativas y la elegibilidad.
Las instituciones representativas continúan, pero desaparece el parlamentarismo como sistema especial, como división de trabajo legislativo y ejecutivo, como situación privilegiada para los diputados.
La dictadura del proletariado sigue formando un estado, y entendiendo a éste como un aparato opresor, en este caso la clase oprimida es la burguesía. Mientras, gradualmente se democratizan los cargos hasta que todo el pueblo esté en posición de cumplir funciones estatales.
COMPARACIONES:
Ambos autores parten de puntos diferentes: Weber se ocupa de las estructuras políticas, de los factores que hacen la eficacia y responsabilidad política; Lenin se ocupa de la relación de las estructuras del estado con los fines de clase que sirven. De todas formas ambos critican la dominación burocrática y las instituciones parlamentarias.
Los dos dicen que las organizaciones representativas débiles promueven el poder de la burocracia y que se necesitan organismos que funcionen. Pero su solución difiere cuando Weber aboga por un parlamento fuerte mientras que Lenin propone la disolución del parlamento burgués por una dictadura del proletariado.
Se trata de ver la relación que hay entre la estructura interna del Estado (en este caso la burocracia) y la lucha de clases. Se explica la burocracia según Lenin y Weber.
Estos autores estudiaron el aparato estatal y sus estudios muestran coincidencias en los temas tratados pero diferencias en las conclusiones finales. Entre muchas cosas se preguntan si las masas pueden gobernar y controlar el estado, qué se puede hacer ante la acumulación de poder por parte de la burocracia, etc.
RAZONAMIENTO DE WEBER.
La primera observación de este autor se basa en la incompetencia del parlamento alemán. Para cambiar este defecto era necesario, en un principio, lograr un parlamento más fuerte. Sus conclusiones se basan por las siguientes proposiciones:
Proposición 1:
Mientras crece el capitalismo y la complejidad de la sociedad aumenta, es necesario que el Estado logre precisión, rapidez, subordinación absoluta, etc. Una administración racional es necesaria y esto conlleva a la BUROCRATIZACIÓN del aparato estatal.
Proposición 2:
Al crecer la burocracia, el poder de los burócratas aumenta a comparación de las organizaciones no burocráticas. Esto trae características en la organización burocrática que posibilitan su permanencia en el poder:
a) Eficacia práctica y dependencia burocrática.
b) El conocimiento técnico especializado usado por burócratas.
c) Secretos administrativos: sólo los burócratas saben el mecanismo que tiene el estado y esto debilita a aquellos que no lo saben, o sea, a la clase dominada.
Con más poder en los burócratas el pueblo tiene menos posibilidades de controlarlos. Sin embargo, es necesario un control sobre éstos mediante el implemento de instituciones reguladoras.
Proposición 3:
Si la cúspide administrativa pertenece a los burócratas, o sea, ellos tienen la capacidad de elegirse sin el consentimiento del pueblo, se tiende a la “irresponsabilidad e ineficacia” y la “influencia capitalista sobre el funcionamiento estatal”.
Weber piensa que hay que cambiar dos aspectos de los burócratas:
a) Hacer política siempre es lucha: se lucha por los fines y por el poder necesario para lograrlos. El problema es que el burócrata no tiene la capacidad para hacer política. “Hacer política” se entiende por la habilidad de formar alianzas, saber negociar, poner prioridades, etc.
b) La ineficacia e irresponsabilidad del Estado son el resultado de una incontrolada dominación burocrática. Se tiende a influenciarse a los intereses capitalistas en la administración del Estado. Weber argumenta que es necesario el reemplazo de burócratas por políticos profesionales en las altas posiciones administrativas.
Proposición 4:
Un parlamento fuerte y que funciones tiene tres tareas:
a) Supervisión administrativa: ofrece los medios institucionales para controlar eficazmente el poder ilimitado de la burocracia.
b) Creación de liderazgo: el parlamento selecciona políticos que sean trabajadores objetivos. De esta forma se garantiza el control de la administración, la educación y la formación de conductores aptos. Las formas de producir dirigentes políticos son:
I. Un parlamento fuerte supone una acumulación de poder. Esto atrae a personas con condiciones de líderes que quieren ese poder.
II. El proceso de batallas políticas cultiva el talento de reclutar aliados y conseguir un respaldo sólido, es decir, las capacidades de un político profesional.
III. “Selección natural” proveniente de la lucha competitiva por el poder lleva al ascenso de los más capacitados.
c) Responsabilidad política: Cuando los burócratas son elegidos sin lucha política no hay medio para responsabilizar sus actos. En una lucha política, el político se encuentra con críticas de enemigos y competidores.
Weber decía que la manera de lograr una estabilidad era con un parlamento. Los demás sistemas no garantizan la misma eficacia: monarquías, democracias positivas y democracias “activa de masas” (de las cuales Lenin aboga como la necesaria) promueven la burocracia.
La democracia activa de masas propone expandir la participación de la gente en la vida política. Dos principios de la democratización activa son:
I. Trabas al desarrollo de un “estamento de funcionarios” cerrado, favoreciendo el acceso general a los cargos.
II. Reducción al mínimo su poder de interés de la mayor amplitud posible de la influencia de la “opinión pública”.
La democracia activa de masas propone lugares vacantes y puestos revocables en cualquier instante. Sin embargo Weber dice que estas democracias pueden dominar a la burocracia siempre y cuando no tengan conflictos internos relacionados con los antagonismos políticos de sus integrantes.
RAZONAMIENTO DE LENIN.
Proposición 1:
El estado presenta la represión de una clase sobre otra. Por ejemplo: en el capitalismo la burguesía domina sobre el proletariado. El estado es un órgano de dominación de clase: una clase domina a la otra.
Proposición 2:
La república democrática está hecha de tal forma que es el medio perfecto para que el capitalismo influya sobre ésta. El parlamento promueve la dominación capitalista, es así porque legitima el orden social y la sociedad capitalista asegura que la burguesía controle el parlamento.
El control del parlamento se produce por dos características:
a) Mistificación: el parlamento da la sensación de poder elegido por el pueblo. Los representantes elegidos dominan el Estado pero en realidad no es así.
b) Control burgués del parlamento: Lenin dice que los parlamentos burgueses controlan a la sociedad excluyendo a los pobres de la vida política. Esto se logra con pequeñas trabas pero a la vez numerosas. Ejemplos de estas complicaciones son: la restricción de la mujer al voto, prohibición a la reunión en edificios públicos, etc. Lo único que los pobres pueden hacer es elegir cada varios años a las personas que en definitiva los va a dominar.
Proposición 3:
a) La burocracia es la estructura básica a través de la cual domina la clase capitalista.
b) La burocracia resulta funcional para el capitalismo: desde las revoluciones burguesas, el aparato burocrático se fue haciendo cada vez más fuerte. Este fortalecimiento se debió al aumento de poder de las clases proletarias. Es así que el Estado forma parte de la burguesía al reprimir a la clase obrera.
c) Separación entre la burocracia y el pueblo: para que la clase obrera sea la “clase dominante” es esencial que existan instituciones por las cuales el obrero pueda dominar.
Las características de la organización burocrática que apartan a las masas son:
I. Designación en vez de elección de puestos irrevocables.
II. Salarios altos y privilegios que crean la sensación de grandeza oficial.
III. Separación de la legislación con la actividad administrativa.
Proposición 4:
El socialismo exige la destrucción completa de las instituciones burguesas y su reemplazo por una dictadura del proletariado. De todas formas, la salida del parlamentarismo no exige abolir las instituciones representativas y la elegibilidad.
Las instituciones representativas continúan, pero desaparece el parlamentarismo como sistema especial, como división de trabajo legislativo y ejecutivo, como situación privilegiada para los diputados.
La dictadura del proletariado sigue formando un estado, y entendiendo a éste como un aparato opresor, en este caso la clase oprimida es la burguesía. Mientras, gradualmente se democratizan los cargos hasta que todo el pueblo esté en posición de cumplir funciones estatales.
COMPARACIONES:
Ambos autores parten de puntos diferentes: Weber se ocupa de las estructuras políticas, de los factores que hacen la eficacia y responsabilidad política; Lenin se ocupa de la relación de las estructuras del estado con los fines de clase que sirven. De todas formas ambos critican la dominación burocrática y las instituciones parlamentarias.
Los dos dicen que las organizaciones representativas débiles promueven el poder de la burocracia y que se necesitan organismos que funcionen. Pero su solución difiere cuando Weber aboga por un parlamento fuerte mientras que Lenin propone la disolución del parlamento burgués por una dictadura del proletariado.
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Teorico Historia Social General:"La formacion de la clase obrera en inglaterra"
John Thelwall no era el único que veía en cada “manufactura” un centro potencial de rebelión política. La fábrica encarnaba una doble amenaza hacia el orden establecido. En primer lugar la de los propietarios de la riqueza industrial, aquellos advenedizos que gozaban de una injusta ventaja sobre los terratenientes cuyo ingreso dependía de los libros del registro de sus rentas. En segundo lugar, la amenaza de la población obrera industrial.
