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domingo, 30 de agosto de 2009


ahora si que no queda otra que estudiar

Teorico 10 Historia Social General:"Clase, crisis y estado"

El Estado capitalista está destinado a intervenir profundamente en la economía pero no en el nivel de relaciones de mercado sino en el mismo seno de la producción.
Se trata de ver la relación que hay entre la estructura interna del Estado (en este caso la burocracia) y la lucha de clases. Se explica la burocracia según Lenin y Weber.
Estos autores estudiaron el aparato estatal y sus estudios muestran coincidencias en los temas tratados pero diferencias en las conclusiones finales. Entre muchas cosas se preguntan si las masas pueden gobernar y controlar el estado, qué se puede hacer ante la acumulación de poder por parte de la burocracia, etc.

RAZONAMIENTO DE WEBER.
La primera observación de este autor se basa en la incompetencia del parlamento alemán. Para cambiar este defecto era necesario, en un principio, lograr un parlamento más fuerte. Sus conclusiones se basan por las siguientes proposiciones:
Proposición 1:
Mientras crece el capitalismo y la complejidad de la sociedad aumenta, es necesario que el Estado logre precisión, rapidez, subordinación absoluta, etc. Una administración racional es necesaria y esto conlleva a la BUROCRATIZACIÓN del aparato estatal.
Proposición 2:
Al crecer la burocracia, el poder de los burócratas aumenta a comparación de las organizaciones no burocráticas. Esto trae características en la organización burocrática que posibilitan su permanencia en el poder:
a) Eficacia práctica y dependencia burocrática.
b) El conocimiento técnico especializado usado por burócratas.
c) Secretos administrativos: sólo los burócratas saben el mecanismo que tiene el estado y esto debilita a aquellos que no lo saben, o sea, a la clase dominada.
Con más poder en los burócratas el pueblo tiene menos posibilidades de controlarlos. Sin embargo, es necesario un control sobre éstos mediante el implemento de instituciones reguladoras.
Proposición 3:
Si la cúspide administrativa pertenece a los burócratas, o sea, ellos tienen la capacidad de elegirse sin el consentimiento del pueblo, se tiende a la “irresponsabilidad e ineficacia” y la “influencia capitalista sobre el funcionamiento estatal”.
Weber piensa que hay que cambiar dos aspectos de los burócratas:
a) Hacer política siempre es lucha: se lucha por los fines y por el poder necesario para lograrlos. El problema es que el burócrata no tiene la capacidad para hacer política. “Hacer política” se entiende por la habilidad de formar alianzas, saber negociar, poner prioridades, etc.
b) La ineficacia e irresponsabilidad del Estado son el resultado de una incontrolada dominación burocrática. Se tiende a influenciarse a los intereses capitalistas en la administración del Estado. Weber argumenta que es necesario el reemplazo de burócratas por políticos profesionales en las altas posiciones administrativas.


Proposición 4:
Un parlamento fuerte y que funciones tiene tres tareas:
a) Supervisión administrativa: ofrece los medios institucionales para controlar eficazmente el poder ilimitado de la burocracia.
b) Creación de liderazgo: el parlamento selecciona políticos que sean trabajadores objetivos. De esta forma se garantiza el control de la administración, la educación y la formación de conductores aptos. Las formas de producir dirigentes políticos son:
I. Un parlamento fuerte supone una acumulación de poder. Esto atrae a personas con condiciones de líderes que quieren ese poder.
II. El proceso de batallas políticas cultiva el talento de reclutar aliados y conseguir un respaldo sólido, es decir, las capacidades de un político profesional.
III. “Selección natural” proveniente de la lucha competitiva por el poder lleva al ascenso de los más capacitados.
c) Responsabilidad política: Cuando los burócratas son elegidos sin lucha política no hay medio para responsabilizar sus actos. En una lucha política, el político se encuentra con críticas de enemigos y competidores.

Weber decía que la manera de lograr una estabilidad era con un parlamento. Los demás sistemas no garantizan la misma eficacia: monarquías, democracias positivas y democracias “activa de masas” (de las cuales Lenin aboga como la necesaria) promueven la burocracia.
La democracia activa de masas propone expandir la participación de la gente en la vida política. Dos principios de la democratización activa son:
I. Trabas al desarrollo de un “estamento de funcionarios” cerrado, favoreciendo el acceso general a los cargos.
II. Reducción al mínimo su poder de interés de la mayor amplitud posible de la influencia de la “opinión pública”.
La democracia activa de masas propone lugares vacantes y puestos revocables en cualquier instante. Sin embargo Weber dice que estas democracias pueden dominar a la burocracia siempre y cuando no tengan conflictos internos relacionados con los antagonismos políticos de sus integrantes.

RAZONAMIENTO DE LENIN.
Proposición 1:
El estado presenta la represión de una clase sobre otra. Por ejemplo: en el capitalismo la burguesía domina sobre el proletariado. El estado es un órgano de dominación de clase: una clase domina a la otra.
Proposición 2:
La república democrática está hecha de tal forma que es el medio perfecto para que el capitalismo influya sobre ésta. El parlamento promueve la dominación capitalista, es así porque legitima el orden social y la sociedad capitalista asegura que la burguesía controle el parlamento.
El control del parlamento se produce por dos características:
a) Mistificación: el parlamento da la sensación de poder elegido por el pueblo. Los representantes elegidos dominan el Estado pero en realidad no es así.
b) Control burgués del parlamento: Lenin dice que los parlamentos burgueses controlan a la sociedad excluyendo a los pobres de la vida política. Esto se logra con pequeñas trabas pero a la vez numerosas. Ejemplos de estas complicaciones son: la restricción de la mujer al voto, prohibición a la reunión en edificios públicos, etc. Lo único que los pobres pueden hacer es elegir cada varios años a las personas que en definitiva los va a dominar.
Proposición 3:
a) La burocracia es la estructura básica a través de la cual domina la clase capitalista.
b) La burocracia resulta funcional para el capitalismo: desde las revoluciones burguesas, el aparato burocrático se fue haciendo cada vez más fuerte. Este fortalecimiento se debió al aumento de poder de las clases proletarias. Es así que el Estado forma parte de la burguesía al reprimir a la clase obrera.
c) Separación entre la burocracia y el pueblo: para que la clase obrera sea la “clase dominante” es esencial que existan instituciones por las cuales el obrero pueda dominar.
Las características de la organización burocrática que apartan a las masas son:
I. Designación en vez de elección de puestos irrevocables.
II. Salarios altos y privilegios que crean la sensación de grandeza oficial.
III. Separación de la legislación con la actividad administrativa.
Proposición 4:
El socialismo exige la destrucción completa de las instituciones burguesas y su reemplazo por una dictadura del proletariado. De todas formas, la salida del parlamentarismo no exige abolir las instituciones representativas y la elegibilidad.
Las instituciones representativas continúan, pero desaparece el parlamentarismo como sistema especial, como división de trabajo legislativo y ejecutivo, como situación privilegiada para los diputados.
La dictadura del proletariado sigue formando un estado, y entendiendo a éste como un aparato opresor, en este caso la clase oprimida es la burguesía. Mientras, gradualmente se democratizan los cargos hasta que todo el pueblo esté en posición de cumplir funciones estatales.

COMPARACIONES:
Ambos autores parten de puntos diferentes: Weber se ocupa de las estructuras políticas, de los factores que hacen la eficacia y responsabilidad política; Lenin se ocupa de la relación de las estructuras del estado con los fines de clase que sirven. De todas formas ambos critican la dominación burocrática y las instituciones parlamentarias.
Los dos dicen que las organizaciones representativas débiles promueven el poder de la burocracia y que se necesitan organismos que funcionen. Pero su solución difiere cuando Weber aboga por un parlamento fuerte mientras que Lenin propone la disolución del parlamento burgués por una dictadura del proletariado.

Teorico Historia Social General:"La formacion de la clase obrera en inglaterra"

John Thelwall no era el único que veía en cada “manufactura” un centro potencial de rebelión política. La fábrica encarnaba una doble amenaza hacia el orden establecido. En primer lugar la de los propietarios de la riqueza industrial, aquellos advenedizos que gozaban de una injusta ventaja sobre los terratenientes cuyo ingreso dependía de los libros del registro de sus rentas. En segundo lugar, la amenaza de la población obrera industrial.
La correlación entre la fábrica de algodoneros y la nueva sociedad industrial, y la correspondencia entre las nuevas formas de relaciones de producción y sociales era algo común entre los observadores, entre 1790 y 0850. Y no sólo era el propietario de la fábrica lo que les parecía “nuevo” a los contemporáneos, sino también la población obrera que se había establecido en las fábricas y alrededor de ellas.
En las décadas de 1830 y 1840, los observadores todavía se sorprendían ante la novedad del “sistema fabril”. La máquina de vapor había “reunido a la población en densas masas”. Las consecuencias humanas de esas innovaciones son:

La población, como el sistema al que pertenece es nueva; pero está creciendo por momentos en extensión y fuerza. Es un agregado de multitudes, que nuestras ideas expresan con términos que sugieren algo amenazador y pavoroso. Hay poderosas energías que yacen inactivas en esas masas. La población manufacturera no es nueva únicamente en su formación: es nueva en sus hábitos de pensamiento y acción, que han sido conformados por las circunstancias de su condición, con porca instrucción, y menor guía, a partir de influencias exteriores.