La correlación entre la fábrica de algodoneros y la nueva sociedad industrial, y la correspondencia entre las nuevas formas de relaciones de producción y sociales era algo común entre los observadores, entre 1790 y 0850. Y no sólo era el propietario de la fábrica lo que les parecía “nuevo” a los contemporáneos, sino también la población obrera que se había establecido en las fábricas y alrededor de ellas.
En las décadas de 1830 y 1840, los observadores todavía se sorprendían ante la novedad del “sistema fabril”. La máquina de vapor había “reunido a la población en densas masas”. Las consecuencias humanas de esas innovaciones son:
La población, como el sistema al que pertenece es nueva; pero está creciendo por momentos en extensión y fuerza. Es un agregado de multitudes, que nuestras ideas expresan con términos que sugieren algo amenazador y pavoroso. Hay poderosas energías que yacen inactivas en esas masas. La población manufacturera no es nueva únicamente en su formación: es nueva en sus hábitos de pensamiento y acción, que han sido conformados por las circunstancias de su condición, con porca instrucción, y menor guía, a partir de influencias exteriores.
Los observadores conservadores, radicales y socialistas sugerían la misma ecuación: la energía a vapor y la fábrica de algodoneros = la nueva clase obrera. Se veía a los instrumentos físicos de la producción dando lugar, de forma directa y más o menos compulsiva, a nuevas relaciones sociales, instituciones y formas culturales. Quizá sea la escala e intensidad de esa agitación popular multiforme la que, más que cualquier otra cosa, ha dado lugar a la sensación de algún cambio catastrófico.
La fábrica de algodoneros aparece no ya como el agente de la Revolución industrial, sino también de la social; produce no sólo las mercancías, sino también el propio movimiento obrero. La revolución industrial, que empezó como una descripción, se invoca hoy como una explicación.
El algodón fue, desde luego, la industria puntera de la RI, y la fábrica de algodón sirvió de modelo básico para el sistema fabril. Sin embargo, no deberíamos dar por sentada cualquier correspondencia automática, o demasiado directa, entre la dinámica del crecimiento económico y la dinámica de la vida social o cultural. Porque medio siglo después del “avance decisivo” de la fábrica de algodón los trabajadores fabriles seguían siendo una minoría de la fuerza de trabajo adulta en la propia industria del algodón.
La cuestión es importante, porque el énfasis exagerado en la novedad de las fábricas de los algodoneros puede conducir a una subestimación de la continuidad de las tradiciones políticas y culturales en la formación de las comunidades obreras. Muchas de sus ideas y formas de organización habían sido ya adoptadas por los trabajadores a domicilio. Y es discutible si la mano de obra fabril “formó el núcleo del movimiento obrero” antes de los últimos años de la década de 1840.
En muchas ciudades, el núcleo real de donde el movimiento obrero extrajo ideas, organización y líderes estaba constituido por zapateros, tejedores, talabarteros, libreros, impresores y pequeños comerciantes. El vasto mundo del Londres radical no sacó su fuerza de las principales industrias pesadas sino de la multitud de oficios y ocupaciones menores.
Esa diversidad de experiencias ha llevado a algunos autores a poner en duda tanto la noción de una “revolución industrial” como la de una “clase obrera”.
Cuando se han tomado todas las precauciones oportunas, el hecho destacable del período comprendido entre 1790 y 1830 es la formación de la clase obrera. Esto se revela:
1. En el desarrollo de la conciencia de clase; la conciencia de una identidad de intereses a la vez entre todos esos grupos diversos de población trabajadora y contra los intereses de otras clases.
2. En el desarrollo de las formas correspondientes de organización política y laboral.
La formación de la clase obrera es un hecho de historia política y cultural tanto como económica. No nació por generación espontánea del sistema fabril. Tampoco debemos pensar en una fuerza externa (la RI) que opera sobre alguna materia prima de la humanidad, indeterminada y uniforme, y la transforma, finalmente, en una “nueva estirpe de seres”.
En toda esa época hay tres grandes influencias que actúan simultáneamente. Está el tremendo crecimiento demográfico, la RI en sus aspectos tecnológicos y la contra-revolución política de 1792 y 1832.
Tanto el contexto político como la máquina de vapor tuvieron una influencia determinante sobre la conciencia y las instituciones de la clase obrera que se estaba configurando. El pueblo estaba sometido, a la vez, a una intensificación de dos tipos de relaciones intolerables: las de explotación económica y las de opresión política. Las relaciones entre patrón y obrero se volvían más estrictas y menos personales; aunque es cierto que eso aumentaba la libertad potencial del trabajador, puesto que el jornalero agrícola o el oficial en la industria doméstica estaba “situado a medio camino entre la condición de siervo y la condición de ciudadano”, esa “libertad” hacía que percibiese más su no libertad. Pero en cada uno de los aspectos que buscase para resistir la explotación, se enfrentaba con las fuerzas del patrono o del estado, y normalmente con las dos.
La mayor parte de los trabajadores sintió la crucial experiencia de la RI en términos de cambio en la naturaleza y en la intensidad de la explotación. Los obreros sufrían de injusticias a través de los cambios en el carácter de la explotación capitalista: la ascensión de una clase de patronos que no tenían autoridad tradicional ni obligaciones; la creciente distancia entre el patrono y el hombre; la transparencia de la explotación en el origen de su nueva riqueza y poder; el empeoramiento de la condición de trabajador y sobre todo su pérdida de independencia, su reducción de la dependencia total con respecto a los instrumentos de producción del patrono; la parcialidad de la ley; la descomposición de la economía tradicional familiar; la disciplina, la economía, las condiciones y las horas de trabajo; la pérdida del tiempo libre y las distracciones; la reducción del hombre a la categoría de un “instrumento”.
Algunos de los conflictos más ásperos de aquellos años versaron sobre temas que no están englobados por las series del “coste de vida”. Los temas que provocaron la mayor intensidad de sentimiento fueron aquellos en los que estaban en litigio valores como las costumbres tradicionales, justicia, independencia, seguridad o economía familiar, más que simple temas de “pan y mantequilla”.
La relación de explotación puede verse que adopta formas distintas en contextos históricos diferentes, formas que están en relación con las formas correspondientes de propiedad y poder del Estado. La relación de explotación clásica de RI es despersonalizada, en el sentido de que no se admiten obligaciones durables de reciprocidad: de paternalismo o deferencia, o de intereses de “oficio”. El antagonismo se acepta como intrínseco a las relaciones de producción. Las funciones de dirección o supervisión exigen la represión de todos los atributos excepto aquellos que promueven la expropiación del máximo valor excedente del trabajo. El trabajador se ha convertido en un instrumento, o una entrada entre las demás partidas de coste.
Se hablaba de los patronos, no como un agregado de individuos, sino como una clase. Como clase, “ellos” les denegaban los derechos políticos a los obreros. Si había una relación comercial, “ellos” recortaban sus salarios. Si el comercio mejoraba, tenía que luchar contra “ellos” para obtener cualquier porción de mejora. Si la comida era abundante, “ellos” tenían beneficio. Si era escasa su beneficio era mayor. “Ellos” conspiraban sobre la relación esencial de explotación, dentro de la cual todos los hechos tenían validez. Verdaderamente había fluctuaciones de mercado, malas cosechas y todo lo demás; pero mientras que la experiencia de la explotación intensificada era constante, las causas de las penurias eran variables. Éstas afectaban a la población obrera, no de forma directa, sino a través de la refracción de un sistema particular de propiedad y poder que distribuía las ganancias y las pérdidas con una gran parcialidad.
Los historiadores sociales del período más fecundos se han tropezado con la severa crítica de una notable empirista, y finalmente ambas partes han cedido terreno. En la actualidad, si bien ningún investigador serio está dispuesto a sostener que todo iba peor, tampoco está dispuesto a decir que todo estaba mejor. Tanto Wobsbawm como Ashton coinciden en que los salarios reales disminuyeron durante las guerras napoleónicas y sus consecuencias inmediatas.
De hecho, por lo que se refiere al período 1790-1830, hay muy pocas mejoras. La situación de la mayoría era mala en 1790, y siguió siendo mala en 1840, pero existe algún desacuerdo en cuanto al tamaño de los grupos relativos dentro de la clase obrera.
La correlación entre la fábrica de algodoneros y la nueva sociedad industrial, y la correspondencia entre las nuevas formas de relaciones de producción y sociales era algo común entre los observadores, entre 1790 y 0850. Y no sólo era el propietario de la fábrica lo que les parecía “nuevo” a los contemporáneos, sino también la población obrera que se había establecido en las fábricas y alrededor de ellas.
En las décadas de 1830 y 1840, los observadores todavía se sorprendían ante la novedad del “sistema fabril”. La máquina de vapor había “reunido a la población en densas masas”. Las consecuencias humanas de esas innovaciones son:
La población, como el sistema al que pertenece es nueva; pero está creciendo por momentos en extensión y fuerza. Es un agregado de multitudes, que nuestras ideas expresan con términos que sugieren algo amenazador y pavoroso. Hay poderosas energías que yacen inactivas en esas masas. La población manufacturera no es nueva únicamente en su formación: es nueva en sus hábitos de pensamiento y acción, que han sido conformados por las circunstancias de su condición, con porca instrucción, y menor guía, a partir de influencias exteriores.
Los observadores conservadores, radicales y socialistas sugerían la misma ecuación: la energía a vapor y la fábrica de algodoneros = la nueva clase obrera. Se veía a los instrumentos físicos de la producción dando lugar, de forma directa y más o menos compulsiva, a nuevas relaciones sociales, instituciones y formas culturales. Quizá sea la escala e intensidad de esa agitación popular multiforme la que, más que cualquier otra cosa, ha dado lugar a la sensación de algún cambio catastrófico.
La fábrica de algodoneros aparece no ya como el agente de la Revolución industrial, sino también de la social; produce no sólo las mercancías, sino también el propio movimiento obrero. La revolución industrial, que empezó como una descripción, se invoca hoy como una explicación.
El algodón fue, desde luego, la industria puntera de la RI, y la fábrica de algodón sirvió de modelo básico para el sistema fabril. Sin embargo, no deberíamos dar por sentada cualquier correspondencia automática, o demasiado directa, entre la dinámica del crecimiento económico y la dinámica de la vida social o cultural. Porque medio siglo después del “avance decisivo” de la fábrica de algodón los trabajadores fabriles seguían siendo una minoría de la fuerza de trabajo adulta en la propia industria del algodón.
La cuestión es importante, porque el énfasis exagerado en la novedad de las fábricas de los algodoneros puede conducir a una subestimación de la continuidad de las tradiciones políticas y culturales en la formación de las comunidades obreras. Muchas de sus ideas y formas de organización habían sido ya adoptadas por los trabajadores a domicilio. Y es discutible si la mano de obra fabril “formó el núcleo del movimiento obrero” antes de los últimos años de la década de 1840.
En muchas ciudades, el núcleo real de donde el movimiento obrero extrajo ideas, organización y líderes estaba constituido por zapateros, tejedores, talabarteros, libreros, impresores y pequeños comerciantes. El vasto mundo del Londres radical no sacó su fuerza de las principales industrias pesadas sino de la multitud de oficios y ocupaciones menores.
Esa diversidad de experiencias ha llevado a algunos autores a poner en duda tanto la noción de una “revolución industrial” como la de una “clase obrera”.
Cuando se han tomado todas las precauciones oportunas, el hecho destacable del período comprendido entre 1790 y 1830 es la formación de la clase obrera. Esto se revela:
1. En el desarrollo de la conciencia de clase; la conciencia de una identidad de intereses a la vez entre todos esos grupos diversos de población trabajadora y contra los intereses de otras clases.
2. En el desarrollo de las formas correspondientes de organización política y laboral.
La formación de la clase obrera es un hecho de historia política y cultural tanto como económica. No nació por generación espontánea del sistema fabril. Tampoco debemos pensar en una fuerza externa (la RI) que opera sobre alguna materia prima de la humanidad, indeterminada y uniforme, y la transforma, finalmente, en una “nueva estirpe de seres”.
En toda esa época hay tres grandes influencias que actúan simultáneamente. Está el tremendo crecimiento demográfico, la RI en sus aspectos tecnológicos y la contra-revolución política de 1792 y 1832.
Tanto el contexto político como la máquina de vapor tuvieron una influencia determinante sobre la conciencia y las instituciones de la clase obrera que se estaba configurando. El pueblo estaba sometido, a la vez, a una intensificación de dos tipos de relaciones intolerables: las de explotación económica y las de opresión política. Las relaciones entre patrón y obrero se volvían más estrictas y menos personales; aunque es cierto que eso aumentaba la libertad potencial del trabajador, puesto que el jornalero agrícola o el oficial en la industria doméstica estaba “situado a medio camino entre la condición de siervo y la condición de ciudadano”, esa “libertad” hacía que percibiese más su no libertad. Pero en cada uno de los aspectos que buscase para resistir la explotación, se enfrentaba con las fuerzas del patrono o del estado, y normalmente con las dos.
La mayor parte de los trabajadores sintió la crucial experiencia de la RI en términos de cambio en la naturaleza y en la intensidad de la explotación. Los obreros sufrían de injusticias a través de los cambios en el carácter de la explotación capitalista: la ascensión de una clase de patronos que no tenían autoridad tradicional ni obligaciones; la creciente distancia entre el patrono y el hombre; la transparencia de la explotación en el origen de su nueva riqueza y poder; el empeoramiento de la condición de trabajador y sobre todo su pérdida de independencia, su reducción de la dependencia total con respecto a los instrumentos de producción del patrono; la parcialidad de la ley; la descomposición de la economía tradicional familiar; la disciplina, la economía, las condiciones y las horas de trabajo; la pérdida del tiempo libre y las distracciones; la reducción del hombre a la categoría de un “instrumento”.
Algunos de los conflictos más ásperos de aquellos años versaron sobre temas que no están englobados por las series del “coste de vida”. Los temas que provocaron la mayor intensidad de sentimiento fueron aquellos en los que estaban en litigio valores como las costumbres tradicionales, justicia, independencia, seguridad o economía familiar, más que simple temas de “pan y mantequilla”.
La relación de explotación puede verse que adopta formas distintas en contextos históricos diferentes, formas que están en relación con las formas correspondientes de propiedad y poder del Estado. La relación de explotación clásica de RI es despersonalizada, en el sentido de que no se admiten obligaciones durables de reciprocidad: de paternalismo o deferencia, o de intereses de “oficio”. El antagonismo se acepta como intrínseco a las relaciones de producción. Las funciones de dirección o supervisión exigen la represión de todos los atributos excepto aquellos que promueven la expropiación del máximo valor excedente del trabajo. El trabajador se ha convertido en un instrumento, o una entrada entre las demás partidas de coste.
Se hablaba de los patronos, no como un agregado de individuos, sino como una clase. Como clase, “ellos” les denegaban los derechos políticos a los obreros. Si había una relación comercial, “ellos” recortaban sus salarios. Si el comercio mejoraba, tenía que luchar contra “ellos” para obtener cualquier porción de mejora. Si la comida era abundante, “ellos” tenían beneficio. Si era escasa su beneficio era mayor. “Ellos” conspiraban sobre la relación esencial de explotación, dentro de la cual todos los hechos tenían validez. Verdaderamente había fluctuaciones de mercado, malas cosechas y todo lo demás; pero mientras que la experiencia de la explotación intensificada era constante, las causas de las penurias eran variables. Éstas afectaban a la población obrera, no de forma directa, sino a través de la refracción de un sistema particular de propiedad y poder que distribuía las ganancias y las pérdidas con una gran parcialidad.
Los historiadores sociales del período más fecundos se han tropezado con la severa crítica de una notable empirista, y finalmente ambas partes han cedido terreno. En la actualidad, si bien ningún investigador serio está dispuesto a sostener que todo iba peor, tampoco está dispuesto a decir que todo estaba mejor. Tanto Wobsbawm como Ashton coinciden en que los salarios reales disminuyeron durante las guerras napoleónicas y sus consecuencias inmediatas.
De hecho, por lo que se refiere al período 1790-1830, hay muy pocas mejoras. La situación de la mayoría era mala en 1790, y siguió siendo mala en 1840, pero existe algún desacuerdo en cuanto al tamaño de los grupos relativos dentro de la clase obrera.
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Teorico 5, Historia Social General:"Mas alla del capital"
¿Por qué Marx? Una historia de El Capital.
En su núcleo, el marxismo rechaza toda sociedad basada en la explotación y que impida el desarrollo total del potencial humano. Que las dediciones sociales sean dictadas por la ganancia privada en lugar de las necesidades humanas es uno de los motivos por los que los marxistas se oponen al capitalismo. Que los recursos sean subutilizados y las personas desempleadas cuando podrían ser usados para producir lo que necesita la humanidad; que nuestro ambiente natural, condición básica de nuestra existencia, pueda ser destruido racionalmente buscando sólo satisfacer el interés privado; que podamos hablar de justicia cuando la propiedad de los medios de producción permite a una pequeña parte de la sociedad obligar al resto a trabajar bajo condiciones inhumanas; en fin, todas estas características “racionales” del capitalismo son para los marxistas algo inherente a la misma naturaleza del capital y son parte de las razones para luchar por ir más allá del capital.
Relaciones de producción capitalistas.
El capitalismo es una economía de mercado pero sus condiciones históricas no sólo son la existencia de mercancías y dinero sino también que el trabajador libre esté disponible “en el mercado como vendedor de su fuerza de trabajo” y “deba ofrecer como mercancía su fuerza de trabajo misma”. Por lo tanto “la relación capitalista es una relación que domina la producción y en que, por lo tanto, el obrero aparece en el mercado como vendedor y el capitalista como comprador”.