Los observadores conservadores, radicales y socialistas sugerían la misma ecuación: la energía a vapor y la fábrica de algodoneros = la nueva clase obrera. Se veía a los instrumentos físicos de la producción dando lugar, de forma directa y más o menos compulsiva, a nuevas relaciones sociales, instituciones y formas culturales. Quizá sea la escala e intensidad de esa agitación popular multiforme la que, más que cualquier otra cosa, ha dado lugar a la sensación de algún cambio catastrófico.
La fábrica de algodoneros aparece no ya como el agente de la Revolución industrial, sino también de la social; produce no sólo las mercancías, sino también el propio movimiento obrero. La revolución industrial, que empezó como una descripción, se invoca hoy como una explicación.
El algodón fue, desde luego, la industria puntera de la RI, y la fábrica de algodón sirvió de modelo básico para el sistema fabril. Sin embargo, no deberíamos dar por sentada cualquier correspondencia automática, o demasiado directa, entre la dinámica del crecimiento económico y la dinámica de la vida social o cultural. Porque medio siglo después del “avance decisivo” de la fábrica de algodón los trabajadores fabriles seguían siendo una minoría de la fuerza de trabajo adulta en la propia industria del algodón.
La cuestión es importante, porque el énfasis exagerado en la novedad de las fábricas de los algodoneros puede conducir a una subestimación de la continuidad de las tradiciones políticas y culturales en la formación de las comunidades obreras. Muchas de sus ideas y formas de organización habían sido ya adoptadas por los trabajadores a domicilio. Y es discutible si la mano de obra fabril “formó el núcleo del movimiento obrero” antes de los últimos años de la década de 1840.
En muchas ciudades, el núcleo real de donde el movimiento obrero extrajo ideas, organización y líderes estaba constituido por zapateros, tejedores, talabarteros, libreros, impresores y pequeños comerciantes. El vasto mundo del Londres radical no sacó su fuerza de las principales industrias pesadas sino de la multitud de oficios y ocupaciones menores.
Esa diversidad de experiencias ha llevado a algunos autores a poner en duda tanto la noción de una “revolución industrial” como la de una “clase obrera”.
Cuando se han tomado todas las precauciones oportunas, el hecho destacable del período comprendido entre 1790 y 1830 es la formación de la clase obrera. Esto se revela:
1. En el desarrollo de la conciencia de clase; la conciencia de una identidad de intereses a la vez entre todos esos grupos diversos de población trabajadora y contra los intereses de otras clases.
2. En el desarrollo de las formas correspondientes de organización política y laboral.
La formación de la clase obrera es un hecho de historia política y cultural tanto como económica. No nació por generación espontánea del sistema fabril. Tampoco debemos pensar en una fuerza externa (la RI) que opera sobre alguna materia prima de la humanidad, indeterminada y uniforme, y la transforma, finalmente, en una “nueva estirpe de seres”.
En toda esa época hay tres grandes influencias que actúan simultáneamente. Está el tremendo crecimiento demográfico, la RI en sus aspectos tecnológicos y la contra-revolución política de 1792 y 1832.
Tanto el contexto político como la máquina de vapor tuvieron una influencia determinante sobre la conciencia y las instituciones de la clase obrera que se estaba configurando. El pueblo estaba sometido, a la vez, a una intensificación de dos tipos de relaciones intolerables: las de explotación económica y las de opresión política. Las relaciones entre patrón y obrero se volvían más estrictas y menos personales; aunque es cierto que eso aumentaba la libertad potencial del trabajador, puesto que el jornalero agrícola o el oficial en la industria doméstica estaba “situado a medio camino entre la condición de siervo y la condición de ciudadano”, esa “libertad” hacía que percibiese más su no libertad. Pero en cada uno de los aspectos que buscase para resistir la explotación, se enfrentaba con las fuerzas del patrono o del estado, y normalmente con las dos.
La mayor parte de los trabajadores sintió la crucial experiencia de la RI en términos de cambio en la naturaleza y en la intensidad de la explotación. Los obreros sufrían de injusticias a través de los cambios en el carácter de la explotación capitalista: la ascensión de una clase de patronos que no tenían autoridad tradicional ni obligaciones; la creciente distancia entre el patrono y el hombre; la transparencia de la explotación en el origen de su nueva riqueza y poder; el empeoramiento de la condición de trabajador y sobre todo su pérdida de independencia, su reducción de la dependencia total con respecto a los instrumentos de producción del patrono; la parcialidad de la ley; la descomposición de la economía tradicional familiar; la disciplina, la economía, las condiciones y las horas de trabajo; la pérdida del tiempo libre y las distracciones; la reducción del hombre a la categoría de un “instrumento”.
Algunos de los conflictos más ásperos de aquellos años versaron sobre temas que no están englobados por las series del “coste de vida”. Los temas que provocaron la mayor intensidad de sentimiento fueron aquellos en los que estaban en litigio valores como las costumbres tradicionales, justicia, independencia, seguridad o economía familiar, más que simple temas de “pan y mantequilla”.
La relación de explotación puede verse que adopta formas distintas en contextos históricos diferentes, formas que están en relación con las formas correspondientes de propiedad y poder del Estado. La relación de explotación clásica de RI es despersonalizada, en el sentido de que no se admiten obligaciones durables de reciprocidad: de paternalismo o deferencia, o de intereses de “oficio”. El antagonismo se acepta como intrínseco a las relaciones de producción. Las funciones de dirección o supervisión exigen la represión de todos los atributos excepto aquellos que promueven la expropiación del máximo valor excedente del trabajo. El trabajador se ha convertido en un instrumento, o una entrada entre las demás partidas de coste.
Se hablaba de los patronos, no como un agregado de individuos, sino como una clase. Como clase, “ellos” les denegaban los derechos políticos a los obreros. Si había una relación comercial, “ellos” recortaban sus salarios. Si el comercio mejoraba, tenía que luchar contra “ellos” para obtener cualquier porción de mejora. Si la comida era abundante, “ellos” tenían beneficio. Si era escasa su beneficio era mayor. “Ellos” conspiraban sobre la relación esencial de explotación, dentro de la cual todos los hechos tenían validez. Verdaderamente había fluctuaciones de mercado, malas cosechas y todo lo demás; pero mientras que la experiencia de la explotación intensificada era constante, las causas de las penurias eran variables. Éstas afectaban a la población obrera, no de forma directa, sino a través de la refracción de un sistema particular de propiedad y poder que distribuía las ganancias y las pérdidas con una gran parcialidad.
Los historiadores sociales del período más fecundos se han tropezado con la severa crítica de una notable empirista, y finalmente ambas partes han cedido terreno. En la actualidad, si bien ningún investigador serio está dispuesto a sostener que todo iba peor, tampoco está dispuesto a decir que todo estaba mejor. Tanto Wobsbawm como Ashton coinciden en que los salarios reales disminuyeron durante las guerras napoleónicas y sus consecuencias inmediatas.
De hecho, por lo que se refiere al período 1790-1830, hay muy pocas mejoras. La situación de la mayoría era mala en 1790, y siguió siendo mala en 1840, pero existe algún desacuerdo en cuanto al tamaño de los grupos relativos dentro de la clase obrera.

Teorico 5, Historia Social General:"Mas alla del capital"

¿Por qué Marx? Una historia de El Capital.
En su núcleo, el marxismo rechaza toda sociedad basada en la explotación y que impida el desarrollo total del potencial humano. Que las dediciones sociales sean dictadas por la ganancia privada en lugar de las necesidades humanas es uno de los motivos por los que los marxistas se oponen al capitalismo. Que los recursos sean subutilizados y las personas desempleadas cuando podrían ser usados para producir lo que necesita la humanidad; que nuestro ambiente natural, condición básica de nuestra existencia, pueda ser destruido racionalmente buscando sólo satisfacer el interés privado; que podamos hablar de justicia cuando la propiedad de los medios de producción permite a una pequeña parte de la sociedad obligar al resto a trabajar bajo condiciones inhumanas; en fin, todas estas características “racionales” del capitalismo son para los marxistas algo inherente a la misma naturaleza del capital y son parte de las razones para luchar por ir más allá del capital.

Relaciones de producción capitalistas.
El capitalismo es una economía de mercado pero sus condiciones históricas no sólo son la existencia de mercancías y dinero sino también que el trabajador libre esté disponible “en el mercado como vendedor de su fuerza de trabajo” y “deba ofrecer como mercancía su fuerza de trabajo misma”. Por lo tanto “la relación capitalista es una relación que domina la producción y en que, por lo tanto, el obrero aparece en el mercado como vendedor y el capitalista como comprador”.
Para que aparezcan estas relaciones es necesario:
• Que el obrero esté libre: que tiene derecho de propiedad sobre su propia fuerza de trabajo, en un “propietario libre”.
• Que los medios de producción hayan sido separados de los productores, y de este modo el trabajador es libre de todos los medios de producción que podrían permitirle producir y vender otra cosa que no sea su fuerza de trabajo.
• Que a los capitalistas no les de lo mismo dar en alquiler medios de producción que comprar fuerza de trabajo, es decir, que el capital haya tomado posesión de la producción.
Los capitalistas tienen por objeto entrar en la esfera de la circulación con cierto valor del capital en forma de dinero para comprar mercancías y luego vender mercancías por más dinero. Se trata de obtener un valor adicional: un plusvalor.
La acción del capital no puede tener otro fin que el enriquecimiento, es decir, el aumento y la incrementación de sí mismo. Por propia naturaleza, el capital siempre está buscando y luchando por expandirse.
La esencia de esta historia es que el capital por su misma naturaleza tiene un impulso a crecer que constantemente crece contra las barreras, tanto las externas como las que le son inherentes, y que el capital empuja constantemente más allá de esas barreras, proponiéndose crecer otra vez.
Consideremos las relaciones capitalistas, donde el trabajador vende su capacidad de trabajar al capitalista. Dado que carece de los medios de producción para asociarlos con su fuerza de trabajo, ésta no tiene un valor de uso para él. Por eso, la ofrece como una mercancía para adquirir el equivalente social del trabajo que hay en su interior (su valor en la forma de dinero). Así el trabajador recibe dinero y el capitalista pasa a usar su fuerza de trabajo.
Pero en la compra y venta de fuerza de trabajo hay algo más. A diferencia de otras mercancías, la capacidad de trabajar no es separable de su vendedor: después de todo, la fuerza de trabajo sólo existe en el cuerpo vivo del trabajador. Así, en lugar de una mercancía separable, lo que en realidad ha vendido el trabajador es un derecho especial de propiedad: el derecho a disponer de su capacidad para trabajar durante un tiempo específico.
Hay otra diferencia respecto de esta transacción particular: el comprador. La razón por la que el capitalista compra fuerza de trabajo no es simplemente consumirla. Lo que quiere el capital es valor agregado, el plusvalor. “El único valor de uso, que puede ser realmente útil para el capital es que puede aumentarlo, multiplicarlo y, por lo tanto, mantenerlo como capital”.

La esfera de la producción capitalista.
Luego de que el capitalista compra su fuerza de trabajo, el obrero trabaja bajo el control del capitalista a quien pertenece el trabajo de aquél. El objetivo del capitalista determina la naturaleza y el propósito de la producción. El capitalista tiene este poder sobre los trabajadores porque ese es el derecho de propiedad que compró: el derecho a disponer de su capacidad de trabajar.
En segundo lugar, el producto es propiedad del capitalista, no del productor directo, del obrero. O sea que los obreros no tienen derechos de propiedad sobre el producto resultante de su actividad. Le han vendido al capitalista lo único que les daría un derecho, su capacidad de trabajar. El capitalista es el legítimo propietario: puede exigir la creación de plustrabajo y también cosechar su recompensa.
¿Cómo logra el capitalista la realización del plustrabajo? La historia, por supuesto, comienza con esa transacción en la esfera de la circulación, donde el trabajador no tiene otra alternativa que vender su fuerza de trabajo y el capitalista sólo compra esa fuerza si esta puede ser una fuente de plusvalor. Sin embargo, este acto sólo sucede en la esfera de la producción capitalista, donde el trabajador trabaja bajo el control del capitalista. Usando se poder para extender o intensificar la jornada de trabajo e incrementando el nivel de productividad, la tasa de explotación y la tasa de plusvalor.
La producción capitalista comienza cuando el capital subsume formalmente a los trabajadores comprándoles su fuerza de trabajo. En el seno de esta “relación coactiva” el capitalista ahora da órdenes al trabajador.
Al plusvalor resultante de un aumento de la jornada de trabajo se designa como plusvalor absoluto, porque su mismo incremento, su tasa de crecimiento y todo su incremento es al mismo tiempo un incremento absoluto de valor creado, “de valor producido”.
Dado el impulso a crecer del capital, se entiende que el capital tratará de extender la jornada de trabajo sin límites, su impulso es a “absorber la mayor cantidad posible de plus trabajo”.
Pero contra la tendencia del capital a crecer de este modo hay barreras obvias. El día sólo tiene 24 horas y no puede ser extendido más allá de eso. Además, dentro de esas 24 horas el trabajador necesita tiempo para descansar y revivir. Pero la sociedad forzó al capital a encontrar otro camino para crecer a raíz de la resistencia de los trabajadores a la extensión de la jornada de trabajo, el largo período de lucha de clases en el que los trabajadores trataron de mantener una jornada normal.
Esto obliga al capital crecer de otro modo: reduciendo el trabajo necesario a través de incrementos en la productividad del trabajo. Al acrecentamiento del plusvalor sobre esta base, en la que el tiempo de trabajo necesario de la jornada laboral es “reducido produciendo el equivalente de los salarios en un tiempo más corto”: plusvalor relativo.
Inicialmente, el capital alteró el modo de producción introduciendo la manufactura (el desarrollo de nuevas divisiones del trabajo). Como resultado de las nuevas formas de cooperación y especialización individual dentro del organismo que se convirtió en el taller capitalista, la productividad del trabajo avanzó mucho. De todas formas, la producción siguió dependiendo de obreros calificados, cuyo período de aprendizaje era prolongado. Más tarde, con la introducción de maquinaria cayeron “las barreras que ese mismo principio oponía aún a la dominación del capital”.
Fue un cambio adecuado para el capital en tanto se rebasaban las barreras al desarrollo de la productividad y a la generación de plusvalor en el interior de la producción. La producción es transformada en un proceso de “aplicación tecnológica de la ciencia”. Además de incrementar la productividad, la máquina permite la intensificación de la jornada de trabajo.