Para que aparezcan estas relaciones es necesario:
• Que el obrero esté libre: que tiene derecho de propiedad sobre su propia fuerza de trabajo, en un “propietario libre”.
• Que los medios de producción hayan sido separados de los productores, y de este modo el trabajador es libre de todos los medios de producción que podrían permitirle producir y vender otra cosa que no sea su fuerza de trabajo.
• Que a los capitalistas no les de lo mismo dar en alquiler medios de producción que comprar fuerza de trabajo, es decir, que el capital haya tomado posesión de la producción.
Los capitalistas tienen por objeto entrar en la esfera de la circulación con cierto valor del capital en forma de dinero para comprar mercancías y luego vender mercancías por más dinero. Se trata de obtener un valor adicional: un plusvalor.
La acción del capital no puede tener otro fin que el enriquecimiento, es decir, el aumento y la incrementación de sí mismo. Por propia naturaleza, el capital siempre está buscando y luchando por expandirse.
La esencia de esta historia es que el capital por su misma naturaleza tiene un impulso a crecer que constantemente crece contra las barreras, tanto las externas como las que le son inherentes, y que el capital empuja constantemente más allá de esas barreras, proponiéndose crecer otra vez.
Consideremos las relaciones capitalistas, donde el trabajador vende su capacidad de trabajar al capitalista. Dado que carece de los medios de producción para asociarlos con su fuerza de trabajo, ésta no tiene un valor de uso para él. Por eso, la ofrece como una mercancía para adquirir el equivalente social del trabajo que hay en su interior (su valor en la forma de dinero). Así el trabajador recibe dinero y el capitalista pasa a usar su fuerza de trabajo.
Pero en la compra y venta de fuerza de trabajo hay algo más. A diferencia de otras mercancías, la capacidad de trabajar no es separable de su vendedor: después de todo, la fuerza de trabajo sólo existe en el cuerpo vivo del trabajador. Así, en lugar de una mercancía separable, lo que en realidad ha vendido el trabajador es un derecho especial de propiedad: el derecho a disponer de su capacidad para trabajar durante un tiempo específico.
Hay otra diferencia respecto de esta transacción particular: el comprador. La razón por la que el capitalista compra fuerza de trabajo no es simplemente consumirla. Lo que quiere el capital es valor agregado, el plusvalor. “El único valor de uso, que puede ser realmente útil para el capital es que puede aumentarlo, multiplicarlo y, por lo tanto, mantenerlo como capital”.
La esfera de la producción capitalista.
Luego de que el capitalista compra su fuerza de trabajo, el obrero trabaja bajo el control del capitalista a quien pertenece el trabajo de aquél. El objetivo del capitalista determina la naturaleza y el propósito de la producción. El capitalista tiene este poder sobre los trabajadores porque ese es el derecho de propiedad que compró: el derecho a disponer de su capacidad de trabajar.
En segundo lugar, el producto es propiedad del capitalista, no del productor directo, del obrero. O sea que los obreros no tienen derechos de propiedad sobre el producto resultante de su actividad. Le han vendido al capitalista lo único que les daría un derecho, su capacidad de trabajar. El capitalista es el legítimo propietario: puede exigir la creación de plustrabajo y también cosechar su recompensa.
¿Cómo logra el capitalista la realización del plustrabajo? La historia, por supuesto, comienza con esa transacción en la esfera de la circulación, donde el trabajador no tiene otra alternativa que vender su fuerza de trabajo y el capitalista sólo compra esa fuerza si esta puede ser una fuente de plusvalor. Sin embargo, este acto sólo sucede en la esfera de la producción capitalista, donde el trabajador trabaja bajo el control del capitalista. Usando se poder para extender o intensificar la jornada de trabajo e incrementando el nivel de productividad, la tasa de explotación y la tasa de plusvalor.
La producción capitalista comienza cuando el capital subsume formalmente a los trabajadores comprándoles su fuerza de trabajo. En el seno de esta “relación coactiva” el capitalista ahora da órdenes al trabajador.
Al plusvalor resultante de un aumento de la jornada de trabajo se designa como plusvalor absoluto, porque su mismo incremento, su tasa de crecimiento y todo su incremento es al mismo tiempo un incremento absoluto de valor creado, “de valor producido”.
Dado el impulso a crecer del capital, se entiende que el capital tratará de extender la jornada de trabajo sin límites, su impulso es a “absorber la mayor cantidad posible de plus trabajo”.
Pero contra la tendencia del capital a crecer de este modo hay barreras obvias. El día sólo tiene 24 horas y no puede ser extendido más allá de eso. Además, dentro de esas 24 horas el trabajador necesita tiempo para descansar y revivir. Pero la sociedad forzó al capital a encontrar otro camino para crecer a raíz de la resistencia de los trabajadores a la extensión de la jornada de trabajo, el largo período de lucha de clases en el que los trabajadores trataron de mantener una jornada normal.
Esto obliga al capital crecer de otro modo: reduciendo el trabajo necesario a través de incrementos en la productividad del trabajo. Al acrecentamiento del plusvalor sobre esta base, en la que el tiempo de trabajo necesario de la jornada laboral es “reducido produciendo el equivalente de los salarios en un tiempo más corto”: plusvalor relativo.
Inicialmente, el capital alteró el modo de producción introduciendo la manufactura (el desarrollo de nuevas divisiones del trabajo). Como resultado de las nuevas formas de cooperación y especialización individual dentro del organismo que se convirtió en el taller capitalista, la productividad del trabajo avanzó mucho. De todas formas, la producción siguió dependiendo de obreros calificados, cuyo período de aprendizaje era prolongado. Más tarde, con la introducción de maquinaria cayeron “las barreras que ese mismo principio oponía aún a la dominación del capital”.
Fue un cambio adecuado para el capital en tanto se rebasaban las barreras al desarrollo de la productividad y a la generación de plusvalor en el interior de la producción. La producción es transformada en un proceso de “aplicación tecnológica de la ciencia”. Además de incrementar la productividad, la máquina permite la intensificación de la jornada de trabajo.
La esfera de circulación capitalista.
Una vez el plusvalor está producido, sólo queda integrarlo a la esfera de circulación: debe venderse la mercancía. La circulación del capital puede resumirse así:
Partiendo de su forma dinero (D), el capital ha comprado fuerza de trabajo (T) y la pone a trabajar junto a los medios de producción, generando en ese proceso de producción (P) mercancías con plusvalor (T’), pero si se quiere realizar ese plusvalor potencial, esas mercancías deben pegar el salto mortal de T’ a D’. Este ciclo se repite al infinito.
Mientras que primero parecía que los únicos obstáculos al crecimiento del capital residían en la esfera de producción, ahora resulta que el capital por su misma naturaleza, enfrenta barreras adicionales a su crecimiento; esta vez en la esfera de la circulación.
El concepto de este capital, expansivo y creciente, requiere en forma inmanente la “creación de nuevo consumo”, de tres maneras:
• Ampliación cuantitativa del consumo existente.
• Creación de nuevas necesidades, mediante la extensión de las necesidades ya existentes en un círculo más amplio.
• Creación de nuevas necesidades, descubrimientos y producción de nuevos valores de uso.
El problema del capital en la esfera de circulación no es sólo expandirla sino que tiende a expandir la producción del plusvalor más allá de su capacidad de realizar ese plusvalor. El resultado es la tendencia hacia la “superproducción, contradicción fundamental del capital una vez desarrollado”.
La superproducción surge precisamente porque el consumo de los trabajadores “no crece en la misma medida que la productividad del trabajo”. Su resultado son las crisis periódicas.
De este modo el capital produce su propio límite específico. No está interesado en la producción, salvo que sea una producción rentable, de plusvalor que pueda ser realizado. Si tiene demasiado éxito en aumentar el plustrabajo, entonces sufre de plus producción, y entonces se interrumpe el trabajo necesario, pues el plustrabajo no puede ser realizado por el capital”.
En su núcleo, el marxismo rechaza toda sociedad basada en la explotación y que impida el desarrollo total del potencial humano. Que las dediciones sociales sean dictadas por la ganancia privada en lugar de las necesidades humanas es uno de los motivos por los que los marxistas se oponen al capitalismo. Que los recursos sean subutilizados y las personas desempleadas cuando podrían ser usados para producir lo que necesita la humanidad; que nuestro ambiente natural, condición básica de nuestra existencia, pueda ser destruido racionalmente buscando sólo satisfacer el interés privado; que podamos hablar de justicia cuando la propiedad de los medios de producción permite a una pequeña parte de la sociedad obligar al resto a trabajar bajo condiciones inhumanas; en fin, todas estas características “racionales” del capitalismo son para los marxistas algo inherente a la misma naturaleza del capital y son parte de las razones para luchar por ir más allá del capital.