La esfera de circulación capitalista.

Una vez el plusvalor está producido, sólo queda integrarlo a la esfera de circulación: debe venderse la mercancía. La circulación del capital puede resumirse así:



Partiendo de su forma dinero (D), el capital ha comprado fuerza de trabajo (T) y la pone a trabajar junto a los medios de producción, generando en ese proceso de producción (P) mercancías con plusvalor (T’), pero si se quiere realizar ese plusvalor potencial, esas mercancías deben pegar el salto mortal de T’ a D’. Este ciclo se repite al infinito.
Mientras que primero parecía que los únicos obstáculos al crecimiento del capital residían en la esfera de producción, ahora resulta que el capital por su misma naturaleza, enfrenta barreras adicionales a su crecimiento; esta vez en la esfera de la circulación.
El concepto de este capital, expansivo y creciente, requiere en forma inmanente la “creación de nuevo consumo”, de tres maneras:
• Ampliación cuantitativa del consumo existente.
• Creación de nuevas necesidades, mediante la extensión de las necesidades ya existentes en un círculo más amplio.
• Creación de nuevas necesidades, descubrimientos y producción de nuevos valores de uso.
El problema del capital en la esfera de circulación no es sólo expandirla sino que tiende a expandir la producción del plusvalor más allá de su capacidad de realizar ese plusvalor. El resultado es la tendencia hacia la “superproducción, contradicción fundamental del capital una vez desarrollado”.
La superproducción surge precisamente porque el consumo de los trabajadores “no crece en la misma medida que la productividad del trabajo”. Su resultado son las crisis periódicas.
De este modo el capital produce su propio límite específico. No está interesado en la producción, salvo que sea una producción rentable, de plusvalor que pueda ser realizado. Si tiene demasiado éxito en aumentar el plustrabajo, entonces sufre de plus producción, y entonces se interrumpe el trabajo necesario, pues el plustrabajo no puede ser realizado por el capital”.

Teorico 4 Historia Social General:"La ideologia alemana"

La ideología en general y la ideología alemana en particular.
Según la filosofía hegeliana, las relaciones entre los hombres, todos sus actos y su modo de conducirse, sus trabas y sus barreras, son otros tantos productos de su conciencia. Sin embargo, este pensamiento no une la filosofía con la realidad empírica, el mundo material que la rodea.
Las premisas del que parte el materialismo histórico no tienen nada de arbitrario, no son ninguna clase de fundamentos, sino premisas reales, de las que sólo es posible abstraerse en la imaginación. Son los individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto aquellas con que se han encontrado como las engendradas por su propia acción. Estas premisas pueden comprobarse por la vía empírica.
La primera premisa de toda historia humana es la existencia de individuos humanos vivientes. El primer estado de hecho comprobable es, por lo tanto, la organización corpórea de estos individuos y, como consecuencia, el comportamiento hacia el resto de la naturaleza.
Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste que se haya condicionado por su organización corporal. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material.
El modo como los hombres producen sus medios de vida depende de la naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran y que se trata de reproducir. Este modo de producción no debe considerarse solamente en cuánto es la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos.
Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción. Esta producción sólo aparece al multiplicarse la población. Y presupone, a su vez, un intercambio entre los individuos. La forma de este intercambio se haya condicionada, a su vez, por la producción.
Las relaciones entre los Estados depende de cuánto hayan desarrollado sus fuerzas productivas, la división del trabajo y el intercambio interior.

La división del trabajo es la separación del trabajo industrial y comercial con respecto al trabajo agrícola y esto conlleva en la separación de la ciudad y el campo. Al mismo tiempo, la división del trabajo dentro de estas diferentes ramas conduce, a su vez, a la formación de diversos sectores entre los individuos que cooperan en determinados trabajos.
Cada etapa de la división del trabajo determina las relaciones de los individuos entre sí, en lo que se refiere al material, el instrumento y el producto del trabajo.
La primera forma de la propiedad es la propiedad de la tribu. Esta forma de propiedad corresponde a la fase incipiente de la producción en que un pueblo se nutre de la caza y la pesca, de la ganadería y agricultura. En esta fase la división del trabajo se encuentra muy poco desarrollada y no es más que la extensión de la división natural del trabajo en la familia.
La segunda forma está representada por la antigua propiedad comunal y estatal, que brota como resultado de la fusión de diversas tribus para formar una ciudad, junto a la propiedad comunal, va desarrollándose la propiedad privada mobiliaria e inmobiliaria. La división del trabajo aparece ya desarrollada. Nos encontramos ya con la contradicción entre la ciudad y el campo y, más tarde, entre los estados que representan los intereses de la vida urbana y los de la vida rural.
La tercera forma es la de la propiedad feudal o por estamentos. Así como la Antigüedad partía de la ciudad, la Edad Media tenía como punto de partida el campo.
También esta etapa, como la propiedad de la tribu y la comunal, en una comunidad, pero a ésta no se enfrentan ahora, en cuanto a clase productora, los esclavos, como ocurría en la sociedad antigua, sino los campesinos siervos de la gleba. Y, a la par con el desarrollo completo del feudalismo, aparece la contraposición del campo con respecto a la ciudad. La organización jerárquica de la propiedad territorial, y en relación con ello, las armadas le daba el poder de la nobleza sobre los siervos.
Su equivalente en la ciudad fue la propiedad corporativa, la organización feudal del artesanado. Aquí, la propiedad era el trabajo de cada uno. La necesidad de asociarse para hacer frente a la nobleza asociada se reflejó en el surgimiento de diversos gremios.

La producción de las ideas y representaciones, de la conciencia, aparece al principio directamente entrelazada con la actividad material y el comercio material de los hombres, como el lenguaje de la vida real. Las representaciones, los pensamientos, el comercio espiritual se presentan como emanación directa de su comportamiento material. Los hombres son productores de sus representaciones, de sus ideas, etc. La conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de vida real.
Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan para llegar al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia.

Historia.
La primera premisa de la historia humana es que los hombres se hallen en condiciones de poder vivir. Para vivir hace falta comer, beber, tener un techo, etc.
El primer hecho histórico es la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, o sea, la producción de la vida material misma. Es una necesidad que desde el principio de los tiempos necesita cumplirse todos los días y a todas horas.
Lo segundo es que la satisfacción de esta primera necesidad, la acción de satisfacerla y la adquisición del instrumento necesario para ello conducen a nuevas necesidades.
El tercer factor que interviene de antemano en el desarrollo histórico es el de que los hombres que renuevan diariamente su propia vida comienzan al mismo tiempo a crear a otros hombres, a procrear: se crean las familias. Estas familias, que al principio constituyen la única relación social, más tarde, cuando las necesidades se multiplican, crean nuevas relaciones sociales.
La producción de la vida, se manifiesta inmediatamente como una doble relación (una relación natural y una social). Social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos (por cualquier fin y en cualquier modo). Un determinado modo de producción o una fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperación que es, a su vez, una “fuerza productiva”; que la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que, por lo tanto, la “historia de la humanidad” debe estudiarse siempre en contexto con la historia de la industria y el intercambio.
Por otro lado, la división del trabajo sólo se convierte en verdadera división a partir del momento en que se separan el trabajo físico y el intelectual. Esta división produce la distribución desigual, tanto cuantitativa como cualitativamente, del trabajo y de sus productos.
La división del trabajo lleva aparejada, además, la contradicción entre el interés del individuo concreto o de una determinada familia y el interés común de todos los individuos relacionados entre sí, interés común que no existe tan sólo en la idea, como algo “general”, sino que se presenta en la realidad, ante todo, como una relación de mutua dependencia de los individuos entre quienes aparece dividido el trabajo.
La concepción de la historia consiste en exponer el proceso real de producción, partiendo para ello de la producción material de la vida inmediata. Se trata de no explicar la práctica partiendo de la idea, sino de explicar las formaciones ideológicas sobre la base de la práctica material.


Dah!

Teorico 3 Historia Social General:"Reflexiones sobre la teoria de la historia de Marx"

Producción e historia.
La teoría de la historia de Marx es siempre ridiculizada como una forma arquetípica del reduccionismo económico, por lo que parece casi una grosería señalar que el eje mismo de su proyecto envolvía el rechazo de la materialización de los conceptos de lo económico, lo político, lo sociológico, etc., como niveles distintos de la sociedad. Marx insistió a través de toda su vida en que era la producción, entendida como un proceso social, político e histórico, lo que se encontraba en el centro de la totalidad social. De esta forma, es el proceso de producción el centro de la historia y no así la economía.
Tal vez, la formulación clásica de este enfoque se encuentre en “La Ideología Alemana”: “...los hombres y las mujeres se diferencian de los animales a partir del momento en que comienzan a producir sus medios de vida”. Ellos insistieron en que al producir socialmente, estos “determinados individuos, que, como productores, actúan de un determinado modo, contraen entre sí relaciones sociales y políticas determinadas”.
Es así que, desde el principio, Marx y Engels contrapusieron su interpretación materialista de la historia a los modelos idealistas, en general, y mas específicamente a los que ellos percibían como el idealismo del círculo de los jóvenes hegelianos, en el cual la historia es la trama teológica del auto-desarrollo del mundo espiritual.
Una consecuencia clave de su demanda de que las generalizaciones históricas estén empíricamente fundadas, fue el rechazo tanto a las interpretaciones religiosas de la historia como a los enfoques crudamente materialistas. Marx y Engels argumentaron que fue solo a través de la historia que los hombres y las mujeres se crearon a sí mismos como seres sociales. Si la primera acción histórica es aquella cuyo objetivo es satisfacer ciertas necesidades, los seres humanos reales e históricos, a comparación a los trans-históricos, crearán nuevas necesidades. Al historizar las necesidades humanas de este modo, Marx historiza el concepto mismo de naturaleza humana: ya que si está en nuestra naturaleza aspirar a la satisfacción de nuestras necesidades, y si nuestras necesidades cambian a través de la historia, así cambia también nuestra naturaleza.
En consecuencia, Marx diferencia entre una “naturaleza humana” o una “forma de la especie” que es básica y trans-histórica, y una “naturaleza de la humanidad” o “ser social” que es más maleable.
Para entender la historia, debemos aprender a verla como un proceso de cambio y continuidad: algunas características trans-históricas de la humanidad se realizan en la historia bajo determinadas condiciones específicas. Cualquier historiador que subestima tanto las características comunes como las específicas de cualquier época, necesariamente producirá una historia inadecuada del período.
¿Sobre qué base deben buscarse y evaluarse los hechos? La respuesta general de Marx al problema del método histórico descansa en su antropología: si los hombres y las mujeres se diferencian de la naturaleza a través de la producción social, entonces las preguntas fundamentales sobre cualquier período histórico deben incluir aquellas referidas al tipo de producción que distingue a la etapa. En “El capital” decía que “hasta el momento, la historiografía ha prestado muy poca atención al desarrollo de la producción material, o sea, a la base de toda vida social y por tanto de toda vida real”.
Marx sugiere que el proceso de producción cambia a lo largo del tiempo, a pesar del hecho de que todas las épocas de la producción tienen ciertos rasgos comunes, existen cualidades específicas cuyos elementos no son generales y comunes sino que deben ser separados de las determinaciones válidas para la producción como tal, de modo que su diferencia esencial no sea olvidada.
Contra la idea de que es el consumo lo que determina la naturaleza de la producción, Marx sostuvo que mientras que el deseo de satisfacer las necesidades humanas es el comienzo de la historia, dado que el consumo no puede ocurrir sin que primero haya alguna forma de producción, y dado que el acto de producir crea nuevas necesidades tanto al interior del proceso de producción como para el productor, “producción y consumo son momentos de un proceso, en el que la producción es el verdadero punto de partida y por tanto también el momento predominante”.
El reduccionismo negaba el estudio de la historia mientras que el pluralismo intentaba descender hasta simples descripciones empiristas de eventos que tenían poco valor analítico. Las abstracciones de por sí, separadas de la vida real, carecen de todo valor. Solo pueden servir para facilitar la ordenación del material histórico, para indicar la sucesión en serie de sus diferentes estratos. Pero no ofrecen en modo alguno, como la filosofía, una receta o un patrón con arreglo al cual puedan aderezarse las épocas históricas.
Si dicen que el elemento económico es el único determinante, convertirá aquella proposición en una frase vacua y sin sentido. La situación económica es la base pero, pero los diversos factores de la superestructura ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y en muchos casos son predominantes en determinar su forma. Hay una interacción de todos estos elementos en el cual, en medio de todo un montón de accidentes, acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico.