Relaciones de producción capitalistas.
El capitalismo es una economía de mercado pero sus condiciones históricas no sólo son la existencia de mercancías y dinero sino también que el trabajador libre esté disponible “en el mercado como vendedor de su fuerza de trabajo” y “deba ofrecer como mercancía su fuerza de trabajo misma”. Por lo tanto “la relación capitalista es una relación que domina la producción y en que, por lo tanto, el obrero aparece en el mercado como vendedor y el capitalista como comprador”.
Para que aparezcan estas relaciones es necesario:
• Que el obrero esté libre: que tiene derecho de propiedad sobre su propia fuerza de trabajo, en un “propietario libre”.
• Que los medios de producción hayan sido separados de los productores, y de este modo el trabajador es libre de todos los medios de producción que podrían permitirle producir y vender otra cosa que no sea su fuerza de trabajo.
• Que a los capitalistas no les de lo mismo dar en alquiler medios de producción que comprar fuerza de trabajo, es decir, que el capital haya tomado posesión de la producción.
Los capitalistas tienen por objeto entrar en la esfera de la circulación con cierto valor del capital en forma de dinero para comprar mercancías y luego vender mercancías por más dinero. Se trata de obtener un valor adicional: un plusvalor.
La acción del capital no puede tener otro fin que el enriquecimiento, es decir, el aumento y la incrementación de sí mismo. Por propia naturaleza, el capital siempre está buscando y luchando por expandirse.
La esencia de esta historia es que el capital por su misma naturaleza tiene un impulso a crecer que constantemente crece contra las barreras, tanto las externas como las que le son inherentes, y que el capital empuja constantemente más allá de esas barreras, proponiéndose crecer otra vez.
Consideremos las relaciones capitalistas, donde el trabajador vende su capacidad de trabajar al capitalista. Dado que carece de los medios de producción para asociarlos con su fuerza de trabajo, ésta no tiene un valor de uso para él. Por eso, la ofrece como una mercancía para adquirir el equivalente social del trabajo que hay en su interior (su valor en la forma de dinero). Así el trabajador recibe dinero y el capitalista pasa a usar su fuerza de trabajo.
Pero en la compra y venta de fuerza de trabajo hay algo más. A diferencia de otras mercancías, la capacidad de trabajar no es separable de su vendedor: después de todo, la fuerza de trabajo sólo existe en el cuerpo vivo del trabajador. Así, en lugar de una mercancía separable, lo que en realidad ha vendido el trabajador es un derecho especial de propiedad: el derecho a disponer de su capacidad para trabajar durante un tiempo específico.
Hay otra diferencia respecto de esta transacción particular: el comprador. La razón por la que el capitalista compra fuerza de trabajo no es simplemente consumirla. Lo que quiere el capital es valor agregado, el plusvalor. “El único valor de uso, que puede ser realmente útil para el capital es que puede aumentarlo, multiplicarlo y, por lo tanto, mantenerlo como capital”.
La esfera de la producción capitalista.
Luego de que el capitalista compra su fuerza de trabajo, el obrero trabaja bajo el control del capitalista a quien pertenece el trabajo de aquél. El objetivo del capitalista determina la naturaleza y el propósito de la producción. El capitalista tiene este poder sobre los trabajadores porque ese es el derecho de propiedad que compró: el derecho a disponer de su capacidad de trabajar.
En segundo lugar, el producto es propiedad del capitalista, no del productor directo, del obrero. O sea que los obreros no tienen derechos de propiedad sobre el producto resultante de su actividad. Le han vendido al capitalista lo único que les daría un derecho, su capacidad de trabajar. El capitalista es el legítimo propietario: puede exigir la creación de plustrabajo y también cosechar su recompensa.
¿Cómo logra el capitalista la realización del plustrabajo? La historia, por supuesto, comienza con esa transacción en la esfera de la circulación, donde el trabajador no tiene otra alternativa que vender su fuerza de trabajo y el capitalista sólo compra esa fuerza si esta puede ser una fuente de plusvalor. Sin embargo, este acto sólo sucede en la esfera de la producción capitalista, donde el trabajador trabaja bajo el control del capitalista. Usando se poder para extender o intensificar la jornada de trabajo e incrementando el nivel de productividad, la tasa de explotación y la tasa de plusvalor.
La producción capitalista comienza cuando el capital subsume formalmente a los trabajadores comprándoles su fuerza de trabajo. En el seno de esta “relación coactiva” el capitalista ahora da órdenes al trabajador.
Al plusvalor resultante de un aumento de la jornada de trabajo se designa como plusvalor absoluto, porque su mismo incremento, su tasa de crecimiento y todo su incremento es al mismo tiempo un incremento absoluto de valor creado, “de valor producido”.
Dado el impulso a crecer del capital, se entiende que el capital tratará de extender la jornada de trabajo sin límites, su impulso es a “absorber la mayor cantidad posible de plus trabajo”.
Pero contra la tendencia del capital a crecer de este modo hay barreras obvias. El día sólo tiene 24 horas y no puede ser extendido más allá de eso. Además, dentro de esas 24 horas el trabajador necesita tiempo para descansar y revivir. Pero la sociedad forzó al capital a encontrar otro camino para crecer a raíz de la resistencia de los trabajadores a la extensión de la jornada de trabajo, el largo período de lucha de clases en el que los trabajadores trataron de mantener una jornada normal.
Esto obliga al capital crecer de otro modo: reduciendo el trabajo necesario a través de incrementos en la productividad del trabajo. Al acrecentamiento del plusvalor sobre esta base, en la que el tiempo de trabajo necesario de la jornada laboral es “reducido produciendo el equivalente de los salarios en un tiempo más corto”: plusvalor relativo.
Inicialmente, el capital alteró el modo de producción introduciendo la manufactura (el desarrollo de nuevas divisiones del trabajo). Como resultado de las nuevas formas de cooperación y especialización individual dentro del organismo que se convirtió en el taller capitalista, la productividad del trabajo avanzó mucho. De todas formas, la producción siguió dependiendo de obreros calificados, cuyo período de aprendizaje era prolongado. Más tarde, con la introducción de maquinaria cayeron “las barreras que ese mismo principio oponía aún a la dominación del capital”.
Fue un cambio adecuado para el capital en tanto se rebasaban las barreras al desarrollo de la productividad y a la generación de plusvalor en el interior de la producción. La producción es transformada en un proceso de “aplicación tecnológica de la ciencia”. Además de incrementar la productividad, la máquina permite la intensificación de la jornada de trabajo.
La esfera de circulación capitalista.
Una vez el plusvalor está producido, sólo queda integrarlo a la esfera de circulación: debe venderse la mercancía. La circulación del capital puede resumirse así:
Partiendo de su forma dinero (D), el capital ha comprado fuerza de trabajo (T) y la pone a trabajar junto a los medios de producción, generando en ese proceso de producción (P) mercancías con plusvalor (T’), pero si se quiere realizar ese plusvalor potencial, esas mercancías deben pegar el salto mortal de T’ a D’. Este ciclo se repite al infinito.
Mientras que primero parecía que los únicos obstáculos al crecimiento del capital residían en la esfera de producción, ahora resulta que el capital por su misma naturaleza, enfrenta barreras adicionales a su crecimiento; esta vez en la esfera de la circulación.
El concepto de este capital, expansivo y creciente, requiere en forma inmanente la “creación de nuevo consumo”, de tres maneras:
• Ampliación cuantitativa del consumo existente.
• Creación de nuevas necesidades, mediante la extensión de las necesidades ya existentes en un círculo más amplio.
• Creación de nuevas necesidades, descubrimientos y producción de nuevos valores de uso.
El problema del capital en la esfera de circulación no es sólo expandirla sino que tiende a expandir la producción del plusvalor más allá de su capacidad de realizar ese plusvalor. El resultado es la tendencia hacia la “superproducción, contradicción fundamental del capital una vez desarrollado”.
La superproducción surge precisamente porque el consumo de los trabajadores “no crece en la misma medida que la productividad del trabajo”. Su resultado son las crisis periódicas.
De este modo el capital produce su propio límite específico. No está interesado en la producción, salvo que sea una producción rentable, de plusvalor que pueda ser realizado. Si tiene demasiado éxito en aumentar el plustrabajo, entonces sufre de plus producción, y entonces se interrumpe el trabajo necesario, pues el plustrabajo no puede ser realizado por el capital”.
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Teorico 4 Historia Social General:"La ideologia alemana"
La ideología en general y la ideología alemana en particular.
Según la filosofía hegeliana, las relaciones entre los hombres, todos sus actos y su modo de conducirse, sus trabas y sus barreras, son otros tantos productos de su conciencia. Sin embargo, este pensamiento no une la filosofía con la realidad empírica, el mundo material que la rodea.
Las premisas del que parte el materialismo histórico no tienen nada de arbitrario, no son ninguna clase de fundamentos, sino premisas reales, de las que sólo es posible abstraerse en la imaginación. Son los individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto aquellas con que se han encontrado como las engendradas por su propia acción. Estas premisas pueden comprobarse por la vía empírica.
La primera premisa de toda historia humana es la existencia de individuos humanos vivientes. El primer estado de hecho comprobable es, por lo tanto, la organización corpórea de estos individuos y, como consecuencia, el comportamiento hacia el resto de la naturaleza.
Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste que se haya condicionado por su organización corporal. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material.
El modo como los hombres producen sus medios de vida depende de la naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran y que se trata de reproducir. Este modo de producción no debe considerarse solamente en cuánto es la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos.
Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción. Esta producción sólo aparece al multiplicarse la población. Y presupone, a su vez, un intercambio entre los individuos. La forma de este intercambio se haya condicionada, a su vez, por la producción.
Las relaciones entre los Estados depende de cuánto hayan desarrollado sus fuerzas productivas, la división del trabajo y el intercambio interior.
La división del trabajo es la separación del trabajo industrial y comercial con respecto al trabajo agrícola y esto conlleva en la separación de la ciudad y el campo. Al mismo tiempo, la división del trabajo dentro de estas diferentes ramas conduce, a su vez, a la formación de diversos sectores entre los individuos que cooperan en determinados trabajos.
Cada etapa de la división del trabajo determina las relaciones de los individuos entre sí, en lo que se refiere al material, el instrumento y el producto del trabajo.
La primera forma de la propiedad es la propiedad de la tribu. Esta forma de propiedad corresponde a la fase incipiente de la producción en que un pueblo se nutre de la caza y la pesca, de la ganadería y agricultura. En esta fase la división del trabajo se encuentra muy poco desarrollada y no es más que la extensión de la división natural del trabajo en la familia.
La segunda forma está representada por la antigua propiedad comunal y estatal, que brota como resultado de la fusión de diversas tribus para formar una ciudad, junto a la propiedad comunal, va desarrollándose la propiedad privada mobiliaria e inmobiliaria. La división del trabajo aparece ya desarrollada. Nos encontramos ya con la contradicción entre la ciudad y el campo y, más tarde, entre los estados que representan los intereses de la vida urbana y los de la vida rural.
La tercera forma es la de la propiedad feudal o por estamentos. Así como la Antigüedad partía de la ciudad, la Edad Media tenía como punto de partida el campo.
También esta etapa, como la propiedad de la tribu y la comunal, en una comunidad, pero a ésta no se enfrentan ahora, en cuanto a clase productora, los esclavos, como ocurría en la sociedad antigua, sino los campesinos siervos de la gleba. Y, a la par con el desarrollo completo del feudalismo, aparece la contraposición del campo con respecto a la ciudad. La organización jerárquica de la propiedad territorial, y en relación con ello, las armadas le daba el poder de la nobleza sobre los siervos.
Su equivalente en la ciudad fue la propiedad corporativa, la organización feudal del artesanado. Aquí, la propiedad era el trabajo de cada uno. La necesidad de asociarse para hacer frente a la nobleza asociada se reflejó en el surgimiento de diversos gremios.
La producción de las ideas y representaciones, de la conciencia, aparece al principio directamente entrelazada con la actividad material y el comercio material de los hombres, como el lenguaje de la vida real. Las representaciones, los pensamientos, el comercio espiritual se presentan como emanación directa de su comportamiento material. Los hombres son productores de sus representaciones, de sus ideas, etc. La conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de vida real.
Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan para llegar al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia.
Historia.
La primera premisa de la historia humana es que los hombres se hallen en condiciones de poder vivir. Para vivir hace falta comer, beber, tener un techo, etc.
El primer hecho histórico es la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, o sea, la producción de la vida material misma. Es una necesidad que desde el principio de los tiempos necesita cumplirse todos los días y a todas horas.
Lo segundo es que la satisfacción de esta primera necesidad, la acción de satisfacerla y la adquisición del instrumento necesario para ello conducen a nuevas necesidades.
El tercer factor que interviene de antemano en el desarrollo histórico es el de que los hombres que renuevan diariamente su propia vida comienzan al mismo tiempo a crear a otros hombres, a procrear: se crean las familias. Estas familias, que al principio constituyen la única relación social, más tarde, cuando las necesidades se multiplican, crean nuevas relaciones sociales.
La producción de la vida, se manifiesta inmediatamente como una doble relación (una relación natural y una social). Social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos (por cualquier fin y en cualquier modo). Un determinado modo de producción o una fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación que es, a su vez, una “fuerza productiva”; que la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por lo tanto, la “historia de la humanidad” debe estudiarse siempre en contexto con la historia de la industria y el intercambio.
Por otro lado, la división del trabajo sólo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se separan el trabajo físico y el intelectual. Esta división produce la distribución desigual, tanto cuantitativa como cualitativamente, del trabajo y de sus productos.
La división del trabajo lleva aparejada, además, la contradicción entre el interés del individuo concreto o de una determinada familia y el interés común de todos los individuos relacionados entre sí, interés común que no existe tan sólo en la idea, como algo “general”, sino que se presenta en la realidad, ante todo, como una relación de mutua dependencia de los individuos entre quienes aparece dividido el trabajo.
La concepción de la historia consiste en exponer el proceso real de producción, partiendo para ello de la producción material de la vida inmediata. Se trata de no explicar la práctica partiendo de la idea, sino de explicar las formaciones ideológicas sobre la base de la práctica material.
Dah!
Según la filosofía hegeliana, las relaciones entre los hombres, todos sus actos y su modo de conducirse, sus trabas y sus barreras, son otros tantos productos de su conciencia. Sin embargo, este pensamiento no une la filosofía con la realidad empírica, el mundo material que la rodea.
Las premisas del que parte el materialismo histórico no tienen nada de arbitrario, no son ninguna clase de fundamentos, sino premisas reales, de las que sólo es posible abstraerse en la imaginación. Son los individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto aquellas con que se han encontrado como las engendradas por su propia acción. Estas premisas pueden comprobarse por la vía empírica.
La primera premisa de toda historia humana es la existencia de individuos humanos vivientes. El primer estado de hecho comprobable es, por lo tanto, la organización corpórea de estos individuos y, como consecuencia, el comportamiento hacia el resto de la naturaleza.
Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste que se haya condicionado por su organización corporal. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material.
El modo como los hombres producen sus medios de vida depende de la naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran y que se trata de reproducir. Este modo de producción no debe considerarse solamente en cuánto es la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos.
Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción. Esta producción sólo aparece al multiplicarse la población. Y presupone, a su vez, un intercambio entre los individuos. La forma de este intercambio se haya condicionada, a su vez, por la producción.
Las relaciones entre los Estados depende de cuánto hayan desarrollado sus fuerzas productivas, la división del trabajo y el intercambio interior.
La división del trabajo es la separación del trabajo industrial y comercial con respecto al trabajo agrícola y esto conlleva en la separación de la ciudad y el campo. Al mismo tiempo, la división del trabajo dentro de estas diferentes ramas conduce, a su vez, a la formación de diversos sectores entre los individuos que cooperan en determinados trabajos.
Cada etapa de la división del trabajo determina las relaciones de los individuos entre sí, en lo que se refiere al material, el instrumento y el producto del trabajo.
La primera forma de la propiedad es la propiedad de la tribu. Esta forma de propiedad corresponde a la fase incipiente de la producción en que un pueblo se nutre de la caza y la pesca, de la ganadería y agricultura. En esta fase la división del trabajo se encuentra muy poco desarrollada y no es más que la extensión de la división natural del trabajo en la familia.
La segunda forma está representada por la antigua propiedad comunal y estatal, que brota como resultado de la fusión de diversas tribus para formar una ciudad, junto a la propiedad comunal, va desarrollándose la propiedad privada mobiliaria e inmobiliaria. La división del trabajo aparece ya desarrollada. Nos encontramos ya con la contradicción entre la ciudad y el campo y, más tarde, entre los estados que representan los intereses de la vida urbana y los de la vida rural.
La tercera forma es la de la propiedad feudal o por estamentos. Así como la Antigüedad partía de la ciudad, la Edad Media tenía como punto de partida el campo.
También esta etapa, como la propiedad de la tribu y la comunal, en una comunidad, pero a ésta no se enfrentan ahora, en cuanto a clase productora, los esclavos, como ocurría en la sociedad antigua, sino los campesinos siervos de la gleba. Y, a la par con el desarrollo completo del feudalismo, aparece la contraposición del campo con respecto a la ciudad. La organización jerárquica de la propiedad territorial, y en relación con ello, las armadas le daba el poder de la nobleza sobre los siervos.
Su equivalente en la ciudad fue la propiedad corporativa, la organización feudal del artesanado. Aquí, la propiedad era el trabajo de cada uno. La necesidad de asociarse para hacer frente a la nobleza asociada se reflejó en el surgimiento de diversos gremios.