Marxismo y evolucionismo.
Engels creyó en la evolución del hombre, pero a diferencia de Darwin ésta ocurre por la evolución del trabajo...
Darwin dice que el hombre evolucionó cuando su cerebro se agrandó y logró tener habilidades que le permitieron, entre otras cosas, caminar sobre sus dos pies, la transformación de sus manos permitieron la utilización de herramientas... para luego utilizar la caza de animales, etc.
Engels argumenta que las manos de nuestros ancestros los monos se liberaron, pudieron ser usadas de modo creciente para manejar herramientas; y una vez que la ventaja evolutiva dejo de residir en el uso de las manos para trepar, y en su lugar, se dirigió a favorecer a las manos que podían construir herramientas, entonces fue solo cuestión de tiempo para que las manos de los simios evolucionaran de un modo semejante a las de los humanos modernos.
Esta adaptación tuvo profundas consecuencias biológicas y culturales para la evolución ulterior de los humanos. Engels señala que el hombre social tuvo que haber evolucionado desde antepasados gregarios porque “...el desarrollo del trabajo tenía que contribuir forzosamente a agrupar aún más a los miembros de la sociedad. Los hombres llegaron a un punto en que tuvieron necesidad de decirse algo los unos a los otros”. El trabajo, por lo tanto, reforzó las tendencias hacia la evolución del comportamiento social, lo que incluye el desarrollo del lenguaje. Por último, el trabajo y el lenguaje constituyeron en conjunto los dos estímulos más importantes de la rápida expansión cerebral. Una inteligencia acrecentada y el saber tecnológico condujeron luego al desarrollo de una dieta más variada. La ampliación de una dieta apuntaló aún más la expansión del cerebro, los cuales facilitaron la conquista del fuego y la domesticación del ganado.
Engels sostenía que la incapacidad de Darwin para entender este proceso se debía a la influencia ideológica sobre su pensamiento que tendía a menospreciar la importancia del trabajo para la historia social general.
Engels afirmó que la explotación del hombre por el hombre, y la existencia de clases sociales devino una posibilidad, sólo en el punto de la historia en el que la productividad del trabajo excede a la necesaria para la propia subsistencia.
Engels sostenía que la antigua división igualitaria del trabajo dentro de la familia, entre cazadores y recolectoras, se transformó en una relación de poder a medida que el movimiento hacia el pastoralismo mejoró dramáticamente la posición del varón sin modificar la división del trabajo familiar. Ya que a medida que la riqueza aportada al hogar por la mujer con el trabajo doméstico disminuye en relación a la que aporta el hombre con el ganado, también se deteriora en términos relativos la posición de la mujer con respecto con el hombre. Además, con el surgimiento de la productividad del trabajo y la existencia de un producto excedente, la guerra se vuelve endémica con los robos de ganado y de hombres para ser usados como esclavos. Las guerras por el control de excedente generaron guerreros, y una nueva división entre hombres y mujeres. Esta división tuvo un carácter doble: por un lado algunos hombres se convirtieron en botines de guerra, creando una clase de trabajo no libre, mientras que una segunda división apareció dentro del grupo victorioso entre hombres más y menos poderosos.



Dah!

Teorico 1 Historia Social General:"Iniciacion al vocabulario historico"

Los diversos contenidos del término “Historia”.
El término “historia” presenta un doble sentido: “historia” designa a la vez el conocimiento de una materia y la materia de este conocimiento. O sea que si hablamos de la historia de Francia pensamos en un conjunto de hechos pasados producidos por un grupo de personas organizados que lleva actualmente ese nombre; pero también entendemos por tal nuestros manuales escolares corrientes.
La historia no se repite, es por eso que los historiadores pueden sólo suponer un conjunto de hechos: “si pasara esto resulta aquello”, pero con la limitación de no poder demostrar su hipótesis.
Fidel Castro tituló la defensa que él mismo pronunció ante el tribunal encargado de juzgarle por el intento de asalto al cuartel Moncada: “La historia me absolverá”. En efecto, esta frase puede significar que: el tribunal va a condenarlo pero el recuerdo colectivo que se conservará del hecho acabará siéndole favorable.
Igualmente, el juicio moral del recuerdo colectivo corre el riesgo de no ser en la realidad más que el de la historiografía dominante. Si Fidel Castro no hubiera hecho triunfar la revolución cubana, no se sabría cuándo hubiera sido revisada su condena. Sólo quedan hipótesis.
La historia tiene dos pilares fundamentales: la política y la sociología. Estos dos aspectos forman la llamada Materia de la Historia, estudiados por los historiadores casi siempre de manera empírica. Entonces hay dos posiciones posibles: una consiste en encerrar al historiador en el terreno de lo empírico y de lo incierto, características de los acontecimientos políticos. La otra consiste en llevarlo hacia un análisis sociológico con la profundidad necesaria para eliminar la apariencia de incertidumbre de la mayor parte posible de los hechos sociales.
La primera posición ha sido perteneciente a los historiadores positivistas, preocupados exclusivamente en hacer un relato exacto de los acontecimientos (políticos, militares y diplomáticos). Esta corriente no trata de dibujar grandes rasgos y de medir las fuerzas profundas, su propósito es ir a las causas inmediatas, Ej.: el atentado en Sarajevo es la “causa” de la 1ra guerra mundial. También se argumenta que esta corriente trata de revivir el pasado político.
Sin embargo existe otra corriente de pensamiento histórico. Ésta no trata de revivir el pasado sino de comprenderlo. Desconfía de los documentos brutos y de los juicios probables y relativos. El sentido esencial de la investigación causal del historiador consiste en dibujar los grandes rasgos del relieve histórico, así se permite formar un contexto que permite entender de manera mas exacta los sucesos.
Hay tres grandes conceptos de la historia-conocimiento:
1. Para muchos, la materia de la historia es cualquier cosa pasada y “saber historia” consiste en memorizar el mayor número posible de estos hechos dispares.
2. Para otros, es el terreno de los hechos destacados, conservados por la tradición y debidamente controlados por documentos.
3. Finalmente, otros piensan que no sólo son los hechos destacados los que son historia sino básicamente todo. Argumentan que los rasgos de la evolución humana han dependido por el resultado de numerosos hechos anónimos: movimientos de población, capacidad de producción, aparición de las instituciones, etc.

Las etapas de la historia como modo de conocimiento.
Tanto en el caso de los grupos como en el de las personas, la memoria no registra, reconstruye. Las formas primitivas de la historia son el mito, que tiene su lógica interna, y la crónica, que relata los acontecimientos desde el punto de vista de intereses específicos.
Las crónicas consignan los acontecimientos relevantes (generalmente políticos y militares) de una época (generalmente de un “reinado”). Son a menudo los primeros testimonios escritos del pasado y, por lo tanto, los primeros documentos de la historia propiamente dicha.
La evocación literaria ha respondido también, al margen de toda regla científica, a la necesidad de conocimiento del pasado que ya hemos señalado. Esto mismo ha favorecido los embellecimientos, las invenciones, la retórica, el moralismo y las apologías religiosas, políticas y nacionales. Las crónicas y las memorias son preferibles a la evocación literaria porque tienen un valor de fuente y sus vinculaciones nos son conocidas.

Exigencias científicas en la definición y en la práctica de la historia en el S. XVI
Para el Occidente europeo la preocupación científica en cuestión de la historia nace entre el último cuarto del siglo XV y el último cuarto del siglo XVI. Existieron dos categorías de preocupaciones históricas.
1. La preocupación crítica: consiste en no aceptar la existencia de un hecho, la autenticidad de un texto, hasta después de verificaciones infructuosas. Se manifiestan al momento de descubrirse textos sagrados.
2. La preocupación constructiva: consiste en elegir un tipo determinado de hechos, en confrontarlos y buscar las correlaciones, con el fin de resolver un problema planteado por el pasado humano (problema económico, social, espiritual, etc.). Se manifiesta cuando los sabios, los filósofos y los juristas aplican las investigaciones eruditas a la solución de un problema, incluso cuando éste es secundario y parcial.

Tipos de hechos históricos.
Los diversos hechos en su conjunto forman la materia histórica. Existen tres clases de hechos históricos:
1. Los hechos en masa: demografía, economía, masa de los pensamientos y de las creencias (fenómenos de “mentalidades” y “opinión”).
2. Los hechos institucionales: más superficiales pero más rígidos, que tienden a fijar las relaciones humanas dentro de marcos existentes: derecho civil, constituciones políticas, tratados internacionales, etc.
3. Los acontecimientos: aparición y desaparición de personajes, de grupos económicos y políticos, que toman medidas, decisiones, desencadenan acciones, movimientos de opinión, que ocasionan hechos precisos: modificaciones de los gobiernos, la diplomacia, cambios pacíficos o violentos, etc.