La producción de las ideas y representaciones, de la conciencia, aparece al principio directamente entrelazada con la actividad material y el comercio material de los hombres, como el lenguaje de la vida real. Las representaciones, los pensamientos, el comercio espiritual se presentan como emanación directa de su comportamiento material. Los hombres son productores de sus representaciones, de sus ideas, etc. La conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de vida real.
Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan para llegar al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia.
Historia.
La primera premisa de la historia humana es que los hombres se hallen en condiciones de poder vivir. Para vivir hace falta comer, beber, tener un techo, etc.
El primer hecho histórico es la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, o sea, la producción de la vida material misma. Es una necesidad que desde el principio de los tiempos necesita cumplirse todos los días y a todas horas.
Lo segundo es que la satisfacción de esta primera necesidad, la acción de satisfacerla y la adquisición del instrumento necesario para ello conducen a nuevas necesidades.
El tercer factor que interviene de antemano en el desarrollo histórico es el de que los hombres que renuevan diariamente su propia vida comienzan al mismo tiempo a crear a otros hombres, a procrear: se crean las familias. Estas familias, que al principio constituyen la única relación social, más tarde, cuando las necesidades se multiplican, crean nuevas relaciones sociales.
La producción de la vida, se manifiesta inmediatamente como una doble relación (una relación natural y una social). Social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos (por cualquier fin y en cualquier modo). Un determinado modo de producción o una fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación que es, a su vez, una “fuerza productiva”; que la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por lo tanto, la “historia de la humanidad” debe estudiarse siempre en contexto con la historia de la industria y el intercambio.
Por otro lado, la división del trabajo sólo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se separan el trabajo físico y el intelectual. Esta división produce la distribución desigual, tanto cuantitativa como cualitativamente, del trabajo y de sus productos.
La división del trabajo lleva aparejada, además, la contradicción entre el interés del individuo concreto o de una determinada familia y el interés común de todos los individuos relacionados entre sí, interés común que no existe tan sólo en la idea, como algo “general”, sino que se presenta en la realidad, ante todo, como una relación de mutua dependencia de los individuos entre quienes aparece dividido el trabajo.
La concepción de la historia consiste en exponer el proceso real de producción, partiendo para ello de la producción material de la vida inmediata. Se trata de no explicar la práctica partiendo de la idea, sino de explicar las formaciones ideológicas sobre la base de la práctica material.
Dah!
Teorico 3 Historia Social General:"Reflexiones sobre la teoria de la historia de Marx"
Producción e historia.
La teoría de la historia de Marx es siempre ridiculizada como una forma arquetípica del reduccionismo económico, por lo que parece casi una grosería señalar que el eje mismo de su proyecto envolvía el rechazo de la materialización de los conceptos de lo económico, lo político, lo sociológico, etc., como niveles distintos de la sociedad. Marx insistió a través de toda su vida en que era la producción, entendida como un proceso social, político e histórico, lo que se encontraba en el centro de la totalidad social. De esta forma, es el proceso de producción el centro de la historia y no así la economía.
Tal vez, la formulación clásica de este enfoque se encuentre en “La Ideología Alemana”: “...los hombres y las mujeres se diferencian de los animales a partir del momento en que comienzan a producir sus medios de vida”. Ellos insistieron en que al producir socialmente, estos “determinados individuos, que, como productores, actúan de un determinado modo, contraen entre sí relaciones sociales y políticas determinadas”.
Es así que, desde el principio, Marx y Engels contrapusieron su interpretación materialista de la historia a los modelos idealistas, en general, y mas específicamente a los que ellos percibían como el idealismo del círculo de los jóvenes hegelianos, en el cual la historia es la trama teológica del auto-desarrollo del mundo espiritual.
Una consecuencia clave de su demanda de que las generalizaciones históricas estén empíricamente fundadas, fue el rechazo tanto a las interpretaciones religiosas de la historia como a los enfoques crudamente materialistas. Marx y Engels argumentaron que fue solo a través de la historia que los hombres y las mujeres se crearon a sí mismos como seres sociales. Si la primera acción histórica es aquella cuyo objetivo es satisfacer ciertas necesidades, los seres humanos reales e históricos, a comparación a los trans-históricos, crearán nuevas necesidades. Al historizar las necesidades humanas de este modo, Marx historiza el concepto mismo de naturaleza humana: ya que si está en nuestra naturaleza aspirar a la satisfacción de nuestras necesidades, y si nuestras necesidades cambian a través de la historia, así cambia también nuestra naturaleza.
En consecuencia, Marx diferencia entre una “naturaleza humana” o una “forma de la especie” que es básica y trans-histórica, y una “naturaleza de la humanidad” o “ser social” que es más maleable.
Para entender la historia, debemos aprender a verla como un proceso de cambio y continuidad: algunas características trans-históricas de la humanidad se realizan en la historia bajo determinadas condiciones específicas. Cualquier historiador que subestima tanto las características comunes como las específicas de cualquier época, necesariamente producirá una historia inadecuada del período.
¿Sobre qué base deben buscarse y evaluarse los hechos? La respuesta general de Marx al problema del método histórico descansa en su antropología: si los hombres y las mujeres se diferencian de la naturaleza a través de la producción social, entonces las preguntas fundamentales sobre cualquier período histórico deben incluir aquellas referidas al tipo de producción que distingue a la etapa. En “El capital” decía que “hasta el momento, la historiografía ha prestado muy poca atención al desarrollo de la producción material, o sea, a la base de toda vida social y por tanto de toda vida real”.
Marx sugiere que el proceso de producción cambia a lo largo del tiempo, a pesar del hecho de que todas las épocas de la producción tienen ciertos rasgos comunes, existen cualidades específicas cuyos elementos no son generales y comunes sino que deben ser separados de las determinaciones válidas para la producción como tal, de modo que su diferencia esencial no sea olvidada.
Contra la idea de que es el consumo lo que determina la naturaleza de la producción, Marx sostuvo que mientras que el deseo de satisfacer las necesidades humanas es el comienzo de la historia, dado que el consumo no puede ocurrir sin que primero haya alguna forma de producción, y dado que el acto de producir crea nuevas necesidades tanto al interior del proceso de producción como para el productor, “producción y consumo son momentos de un proceso, en el que la producción es el verdadero punto de partida y por tanto también el momento predominante”.
El reduccionismo negaba el estudio de la historia mientras que el pluralismo intentaba descender hasta simples descripciones empiristas de eventos que tenían poco valor analítico. Las abstracciones de por sí, separadas de la vida real, carecen de todo valor. Solo pueden servir para facilitar la ordenación del material histórico, para indicar la sucesión en serie de sus diferentes estratos. Pero no ofrecen en modo alguno, como la filosofía, una receta o un patrón con arreglo al cual puedan aderezarse las épocas históricas.
Si dicen que el elemento económico es el único determinante, convertirá aquella proposición en una frase vacua y sin sentido. La situación económica es la base pero, pero los diversos factores de la superestructura ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y en muchos casos son predominantes en determinar su forma. Hay una interacción de todos estos elementos en el cual, en medio de todo un montón de accidentes, acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico.
Marxismo y evolucionismo.
Engels creyó en la evolución del hombre, pero a diferencia de Darwin ésta ocurre por la evolución del trabajo...
Darwin dice que el hombre evolucionó cuando su cerebro se agrandó y logró tener habilidades que le permitieron, entre otras cosas, caminar sobre sus dos pies, la transformación de sus manos permitieron la utilización de herramientas... para luego utilizar la caza de animales, etc.
Engels argumenta que las manos de nuestros ancestros los monos se liberaron, pudieron ser usadas de modo creciente para manejar herramientas; y una vez que la ventaja evolutiva dejo de residir en el uso de las manos para trepar, y en su lugar, se dirigió a favorecer a las manos que podían construir herramientas, entonces fue solo cuestión de tiempo para que las manos de los simios evolucionaran de un modo semejante a las de los humanos modernos.
Esta adaptación tuvo profundas consecuencias biológicas y culturales para la evolución ulterior de los humanos. Engels señala que el hombre social tuvo que haber evolucionado desde antepasados gregarios porque “...el desarrollo del trabajo tenía que contribuir forzosamente a agrupar aún más a los miembros de la sociedad. Los hombres llegaron a un punto en que tuvieron necesidad de decirse algo los unos a los otros”. El trabajo, por lo tanto, reforzó las tendencias hacia la evolución del comportamiento social, lo que incluye el desarrollo del lenguaje. Por último, el trabajo y el lenguaje constituyeron en conjunto los dos estímulos más importantes de la rápida expansión cerebral. Una inteligencia acrecentada y el saber tecnológico condujeron luego al desarrollo de una dieta más variada. La ampliación de una dieta apuntaló aún más la expansión del cerebro, los cuales facilitaron la conquista del fuego y la domesticación del ganado.
Engels sostenía que la incapacidad de Darwin para entender este proceso se debía a la influencia ideológica sobre su pensamiento que tendía a menospreciar la importancia del trabajo para la historia social general.
Engels afirmó que la explotación del hombre por el hombre, y la existencia de clases sociales devino una posibilidad, sólo en el punto de la historia en el que la productividad del trabajo excede a la necesaria para la propia subsistencia.
Engels sostenía que la antigua división igualitaria del trabajo dentro de la familia, entre cazadores y recolectoras, se transformó en una relación de poder a medida que el movimiento hacia el pastoralismo mejoró dramáticamente la posición del varón sin modificar la división del trabajo familiar. Ya que a medida que la riqueza aportada al hogar por la mujer con el trabajo doméstico disminuye en relación a la que aporta el hombre con el ganado, también se deteriora en términos relativos la posición de la mujer con respecto con el hombre. Además, con el surgimiento de la productividad del trabajo y la existencia de un producto excedente, la guerra se vuelve endémica con los robos de ganado y de hombres para ser usados como esclavos. Las guerras por el control de excedente generaron guerreros, y una nueva división entre hombres y mujeres. Esta división tuvo un carácter doble: por un lado algunos hombres se convirtieron en botines de guerra, creando una clase de trabajo no libre, mientras que una segunda división apareció dentro del grupo victorioso entre hombres más y menos poderosos.
Dah!
La teoría de la historia de Marx es siempre ridiculizada como una forma arquetípica del reduccionismo económico, por lo que parece casi una grosería señalar que el eje mismo de su proyecto envolvía el rechazo de la materialización de los conceptos de lo económico, lo político, lo sociológico, etc., como niveles distintos de la sociedad. Marx insistió a través de toda su vida en que era la producción, entendida como un proceso social, político e histórico, lo que se encontraba en el centro de la totalidad social. De esta forma, es el proceso de producción el centro de la historia y no así la economía.
Tal vez, la formulación clásica de este enfoque se encuentre en “La Ideología Alemana”: “...los hombres y las mujeres se diferencian de los animales a partir del momento en que comienzan a producir sus medios de vida”. Ellos insistieron en que al producir socialmente, estos “determinados individuos, que, como productores, actúan de un determinado modo, contraen entre sí relaciones sociales y políticas determinadas”.
Es así que, desde el principio, Marx y Engels contrapusieron su interpretación materialista de la historia a los modelos idealistas, en general, y mas específicamente a los que ellos percibían como el idealismo del círculo de los jóvenes hegelianos, en el cual la historia es la trama teológica del auto-desarrollo del mundo espiritual.
Una consecuencia clave de su demanda de que las generalizaciones históricas estén empíricamente fundadas, fue el rechazo tanto a las interpretaciones religiosas de la historia como a los enfoques crudamente materialistas. Marx y Engels argumentaron que fue solo a través de la historia que los hombres y las mujeres se crearon a sí mismos como seres sociales. Si la primera acción histórica es aquella cuyo objetivo es satisfacer ciertas necesidades, los seres humanos reales e históricos, a comparación a los trans-históricos, crearán nuevas necesidades. Al historizar las necesidades humanas de este modo, Marx historiza el concepto mismo de naturaleza humana: ya que si está en nuestra naturaleza aspirar a la satisfacción de nuestras necesidades, y si nuestras necesidades cambian a través de la historia, así cambia también nuestra naturaleza.
En consecuencia, Marx diferencia entre una “naturaleza humana” o una “forma de la especie” que es básica y trans-histórica, y una “naturaleza de la humanidad” o “ser social” que es más maleable.
Para entender la historia, debemos aprender a verla como un proceso de cambio y continuidad: algunas características trans-históricas de la humanidad se realizan en la historia bajo determinadas condiciones específicas. Cualquier historiador que subestima tanto las características comunes como las específicas de cualquier época, necesariamente producirá una historia inadecuada del período.
¿Sobre qué base deben buscarse y evaluarse los hechos? La respuesta general de Marx al problema del método histórico descansa en su antropología: si los hombres y las mujeres se diferencian de la naturaleza a través de la producción social, entonces las preguntas fundamentales sobre cualquier período histórico deben incluir aquellas referidas al tipo de producción que distingue a la etapa. En “El capital” decía que “hasta el momento, la historiografía ha prestado muy poca atención al desarrollo de la producción material, o sea, a la base de toda vida social y por tanto de toda vida real”.
Marx sugiere que el proceso de producción cambia a lo largo del tiempo, a pesar del hecho de que todas las épocas de la producción tienen ciertos rasgos comunes, existen cualidades específicas cuyos elementos no son generales y comunes sino que deben ser separados de las determinaciones válidas para la producción como tal, de modo que su diferencia esencial no sea olvidada.
Contra la idea de que es el consumo lo que determina la naturaleza de la producción, Marx sostuvo que mientras que el deseo de satisfacer las necesidades humanas es el comienzo de la historia, dado que el consumo no puede ocurrir sin que primero haya alguna forma de producción, y dado que el acto de producir crea nuevas necesidades tanto al interior del proceso de producción como para el productor, “producción y consumo son momentos de un proceso, en el que la producción es el verdadero punto de partida y por tanto también el momento predominante”.
El reduccionismo negaba el estudio de la historia mientras que el pluralismo intentaba descender hasta simples descripciones empiristas de eventos que tenían poco valor analítico. Las abstracciones de por sí, separadas de la vida real, carecen de todo valor. Solo pueden servir para facilitar la ordenación del material histórico, para indicar la sucesión en serie de sus diferentes estratos. Pero no ofrecen en modo alguno, como la filosofía, una receta o un patrón con arreglo al cual puedan aderezarse las épocas históricas.
Si dicen que el elemento económico es el único determinante, convertirá aquella proposición en una frase vacua y sin sentido. La situación económica es la base pero, pero los diversos factores de la superestructura ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y en muchos casos son predominantes en determinar su forma. Hay una interacción de todos estos elementos en el cual, en medio de todo un montón de accidentes, acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico.
Marxismo y evolucionismo.
Engels creyó en la evolución del hombre, pero a diferencia de Darwin ésta ocurre por la evolución del trabajo...
Darwin dice que el hombre evolucionó cuando su cerebro se agrandó y logró tener habilidades que le permitieron, entre otras cosas, caminar sobre sus dos pies, la transformación de sus manos permitieron la utilización de herramientas... para luego utilizar la caza de animales, etc.
Engels argumenta que las manos de nuestros ancestros los monos se liberaron, pudieron ser usadas de modo creciente para manejar herramientas; y una vez que la ventaja evolutiva dejo de residir en el uso de las manos para trepar, y en su lugar, se dirigió a favorecer a las manos que podían construir herramientas, entonces fue solo cuestión de tiempo para que las manos de los simios evolucionaran de un modo semejante a las de los humanos modernos.
Esta adaptación tuvo profundas consecuencias biológicas y culturales para la evolución ulterior de los humanos. Engels señala que el hombre social tuvo que haber evolucionado desde antepasados gregarios porque “...el desarrollo del trabajo tenía que contribuir forzosamente a agrupar aún más a los miembros de la sociedad. Los hombres llegaron a un punto en que tuvieron necesidad de decirse algo los unos a los otros”. El trabajo, por lo tanto, reforzó las tendencias hacia la evolución del comportamiento social, lo que incluye el desarrollo del lenguaje. Por último, el trabajo y el lenguaje constituyeron en conjunto los dos estímulos más importantes de la rápida expansión cerebral. Una inteligencia acrecentada y el saber tecnológico condujeron luego al desarrollo de una dieta más variada. La ampliación de una dieta apuntaló aún más la expansión del cerebro, los cuales facilitaron la conquista del fuego y la domesticación del ganado.
Engels sostenía que la incapacidad de Darwin para entender este proceso se debía a la influencia ideológica sobre su pensamiento que tendía a menospreciar la importancia del trabajo para la historia social general.
Engels afirmó que la explotación del hombre por el hombre, y la existencia de clases sociales devino una posibilidad, sólo en el punto de la historia en el que la productividad del trabajo excede a la necesaria para la propia subsistencia.
Engels sostenía que la antigua división igualitaria del trabajo dentro de la familia, entre cazadores y recolectoras, se transformó en una relación de poder a medida que el movimiento hacia el pastoralismo mejoró dramáticamente la posición del varón sin modificar la división del trabajo familiar. Ya que a medida que la riqueza aportada al hogar por la mujer con el trabajo doméstico disminuye en relación a la que aporta el hombre con el ganado, también se deteriora en términos relativos la posición de la mujer con respecto con el hombre. Además, con el surgimiento de la productividad del trabajo y la existencia de un producto excedente, la guerra se vuelve endémica con los robos de ganado y de hombres para ser usados como esclavos. Las guerras por el control de excedente generaron guerreros, y una nueva división entre hombres y mujeres. Esta división tuvo un carácter doble: por un lado algunos hombres se convirtieron en botines de guerra, creando una clase de trabajo no libre, mientras que una segunda división apareció dentro del grupo victorioso entre hombres más y menos poderosos.
Dah!
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Historia Social General,
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