Proposiciones cruciales de la teoría global de Marx.
El historiador plantea cuestiones y resuelve problemas: cuándo, por qué, cómo, en qué medida… se modifican los elementos de la economía, de las sociedades y de las instituciones. Éste tiene que poder distinguir los hechos de evolución muy lenta (estructuras geográficas, mentalidades religiosas, etc.), los ritmos espontáneos (ciclos coyunturales de la economía) y los simples acontecimientos.
Estas distinciones justifican diversas técnicas: análisis estructural, coyuntural y de contenido. Pero estas técnicas sólo adquieren su sentido dentro del marco de la teoría global que permita pasar del análisis económico-estadístico a la “historia razonada”.
Las preposiciones cruciales de Marx son:
1. En los orígenes de cualquier desarrollo histórico duradero se sitúa un desarrollo de las fuerzas de producción. Hay que observar:
a) en un grupo y tiempo dado, el número de hombres y mujeres y su división en sexo, edad, ocupación, etc.
b) para el mismo grupo y durante el mismo período de tiempo, las modificaciones ocurridas en las técnicas de producción (agricultura, industria, transportes) y, además, de la fuerza productiva del trabajo: la habilidad media de los trabajadores, desarrollo de la ciencia, eficacia de los medios de producción, etc.
2. Estas fuerzas productivas entran en funcionamiento en una sociedad que se caracteriza por las relaciones sociales y humanas creadas alrededor de estos medios de producir (relaciones sociales de producción). Las tierras, los campos, las herramientas, las fuentes de energía, las máquinas, etc., son los “medios de producción” que utiliza la fuerza del trabajo de los hombres.
3. Es necesario guiarse por el conocimiento teórico del modo de producción dominante en la época observada, y entendemos por ello a la lógica del funcionamiento social, la totalidad de las relaciones sociales observadas en su interdependencia.
Merece la pena disponer de un modelo teórico que exprese esta lógica de funcionamiento, aunque sólo sea para ver hasta qué punto refleja el mayor número de hechos observados.

Dah!

miércoles, 26 de agosto de 2009


PARA LOS DESESPERETIII SUBI TODOS LOS RESUMENES DE HISTORIA QUE TENGO ESPERO QUE LES SIRVAN :)




agradezcan manga de RATAAAS

Practico 1 Historia Social General"Las formas de organizacion colectiva:"Estado y Nacion

Orígenes del estado.
¿Qué es un estado? “Estado se refiere, en su sentido más amplio, a un conjunto de instituciones que poseen los medios de coerción legítima, y los ejercen en un territorio definido y sobre su población. El estado monopoliza la fijación de reglas en su territorio por medio de un gobierno organizado”.
Existen tres características fundamentales del estado:
a) Una población que habita en un territorio definido y que reconoce un órgano supremo de gobierno que le es común.
b) Este órgano es servido por personal especializado: funcionarios civiles para ejecutar las decisiones y fuerzas militares que las hacen cumplir, si es necesario, y que protegen los miembros de esta asociación se otras parecidas.
c) Esta entidad es reconocida por otras, constituidas de forma similar, como independiente en lo que se refiere a su actuación sobre la población que habita en su territorio, es decir sobre sus súbditos.
Pero estas condiciones no se han dado siempre de manera tan clara. Muchos estados del pasado tenían territorios mal definidos, órganos del gobierno poco diferenciados y el reconocimiento de su soberanía era irregular e intermitente.
El estado, entendido como la forma de organización civil de las colectividades humanas estables, es muy antiguo y nace cuando grupos de hombres más numerosos que los que componen una tribu se coordinan bajo un mando único. En el mundo antiguo conocemos las ciudades-estado de la Mesopotamia y de Grecia, el imperio egipcio, el imperio romano. Todos estos son estados: en cada caso hay un territorio con unos límites y un poder que controla con sus reglas, de modo más o menos efectivo, al conjunto de personas que viven el él.
Para los griegos, que conocían como forma normal de organización la ciudad-estado, las formas de gobierno se caracterizaban de acuerdo con su naturaleza: podían ser monarquía, aristocracia o democracia.
Por otro lado estuvo el imperio persa que, mediante gobernadores, procuraban que los diversos pueblos unidos al imperio pagaran tributos y proporcionasen soldados. El imperio persa combinaba esta estructura unitaria con un cierto respeto por la autonomía de los diversos pueblos.
La sociedad cristiana medieval propugnaba el establecimiento de una monarquía universal sometida a una cadena de poderes que tenían su origen en Dios, de quien procedía toda autoridad, y que pasaba sucesivamente al papa, al emperador y al rey y, desde ahí, a sus subordinados.
Desde el punto de vista de los recursos, el rey era poco más que un gran señor como los otros, que vivía de los ingresos de su “dominio”.Cuando quería emprender alguna acción extraordinaria tenía que pedir a sus súbditos que le concediesen recursos en forma de donativos o de “servicios”. El rey hacía su petición a una representación de la sociedad en una corte de delegados de los estamentos que pactaban con él las concesiones legales que querían a cambio de los recursos que le cedían. En el transcurso de la baja edad media las necesidades de guerra obligaron a los reyes a reunir cada vez más a menudo cortes y parlamentos, lo que facilitó la consolidación de un sistema representativo, basado en las concesiones políticas hechas por los soberanos.
Este tipo de estado implicaba una considerable división de funciones: los nobles y la iglesia, que recibían directamente una elevada proporción de los recursos que se obtenían de los súbditos, se encargaban de una parte de las tareas que hoy atribuimos habitualmente al estado: la defensa del país correspondía a los nobles, y la asistencia social y la enseñanza, a la iglesia.

La formación del estado moderno.
En los comienzos de la edad moderna las grandes conmociones sociales y las guerras de religión crearon una situación de inseguridad que hizo sentir a las clases dirigentes la necesidad de un poder central más fuerte. Las monarquías del occidente de Europa aumentaron entonces sus atribuciones políticas, recortando las de la nobleza feudal en lo que se refiere al nivel superior del gobierno del estado.
Fue entonces cuando, partiendo de la nueva teoría laica del estado, que dejaba de lado las formulaciones teológicas para ocuparse de la práctica del gobierno, se enunció la doctrina del poder absoluto de los monarcas. Más adelante, en el S. XVII, Hobbes legitimaría el poder absoluto como derivado de un contrato social que los hombres habrían hecho con los soberanos para preservar sus vidas.
Una monarquía de derecho divino, como lo eran todas antes de los regímenes constitucionales, sólo estaba limitada en teoría por la existencia de unas reglas (como la del respeto a la propiedad de los súbditos hasta aquellas reglas pactadas con las instituciones representativas y que tenían fuerza de ley), pero lo estaba sobre todo, en la práctica, por su fuerza real. Había lugares, como en Castilla, donde la monarquía había conseguido debilitar el poder de las cortes y legislaban directamente. En Francia, el rey había podido imponer su administración directa a algunas provincias, pero debía tolerar en otras la continuidad de las cortes y de los privilegios.
Pero ni siquiera donde los soberanos legislaban personalmente sin ninguna oposición se puede decir que tuvieran un poder absoluto, ya que, careciendo de una administración adecuada, no tenían capacidad para controlar el territorio mucho más allá de la corte.
Una de las consecuencias más graves de la debilidad del poder estatal era la hacienda. El período que va entre 1689 y 1815 la cantidad de guerras que hubo fueron mucho más numerosas que en años anteriores. Por otra parte, la guerra se había hecho más cara. La necesidad de hacer frente a esta carga económica obligaba a aumentar la presión tributaria y organizar una estructura de hacienda capaz de recaudar grandes suma de ingresos.
Las monarquías que pudieron adaptarse a las nuevas exigencias de las guerras han tenido una transición más tranquila que las que no pudieron adaptarse. Un caso de adaptación fue Inglaterra, por otro lado España y Francia sufrieron revoluciones (en Francia terminó con la Revolución Francesa).

La nación.
Definir qué es una nación es sumamente dificultoso, en cambio “nacionalismo” es mucho más simple.
El nacionalismo es una fuerza que nace de la adhesión de los hombres a una idea. Pero una fuerza es, al principio, neutral: no es buena ni mala. Que sea una cosa u otra depende de la finalidad a la que se le aplique.
Otra confusión es la de identificar al nacionalismo, que implica una voluntad de participación del individuo en los proyectos de actividad colectiva de un grupo, con el patriotismo, que es un sentimiento primario de lealtad al grupo que suele manifestarse en la defensa de su prestigio en relación con otros y que en el pasado podía centrarse en la figura del rey como jefe de la nación en la lucha contra los extranjeros.
Hay visiones étnicas del origen de las naciones, y es evidente que hay casos en que la etnia puede proporcionar lo fundamental de una conciencia natural, como a ocurrido en muchos pueblos colonizados.
Se considera en general que la existencia de un pasado cultural compartido (la lengua, las costumbres, una visión común de la historia) es una condición necesaria para la nacionalidad. Pero estos signos de identificación son históricos: han nacido de una evolución y pueden cambiar, desaparecer o recuperarse en determinados momentos.
Cuando se dice que la nación es un invento moderno, posterior a la Revolución Francesa, se está confundiendo con el estado-nación. La nación es un fenómeno más antiguo y más complejo. Nace de unos elementos culturales que suelen ser muy anteriores y de la historia, entendida como el resultado de una evolución acumulada que se refleja en las realidades sociales que rodean a los hombres.
Todo eso forma la materia sobre la cual se puede edificar una conciencia nacional. Es necesario que una colectividad reivindique que estos rasgos de identidad, que otras muchas han olvidado por completo, y esto lo hace cuando un conjunto suficientemente grande de sus miembros siente que merece la pena recuperar esos signos distintivos, que les unen entre sí y les separan y diferencian de otros.
La nación nace de una voluntad colectiva: hay una nación cuando un grupo suficientemente numeroso de hombres y mujeres deciden que ellos forman parte de una nación; que creen tener rasgos en común que los hacen parecidos entre sí y los diferencian de otros. Según algunos autores, el “estado” es una “máquina”, mientras que la nación es “la toma de conciencia de un pasado tradicional por parte de grupos reunidos, de forma voluntaria o por la fuerza, en un mismo marco y que experimenta la acción cohesionadora cotidiana de la vida en común”.

El estado-nación.
De la conmoción de la Revolución Francesa salió un nuevo modelo de estado que recogía y modernizaba los principios de los sistemas representativos, con una constitución escrita que definía las reglas del juego político.
El rasgo más importante de esta nueva forma de estado era el hecho de que se identificaba con la nación y basaba el pacto social en la pertenencia del conjunto de sus miembros a una colectividad con una cultura, una historia y una lengua comunes.
No se trata del resultado de la actuación de un grupo de hombres que, sintiéndose miembros de una nación común, han construido un estado. En general ha sucedido al revés. Son los viejos estados del absolutismo los que, al ver erosionarse el consenso de las monarquías de origen divino en que se fundamentaban, han optado por transformarse, convirtiéndose en naciones.
En la nueva sociedad “nacional” los hombres, que se han convertido en iguales ante la ley, dejan de definirse por el hecho de ser súbditos de u soberano para ser miembros iguales de una colectividad de ciudadanos “eterna”, porque se basa en la historia.
Para reforzar este sentido de identidad se inventaron los himnos nacionales, las banderas y toda retórica del patriotismo.
Pasar de la vieja a la nueva conciencia, de súbdito de un rey a un ciudadano de una nación, no era difícil en los casos que el estado coincida con un marco cultural relativamente homogéneo. Pero en otros casos se daban situaciones diferentes: la de los estados plurinacionales y la de naciones sin estado.
Cuando un estado plurinacional, como eran la mayoría de los europeos, quería transformarse en nación, tenía que formar una nacionalidad englobante que correspondiese a los límites del estado, y se esforzaba en convencer al conjunto de los ciudadanos de que esta nación era la de todos ellos.
Hay dos aspectos del estado-nación que conviene examinar: el de la autonomía del estado. Calificar al estado de autónomo significa que se supone que es una entidad neutral, sin implicaciones en los intereses de ningún grupo social concreto: un árbrito por encima de todos ellos. Los textos legales se presentan habitualmente como decisiones dictadas por los gobernantes sin otra preocupación de la de conseguir el beneficio conjunto de los ciudadanos. El estado habla en nombre de todos, pero sirve muchas veces a los intereses de determinados grupos sociales y perjudica a otros.

Los imperios y colonias.
El estadio superior del estado-nación moderno ha sido el imperio, ya no como una reunión de territorios bajo un mismo dominio personal, como eran los imperios del pasado, sino como un proyecto destinado a favorecer el crecimiento económico de la metrópoli con la explotación de unas colonias que la proveen de materias primas y consumen sus manufacturas.
La legitimación del imperio se basaba en la idea de que lo que los pueblos avanzados se proponían era civilizar a los atrasados para ponerlos en el camino del desarrollo moderno.
Pero lo cierto es que el tipo de desarrollo económico que los colonizadores fomentaron no tenía otro objetivo que producir mercancía para la exportación, desentendiéndose por completo del sector que producía alimentos y bienes para el consumo interno de los habitantes de las colonias. Lo que estos países necesitaban, por el contrario, era que se aumentara la productividad en el sector interior, y ésta era tan baja que se hubiera podido conseguir con muy pequeñas inversiones. En lugar de esto, las inversiones de las metrópolis se destinaban a grandes obras para facilitar las exportaciones o a grandiosos y fracasados proyectos de cultura comercial.

Apogeo y crisis del estado.
El estado-nación asumió a partir del siglo XIX nuevas tareas y nuevas responsabilidades. Ejercía, por una parte, una función de arbitraje entre los intereses contrapuestos de los diversos grupos sociales. Resultó necesario, por ejemplo, que impusiera normas que controlaran la explotación de los trabajadores asalariados si se querían conseguir que éstos aceptasen las reglas del juego económico. Y comenzó a proporcionar, por otra parte, una serie de servicios sociales a la población más desfavorecida, utilizando para ello los ingresos que obtenía de una tributación progresiva.
Este crecimiento del estado llegó a su punto máximo en los años que siguieron al término de la segunda guerra mundial, no sólo como consecuencia del desarrollo del llamado “estado de bienestar”, sino por el avance en los países industrializados de un tipo de economía mixta que implicaba una política de nacionalizaciones y una fuerte participación del estado en la actividad económica.
Esta situación comenzó a entrar en crisis a partir de 1975, con las dificultades económicas de los países industrializados, la incapacidad de los menos avanzados para hacer frente a las grandes deudas contraídas para financiar su crecimiento económico y el abandono del “desarrollismo” como propaganda para el progreso de los más atrasados, que no sólo han experimentado graves retrocesos en sus niveles de bienestar, sino que en algunos casos, han visto producirse el colapso de sus estados.
Desde los años ochenta se ha pasado a una visión minimalista del estado, que lleva a la privatización de muchas de sus actividades económicas a su cargo y a desmantelar buena parte de los servicios sociales que proporcionaba.

Practico 9 Historia Social General"Tiempo, disciplina de trabajo y capitalismo industrial"

¿Cuál o cuales son las preguntas que orientan el trabajo de investigación y frente a que interpretaciones acerca de los cambios en la percepción del tiempo se las plantea?
¿Hasta qué punto, y en qué formas, afectó los cambios en el sentido del tiempo a la disciplina de trabajo, y hasta qué punto influyó en la percepción interior del tiempo de la gente trabajadora?
Si la transición a la sociedad industrial madura supuso una severa reestructuración de los hábitos de trabajo, ¿hasta qué punto está todo esto en relación con los cambios en la representación interna del tiempo?

¿Que representaciones del tiempo se producen en las sociedades primitivas; a que llama el autor “orientación al quehacer”, y que modificaciones surgen con el trabajo contratado?
Entre los pueblos primitivos la medida del tiempo está generalmente relacionada con los procesos habituales del ciclo del trabajo o tareas domésticas. De esta forma se desarrollan los términos en que se miden los intervalos de tiempo:
• En Madagascar una forma de medir el tiempo es “una cocción de arroz” (media hora) o “la fritura de una langosta” (un momento).
• En Chile del S. XVII, el tiempo se medía con la frecuencia en credos.
• En Birmania, los monjes se levantaban al amanecer “cuando hay suficiente luz para ver las venas de las manos”.
La orientación al quehacer se refiere a las distintas notaciones del tiempo que proporcionan las diferentes situaciones de trabajo y su relación con los “ritmos naturales” en sociedades campesinas y en industrias pequeñas y domésticas. Ej.: Los cazadores utilizan ciertas horas de la noche para colocar sus trampas, los pueblos pescadores y marineros tienen que integrar sus vidas a las mareas.
Hay dos puntos sobre la orientación del quehacer:
• En cierto sentido, es más comprensible humanamente que el trabajo regulado por horas. El campesino o trabajador parece ocuparse de lo que es una necesidad constatada.
• Parece mostrar una demarcación menor entre “trabajo” y “vida”. Las relaciones sociales y el trabajo están entremezclados y no hay diferencias entre “trabajo” y pasar el tiempo”.
La orientación al quehacer se hace más compleja cuando el trabajo es contratado. La economía familiar del pequeño agricultor puede estar en términos generales orientada al quehacer; pero dentro de ella puede existir una división del trabajo, así como una relación patrón-empleado entre el campesino y sus hijos. Incluso en este caso empieza el tiempo a convertirse en dinero, dinero del patrón: el tiempo es reducido a dinero.

¿Que implicancias socio-culturales tuvo la difusión del uso de relojes desde el S XIV?
Desde el S. XIV en adelante se erigieron relojes en iglesias y lugares públicos. Durante el S. XVII las iglesias tocaban las campanas al alba y al toque de queda. En los distritos textiles se utilizaban los cuernos de las fábricas para despertar a la gente por la mañana.
En cuanto a relojes de bolsillo, por esa época eran todavía muy imprecisos pero su uso se preferían por los adornos y la riqueza de su diseño a la mera funcionalidad.
El registro del tiempo pertenecía a mediados del siglo a la gente acomodada, patronos, agricultores y comerciantes; y es posible que la complejidad de los diseños y la preferencia por los metales preciosos, fueran formas intencionadas de acentuar el simbolismo de estatus.
Había muchas maquinarias para medir el tiempo hacia 1800: el énfasis se iba trasladando de “lujo” a la “conveniencia”. Se generalizó el uso de los relojes en el momento exacto en que la Revolución Industrial exigía una mayor sincronización del trabajo.
Además, el reloj era el banco del pobre, una inversión de sus ahorros; en épocas malas podía venderse o empeñarse.

¿Por qué sostiene el autor que el ciclo irregular de la semana de trabajo provocaba los lamentos de los moralistas y mercantilistas del S XVII y XVIII? ¿Que relación se puede establecer con el disciplinamiento del trabajo y la organización obrera?
La atención que se presta al tiempo en la labor depende en gran medida de la necesidad de sincronización del trabajo. Pero mientras las industrias manufactureras se mantuvieron en una escala doméstica o de pequeño taller, sin una intrincada subdivisión de la producción, el grado de sincronización que se requería era leve, y prevalecía la orientación al quehacer.
Un mismo trabajador o grupo familiar tenían una multiplicidad de tareas subsidiarias en una cabaña o taller. Incluso en talleres mayores, los hombres trabajaban en ocasiones en labores distintas en sus propias bancas o telares, y podían permitirse cierta flexibilidad en las entradas y salidas. Esta irregularidad general debe inscribirse en el ciclo irregular de la semana de trabajo que provocaban tantos lamentos de moralistas y mercantilistas en los siglos XVII y XVIII.
En la norma de trabajo se alternaban las tandas de trabajo intenso con la ociosidad, donde quiera que los hombres controlaran sus propias vidas con respecto a su trabajo.
También existía el San Lunes, de pocos oficios se dice que no hagan honor a San Lunes: zapateros, alfareros, sastres, carboneros, trabajadores de imprenta, calceteros, cuchilleros, etc. Parece ser que, de hecho, San Lunes era venerado casi universalmente dondequiera que existieran industrias en pequeña escala, domésticas y a domicilio; se observaba generalmente en las minas y alguna vez continuó en industrias fabriles y pesadas. Este ritmo de trabajo irregular se asocia generalmente al abundante beber del fin de semana: San Lunes es uno de los blancos de muchos tratados victorianos de abstinencia.

¿Cuál es la situación de los trabajadores rurales y las mujeres?
El bracero rural no gozaba del San Lunes. El mozo agrícola o el bracero asalariado fijo, que trabajaba sin descanso las horas estatuidas completas o más, que no poseía derechos comunales o parcela alguna y que vivía en un cottage vinculado, estaba sin duda sujeto a una intensa disciplina laboral, tanto en el S. XVII como en el XIX.
El trabajo más arduo y prolongado de la economía rural era el de la mujer del bracero. Una parte de aquél era el más orientado al quehacer. Otra parte estaba en los campos, de los cuales tenía que volver para ocuparse de nuevas tareas domésticas.
Una forma tal de trabajar era sólo soportable porque parte del mismo, los niños y la casa, se revelaba como necesario e inevitable, más que como una imposición externa.

¿Cómo señala el autor que debe entenderse la “transición” hacia la sociedad industrial capitalista, que papel desempeña la escuela al respecto, y que tipo de resistencias señala?
Es cierto que la transición a la sociedad industrial madura exige un análisis en términos sociológicos así como económicos. Nunca hubo un sólo tipo de “transición”. La tensión de ésta recae sobre la totalidad de la cultura: la resistencia al cambio y el asentamiento al mismo surge de la cultura entera. Y ésta incluye un sistema de poder, relaciones de propiedades e instituciones religiosas, etc.
Lo que se examina no sólo son los cambios producidos en las técnicas de manufactura que exigían una mayor sincronización de trabajo y mayor exactitud en la observación de las horas de todas las sociedades, sino también la vivencia de esos cambios en la sociedad del naciente capitalismo industrial.
Entre los “mandatos” de la sociedad industrial capitalista, surgían aquellas que pregonaban que “el trabajador no debe perder el tiempo ociosamente en el mercado o malgastarlo cuando compra” o que “es de perezoso pasar la mañana en la cama”. Fue sin duda un preludio de los moralistas hacia las costumbres, deportes y fiestas populares de la sociedad.
Una institución no industrial que podía emplearse para inculcar la “economía del tiempo” fue la escuela. Ésta obligaba a sus alumnos temas como la Industriosidad, Sobriedad, Orden y Regularidad. Se consideró a la educación como un “entrenamiento en el hábito de la industriosidad”; cuando el niño llegara a los seis o siete años debía estar acostumbrado al trabajo y a la fatiga.
La embestida, desde tan varias direcciones, a los antiguos hábitos de trabajo de las gentes no quedó sin oposición. En una primera etapa se encontró una simple resistencia. Pero en la siguiente, mientras se impone la nueva disciplina del tiempo, los trabajadores empiezan a luchar, no contra las horas, sino sobre ellas. En los oficios artesanos mejor organizados, no hay duda que se acortaron progresivamente las horas en el siglo XVIII con el avance del asociacionismo.

¿Cuáles son los diferentes discursos moralistas que tienden a la interiorización del disciplinamiento de la fuerza de trabajo?

Mucho antes que el reloj de bolsillo estuviera al alcance del artesano, los puritanos ofrecían su propio reloj moral interior a cada hombre.
Diversos discursos se dieron:
• El hombre se hace rico cuando ha hecho uso de su tiempo.
• El tiempo no perdura, sino que vuela rápido; pero lo que es perpetuo depende de él.
• Que tus horas de sueño sean sólo tantas como exige tu salud; pues no se debe perder un tiempo precioso con innecesaria inercia.

Practico 8 Historia Social General"Industria e Imperio(Revolucion Industrial)"

Capítulo 1.
El origen de la revolución industrial.

Para afrontar el origen de la revolución industrial hay que tener en cuenta dos cosas:
1. Esta revolución no es simplemente una aceleración del crecimiento económico, sino una aceleración del crecimiento determinada y conseguida por la transformación económica y social.
2. La revolución industrial fue la primera de la historia. Eso no significa que partiera de cero, o que no puedan hallarse en ellas fases primitivas de rápido desarrollo industrial y tecnológico. Sin embargo, ninguna de ellas inició la característica fase moderna de la historia, el crecimiento económico auto-sostenido por medio de una constante revolución tecnológica y transformación social.
Las revoluciones industriales que siguieron pudieron utilizar la experiencia, el ejemplo y los recursos británicos. Gran Bretaña sólo pudo aprovechar las de los otros países en proporción mucho menor y de forma muy limitada.
Existen numerosas explicaciones o pseudo-explicaciones tratando de explicar el origen de esta revolución, pero sólo traen más interrogantes. Son aquellas que tratan de explicar la revolución industrial en términos explícitos de clima, geografía, política, cambio biológico en la población u otros factores exógenos. Rechazar estos factores como explicaciones simples, exclusivas o primarias no es negarle toda importancia. Pero simplemente lo que se quiere es establecer escalas de importancia relativas.
Las principales condiciones previas para la industrialización ya estaban presentes en la Inglaterra del XVIII.
• Los vínculos económicos, sociales e ideológicos que inmovilizaron a la mayoría de las gentes preindustriales en situaciones y ocupaciones tradicionales ya eran débiles y podían ser desterrados con facilidad.
• El país había acumulado un excedente lo bastante amplio como para permitir la necesaria inversión en un equipo no muy costoso para la transformación económica y, además, poseía un extenso sector manufacturero desarrollado y un aparato comercial todavía más desarrollado.
• No requirieron trabajadores con cualificaciones científicas especializadas, sino meramente los hombres suficientes, de ilustración normal, que estuvieran familiarizados con instrumentos mecánicos sencillos y el trabajo de los metales.
• Requerían poca inversión inicial y su expansión podía financiarse con los beneficios acumulados. El desarrollo industrial estaba dentro de las capacidades de una multiplicidad de pequeños empresarios y artesanos cualificados tradicionales.
Un importante factor de la revolución industrial fue el avance tecnológico y esto va relacionado con la obtención de beneficio. A saber, las fábricas revolucionaban su forma de producción (mediante nuevas tecnologías) con el único fin de conseguir mayores beneficios. Su inversión en la creación de nuevas tecnologías se basaba en este único fin.
Pero en las sociedades pre-industriales su beneficio consistía en la venta de artículos de lujo a pequeñas cantidades de personas, productos artesanales y generalmente caras. Las nuevas tecnologías permitieron lograr una mayor producción, a costos más bajos por la producción en serie y orientado a las masas. Un siglo de industrialización demostró que la producción masiva de productos baratos puede multiplicar sus mercados, acostumbrar a la gente a comprar mejores artículos que sus padres y crear nuevas necesidades.
Hubo tres factores esenciales que posibilitaron las condiciones necesarias para revolucionar la producción: el mercado interior, el exterior y la acción del gobierno sobre estas dos.

Mercado interior.
Los ingresos medios de los ingleses aumentaron sustancialmente en la primera mitad del siglo XVIII, gracias a que la población paró su crecimiento y a la falta de trabajadores. La gente estaba en mejor posición y podía comprar más. Es muy probable que en este período muchos ingleses aprendieran a “cultivar nuevas necesidades y establecer nuevos niveles de expectación”.
El mercado interior proporcionó una salida importante para lo que mas tarde se convirtieron en productos básicos. El consumo de carbón se realizó casi enteramente en el gran número de hogares urbanos, especialmente londinenses; el hierro se refleja en la demanda de enseres domésticos como pucheros, cacerolas, clavos, estufas, etc.
La principal ventaja de este mercado era su gran tamaño y estabilidad. Fue indudable que promovió el crecimiento económico y siempre estuvo en condiciones de desempeñar el papel de amortiguador para las industrias de exportación más dinámicas frente a las repentinas fluctuaciones y colapsos que eran el precio que tenían que pagar por superior dinamismo.

Mercado exterior.
Las industrias para la exportación trabajaban de manera muy distinta y potencialmente mucho más revolucionaria. A la larga, estas industrias se extendieron más y con mayor rapidez que las de los mercados interiores. La demanda interior crecía, pero la exterior se multiplicaba. La manufactura del algodón, primera que se industrializó, estaba vinculada esencialmente al comercio ultramarino.
Este extraordinario potencial expansivo se debía a que las industrias de exportación dependían del modesto índice “natural” de crecimiento de cualquier demanda interior del país. Podían crear la ilusión de un rápido crecimiento por dos motivos principales: controlando una serie de mercado de exportación en otros países y destruyendo la competencia interior dentro de otros a través de medios políticos de guerra y colonización.

Gobierno.
La conquista de mercados por la guerra y la colonización requería no sólo una economía capaz de explotar esos mercados, sino también un gobierno dispuesto a financiar ambos sistemas de penetración en beneficio de los manufactureros británicos. Inglaterra está dispuesta a subordinar toda la política exterior a sus fines económicos.
El resultado de un ciclo de guerras intermitentes fue la formación de monopolios virtuales de las colonias ultramarinas y del poder naval a escala mundial. Además, la guerra misma, al desmantelar los principales competidores de Inglaterra en Europa, tendió a aumentar las exportaciones; la paz, por el contrario, tendía a reducirlas. La guerra contribuyó aún más directamente a la innovación tecnológica y a la industrialización. Para finalizar, es necesario advertir que el gobierno británico tuvo una tendencia a proteger la industria nacional con la negación de importaciones de competencia extranjera.
Sintetizando: las exportaciones, respaldadas por el gobierno proporcionaron la chispa para el comienzo de la revolución industrial. Dichas exportaciones indujeron mejoras en el transporte marítimo. El mercado interior proporcionó la base necesaria para una economía industrial generalizada, una amplia plataforma para la industria del carbón y para ciertas innovaciones tecnológicas. El gobierno ofreció su apoyo sistemático al comerciante y al manufacturero y determinados incentivos para la innovación técnica y el desarrollo de las industrias de base.




Capítulo 2.
La revolución industrial, 1780 - 1840.

El algodón fue el iniciador del cambio industrial y la base de las primeras regiones que no hubieran existido a no ser por la industrialización, y que determinaron una nueva forma de sociedad, el capitalismo industrial, basada en una nueva forma de producción, la fábrica.
La manufactura del algodón fue un típico producto secundario derivado de la dinámica corriente de comercio internacional, sobre todo colonial, sin la que la revolución industrial no puede explicarse. El algodón en bruto que se usó en Europa mezclado con lino para hacer una versión más económica era casi enteramente colonial. La única industria de algodón puro conocida por Europa a principios del Siglo XVIII era la de la India.
La industria lanera inglesa logró que en 1700 se prohibiera su importación, consiguiendo así accidentalmente para los futuros manufactureros nacionales del algodón una suerte de vía libre en el mercado interior.
El algodón fue esencialmente y de modo duradero una industria de exportación. En esta época, la industria del algodón era la mejor del mundo pero acabó apoyándose no en su superioridad competitiva, sino en el monopolio de los mercados coloniales subdesarrollados que el imperio británico, la flota y su supremacía comercial le otorgaban.
La tecnología de la manufactura algodonera fue pues muy sencilla, como también lo fueron la mayor parte del resto de los cambios que colectivamente produjeron la Revolución industrial. Esta tecnología requería pocos conocimientos científicos o una especialización técnica superior a la mecánica práctica de principios del siglo XVIII.
Las viejas ideas aplicadas a la nueva tecnología producían resultados sorprendentes. Esta situación fue muy afortunada ya que dio a la revolución industrial inicial un impulso inmenso, quizás esencial, y la puso al alcance de un cuerpo de empresarios y artesanos cualificados, no especialmente ilustrados, sutiles o ricos. En otras palabras, esta situación minimizó los requisitos básicos de especialización, de capital, de finanzas a gran escala o de organización y planificación gubernamentales sin lo cual ninguna industrialización es posible. En ninguna etapa se conoció la escasez de gentes competentes para trabajar los metales, los técnicos más cualificados podían reclutarse rápidamente de entre los hombres con experiencia práctica de taller.

“Como consecuencia de las grandes transformaciones económicas derivadas de la Revolución Industrial, se produjeron también significativos cambios sociales, por ejemplo, la aparición de las fábricas y el crecimiento de las ciudades.
La industria doméstica y los talleres artesanales desaparecieron por la introducción y la instalación de numerosas fábricas. Esto obedeció a que la industria tradicional no podía competir contra las fábricas.
El desarrollo de la industria atrajo a miles de campesinos, los cuales emigraron del medio rural a las ciudades en busca de trabajo. Los centros urbanos crecieron con gran rapidez y de manera desordenada.
A medida que avanzó la urbanización se agudizó la separación entre los grupos acomodados, que habitaban en barrios confortables, y los obreros, condenados por la miseria a apretujarse en hileras de casas malolientes. El aire impuro que se respiraba en los barrios obreros y la carencia de servicios elementales, como agua potable y drenaje, acortaba la vida de sus habitantes.
Así, que las transformaciones ocurridas en Inglaterra propiciaron el surgimiento de la clase obrera y de la burguesía industrial en la segunda mitad del siglo XVIII”.

Es así que apareció un nuevo sistema industrial basado en una combinación entre una nueva tecnología y la vieja. El capital acumulado en la industria sustituyó a las hipotecas rurales y a los ahorros de los posaderos, los ingenieros a los inventivos constructores de telares, los telares mecánicos a los manuales y un proletariado fabril a la combinación de unos pocos establecimientos mecanizados con una masa de trabajadores domésticos dependientes.
Hay que mencionar dos consecuencias producidas por estos cambios:
• La primera hace referencia a la descentralizada y desintegrada estructura comercial de la industria algodonera, producto de su emergencia a partir de las actividades no planificadas de unos pocos. Surgió como un complejo de empresas de tamaño medio especializadas: comerciantes de varias clases, hiladores, tejedores, tintoreros, acabadores, blanqueadores, estampadores, etc., con frecuencia especializados incluso dentro de sus ramos, vinculados entre sí por una compleja red de transacciones comerciales individuales en “el mercado”.
• La segunda consecuencia fue el desarrollo de un fuerte movimiento de asociación obrera en una industria caracterizada normalmente por una organización laboral inestable, ya que empleaba una fuerza de trabajo consistente sobre todo en mujeres y niños, inmigrantes no cualificados, etc.
Pero también podemos identificar tres características fundamentales del sistema industrial:
• La división de la población industrial entre empresarios capitalistas y obreros que no tenían más que su fuerza de trabajo, que vendían a cambio de un salario.
• La producción en la “fábrica”, una combinación de máquinas especializadas con trabajo humano especializado.
• La sujeción de toda la economía a los fines de los capitalistas y la acumulación de beneficios.
También surgieron las “capas medias de la sociedad” y estaban compuestas por gentes deseosas de hacer beneficios, la mayoría vivían tan solo del trabajo asalariado, a pesar de un nutrido grupo compuesto aún por versiones degeneradas de artesanos antiguamente independientes, pegujaleros en busca de trabajo para sus horas libres, minúsculos empresarios que disponían de tiempo, etc.

Capítulo 4.
Los resultados humanos de la revolución industrial.

La revolución industrial tuvo fuerte impacto en la sociedad, pero las diversas clases sociales sufrieron de manera diferente estos cambios.
Así, la industrialización británica afectó escasamente a la aristocracia y pequeña nobleza. Su predominio social permaneció intacto, su poder político en el campo completo, e incluso su poder a escala nacional no sufrió alteraciones sensibles, aunque a partir de 1830 hubieran de tener miramientos con las susceptibilidades de una clase media provinciana, poderosa y combativa.
La iglesia y las universidades inglesas se dormían en los laureles de sus privilegios y abusos, bien amparados por sus rentas y sus relaciones con los pares.
La gran masa de gentes que se elevan desde inicios modestos a la opulencia comercial, y la mayor masa de los que, por debajo de ellos, pugnaban por entrar en las filas de la clase media y escapar de las humildes, eran demasiado numerosas como para poder ser absorbidas, cosa que, además, en las primeras etapas de su progreso, no les preocupaba. Este grupo fue adquiriendo cada vez mayor conciencia como “clase media” y no ya como una “capa media” de la sociedad, conciencia que se fue generalizando a partir de 1830.
La clase media triunfante y aquellos que aspiraban a emularla estaban satisfechos. No así el trabajador pobre cuyo mundo y formas de vida tradicionales destruyó la revolución industrial, sin ofrecerle nada a cambio.
El trabajo en una sociedad industrial es completamente distinto del preindustrial. En primer lugar está constituido por la labor de los proletarios, que no tienen otra fuente de ingresos digna de mención más que el salario en metálico que perciben por su trabajo. Por otra parte, el trabajo pre-industrial lo desempeñan fundamentalmente familias con sus propias tierras de labor, cuyos ingresos salariales complementan su acceso directo a los medios de producción o bien éste complementa a aquéllos. Además el proletario, cuyo único vínculo con su patrono es un “nexo dinerario”, debe ser distinguido del “servidor” o dependiente pre-industrial, que tenía una relación social y humana mucho más compleja con su dueño. La revolución sustituyó al servidor y al hombre por el “operario” y el “brazo” excepto claro está en el servicio doméstico.
En segundo lugar, el trabajo industrial impone una regularidad, rutina y monotonía completamente distintas de los ritmos de trabajo pre-industriales, trabajo que dependía de la variación de las estaciones o del tiempo. La industria trajo consigo la tiranía del reloj, la máquina que señalaba el ritmo de trabajo y la compleja y cronometrada interacción de los procesos.
En tercer lugar, el trabajo en la época industrial se realizaba cada vez con mayor frecuencia en los alrededores de la ciudad; y con ello pese a que la más antigua de las revoluciones industriales desarrolló buena parte de sus actividades en pueblos industrializados de mineros, tejedores, productores de clavos y cadenas y otros obreros especializados.
En cuarto lugar, la experiencia, tradición, sabiduría y moralidad pre-industriales no proporcionaban una guía adecuada para el tipo de comportamiento idóneo en una economía capitalista. El trabajador pre-industrial respondía a incentivos materiales, en tanto que deseaba ganar lo suficiente para disfrutar de lo que le correspondía en el nivel social que Dios había requerido otorgarle, pero incluso sus ideas sobre la comodidad estaban determinadas por el pasado y limitadas por lo que era “idóneo” para uno de su condición social.

Practico 5 Historia Social General"Las necesidades del capital frente a las necesidades de los seres humanos"

Al igual de otros socialistas del siglo XIX, la visión de Marx de una buena sociedad era aquella que permitiese el pleno desarrollo del potencial humano. En la versión final del Manifiesto, esa nueva sociedad se presenta como una “asociación en la que el libre desarrollo de cada uno es la condición para el libre desarrollo de todos”.
Esta idea de desarrollo del potencial humano está presente en toda la obra de Marx: la posibilidad de seres humanos ricos con necesidades humanas ricas, el potencial para producir seres humanos lo más ricos posible en cuanto a sus necesidades y capacidades.
La realización de este potencial exige el desarrollo de una sociedad en la que las personas no se consideren independientes entre sí, en la que la conscientemente reconozcamos nuestra interdependencia y cooperemos libremente sobre la base de este reconocimiento. Cuando nos relacionamos con los demás como seres humanos, producimos para todos y sentimos placer y satisfacción por el simple hecho de ser conscientes de que hacemos algo que es útil.

Las relaciones de producción capitalistas.
Según los economistas capitalistas, la competencia y los mercados aseguran que los capitalistas satisfagan las necesidades del pueblo, no por humanidad y benevolencia, sino por su propio interés. Al competir en el mercado con otros capitalistas se ven impulsados a servir al pueblo. Esta visión de la competencia y del mercado oscurece aquello que precisamente distingue al capitalismo de otras economías de mercado: sus relaciones de producción específicas. Las relaciones de producción capitalistas se caracterizan por dos ámbitos básicos: el ámbito capitalista y el ámbito de los obreros.
• Los capitalistas: dueños de las riquezas, de los medios físicos y materiales de producción. Y su orientación va dirigida hacia el crecimiento de su riqueza. Empezando por un capital de cierto valor para comprar productos con el objetivo de ganar dinero y conseguir una plusvalía.
• Los obreros: personas que no tienen bienes materiales que puedan vender ni medios materiales para producir los bienes necesarios para sí mismos. Sin estos medios de producción, no pueden producir mercancías que vender en el mercado a modo de intercambio. Para conseguir diversos bienes venden lo único que tienen para vender, su fuerza de trabajo.
Para la existencia del capitalismo es necesario que exista una economía basada en productos y dinero, en la que unos sean los dueños de los medios de producción y otros posean la capacidad para realizar el trabajo. Para que esto suceda los obreros deben ser primero libres en un doble sentido: deben ser libres para vender su fuerza de trabajo (algo que el esclavo carece) y deben estar libres de medios de producción (es decir, que los medios de producción deben de haber sido separados de los productores).
Si los obreros están separados d los medios de producción, quedan dos posibilidades:
• Los obreros venden su fuerza de trabajo a los dueños de los medios de producción
• Los obreros alquilan medios de producción a sus dueños.
El capitalista compra el derecho a disponer de la capacidad de los obreros para realizar trabajo precisamente porque es un medio de lograr su objetivo: obtener beneficios. De esta manera se encuentran dos ámbitos de mercado: el propietario del dinero y el propietario de la fuerza de trabajo.

La esfera de producción capitalista.
El proceso de producción que desencadenan las relaciones capitalistas tiene dos características básicas. La primera es que el obrero trabaja bajo la dirección, supervisión y control del capitalista. Los objetivos del capitalista determinan la naturaleza y el propósito de la producción. Las directrices y órdenes acerca del proceso de producción les llegan a los obreros desde arriba. No existen unas relaciones horizontales entre el capitalista y el obrero. En tal ámbito no hay mercado, sino una relación vertical entre el que tiene poder y el que no lo tiene.
La segunda característica de la producción capitalista es que los obreros no tienen derecho de propiedad sobre el producto resultante de su actividad. No tienen derecho alguno sobre el producto. No pueden reclamar nada. Le han vendido al capitalista la única cosa que podía otorgarle ese derecho, la capacidad para realizar su trabajo.
Como el objetivo del capitalista es la plusvalía, sólo compra fuerza de trabajo en la medida en que genere tal plusvalía. La condición necesaria para generarla es la realización de un valor añadido.
Lo que el capitalista quiere es que los obreros realicen un trabajo adicional, es decir, que el trabajo realizado por los obreros exceda del nivel de trabajo necesario. La relación entre el excedente de trabajo y el trabajo necesario es que lo que se definió como la proporción de la explotación.
¿Cómo logra el capitalista su objetivo? Una opción del capitalista es utilizar su control de la producción para aumentar el trabajo que realiza el trabajador: aumentar la jornada laboral. Otro procedimiento es intensificar la jornada laboral. Hacer que en trabajen más en una misma cantidad de tiempo. También se puede reducir el salario. Pagar por debajo del salario real. Contratar a obreros que trabajen por menos dinero.
En resumen, mientras que el capital presiona para aumentar la jornada laboral y pagar menos salario, los obreros porfían por reducir la jornada laboral y aumentar su salario. Y así se fundan sindicatos.
Desde la vista del capital, los obreros no son más que un medio para un fin. No son un fin en sí mismos.
Los obreros realizan una lucha en dirección opuesta a la del capital, se obstinan en reducir el grado de explotación. Implícitas en esa economía política de los obreros y en la lucha de la clase obrera está el surgimiento de las dimensiones entre ellos.
De esta forma, los capitalistas se ven obligados a introducir maquinaria para aumentar la productividad. Al aumentar la productividad en relación con el salario real, reducen la mano de obra necesaria y aumenta el grado de explotación. En la lucha entre el capital y el trabajo, los capitalistas se ven impulsados a revolucionar los procesos de producción.
No obstante, pese a esta nueva forma de producción, caracterizada por la división del trabajo en las fábricas, el crecimiento del capital seguía tropezando con obstáculos. Esta producción seguía dependiendo de obreros cualificados, tras largo períodos de aprendizaje, y estaba sujeta a la resistencia de esos mismos obreros cualificados a la dirección del capital en el lugar del trabajo.
Al proyectar la lógica del capital mucho más allá de las modificaciones del modos de producción se produjeron en su tiempo, Marx describió la emergencia de enormes fábricas automatizadas, combinaciones orgánicas de maquinaria que realizan todas las complejas operaciones de producción. Todo el conocimiento científico y los productos de la mente humana aparecen como atributos del capital en lugar de como atributos del colectivo de los obreros.
La introducción de la maquinaria tiene otro aspecto importante. Todo obrero desplazado, sustituido por la maquinaria, se suma a un “ejército de reserva proletario”. La existencia de este cuerpo de obreros desempleados no sólo permite al capital ejercer la disciplina en el lugar de trabajo, sino mantener los salarios dentro de unos límites convenientes para una rentable producción capitalista.

La promoción de las ventas y la “sobreproducción”.
En tanto que el capital logra sus objetivos en la esfera de la producción, produce cada vez más productos que contienen plusvalía. Sin embargo, los capitalistas no quieren estos productos. Lo que quieren es vender esos productos y hacerse con la plusvalía latente en ellos. De ahí que deban volver a entrar en la esfera de la circulación de mercancías para materializar sus beneficios potenciales.
Del mismo modo que se ven impulsados a aumentar las plusvalías en la esfera de la producción, también se ven impulsados a aumentar la extensión del mercado, con el fin de materializar sus plusvalías.
¿Cómo logra el capital ampliar el mercado? Propagando las necesidades existentes en un círculo más amplio mediante la producción de nuevas necesidades, es decir, de la promoción de las ventas.
Sin embargo, el problema del capital en la esfera de la circulación de mercancías no se reduce a que deba ampliar la esfera de distribución, sino que el capital tiende a ampliar la producción de plusvalías más allá de su capacidad para materializar esas plusvalías. La sobreproducción es la “contradicción fundamental del capital desarrollado”. Existe una constante tendencia a la sobreproducción del capital, una tendencia a aumentar la capacidad productiva por encima de lo que el mercado capitalista existente podría justificar.