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sábado, 7 de noviembre de 2009

Historia Social General: Teorico 18"La revolucion rusa, de Lenin a Stalin"

Octubre de 1917
La revolución rusa de 1917 constituye un punto decisivo en la historia. Representó el primer desafío abierto al sistema capitalista, que había alcanzado su cúspide en Europa a finales del S. XIX. La guerra había inflingido un golpe mortal al orden capitalista internacional tal y como éste había existido antes de 1914, y había revelado su inestabilidad intrínseca.
La imponente fachada de la autocracia zarista encubría una economía rural estancada, que había hecho pocos avances sustanciales desde la emancipación de los siervos, y un campesinado hambriento e inquieto. A partir de 1890, la industrialización comenzó a irrumpir de forma importante en la primitiva economía rusa; y el desarrollo de una clase industrial y financiera de influencia y riqueza crecientes, fuertemente dependiente del capital extranjero, potenció la infiltración de algunas ideas liberales occidentales, que encontraron su más completa expresión en el partido Cadete. Pero este proceso se vio acompañado por el crecimiento de un proletariado de obreros fabriles y por los primeros síntomas de conflictividad proletaria.
La primera revolución rusa de 1905 tuvo un carácter mixto. Fue una revuelta de los liberales y constitucionalistas burgueses contra la autocracia arbitraria y anticuada. Fue una revuelta obrera, desatada por la atrocidad del “domingo sangriento”, y que condujo la elección del primer soviet de diputados obreros en Petersburgo. Fue una extensa revuelta campesina, espontánea y carente de coordinación. Los mismos factores inspiraron la revolución de febrero de 1917, pero esta vez reforzados y dominados por el cansancio de la guerra y por el descontento general respecto a la forma en que ésta era dirigida. La abdicación del zar era lo único que podía detener la marea de revueltas. La autocracia fue reemplazada por un Gobierno provisional basado en la autoridad de la Duma. Al lado del gobierno provisional se reconstituyó el soviet de Petrogrado según el modelo de 1905.
El soviet era en cierto sentido un rival del gobierno provisional establecido por los partidos constitucionales de la antigua Duma; la expresión “doble poder” fue acuñada para describir esta ambigua situación. El esquema histórico de Marx postulaba dos revoluciones distintas y sucesivas, la burguesa y la socialista. Los miembros del soviet se contentaban con reconocer en los acontecimientos de febrero la revolución burguesa rusa que establecería un régimen democrático-burgués según el modelo occidental, y posponían la revolución socialista a una fecha indeterminada.
La dramática llegada de Lenin a Petrogrado a comienzos de abril hizo añicos este precario compromiso. El movimiento popular estaba inspirado por una ola de inmenso entusiasmo y por visiones utópicas de la emancipación de la humanidad de las cadenas de un poder remoto y despótico, y que no estaba interesado en los principios occidentales de la democracia parlamentaria y constitucional proclamados por el gobierno provisional. Por toda Rusia se extendieron los soviets locales de obreros y campesinos. Los comités obreros de fábrica se atribuyeron el ejercicio exclusivo de la autoridad en su campo. Los campesinos se apoderaron de la tierra y la repartieron entre ellos. En el frente, los ejércitos abandonaron las duras imposiciones de la disciplina militar y lentamente comenzaron a desintegrarse.
El gobierno provisional y los soviets no eran aliados, sino antagonistas que representaban a clases diferentes. El objetivo a la vista no era una república parlamentaria, sino una “república de los soviets de diputados obreros y campesinos”. Como primer paso los soviets se harían cargo del control de la producción social y la distribución. Mientras el prestigio y la autoridad del gobierno provisional se desvanecían, la influencia de los bolcheviques en las fábricas y en el ejército crecía rápidamente; y en julio el gobierno provisional decidió proceder contra ellos bajo la acusación de que realizaban propaganda subversiva en el ejército y actuaban como agentes alemanes. Varios dirigentes fueron detenidos y Lenin huyó a Finlandia.
Fue durante la retirada forzosa de la escena de la acción cuando Lenin escribió uno de sus más famosos escritos: “El estado y la revolución”. Este no sólo había predicado la destrucción de Estado burgués por la revolución proletaria, sino que había previsto el progresivo debilitamiento y la extinción final del estado. El estado ha sido siempre un instrumento de dominación y opresión de clase. La sociedad comunista sin clases y la existencia del estado son incompatibles.
En septiembre, tras el abortado intento de toma del poder del general Kornilov, los bolcheviques obtuvieron la mayoría en los soviets. Lenin regresó en octubre a Rusia y organizó la inmediata toma del poder. El 25 de octubre la guardia roja tomó posiciones estratégicas en la ciudad y avanzó sobre el palacio de invierno. Fue un golpe sin sangre. El gobierno provisional se vino abajo sin resistencia.
La fecha del golpe había sido fijada para coincidir con el 2do congreso de los soviets. Los bolcheviques tuvieron la mayoría y asumieron la dirección del acto. El congreso disolvió el gobierno provisional, pasó la autoridad a los soviets y proclamó varios decretos, entre ellos:
*El comienzo de las negociaciones en pro de una paz justa y democrática.
*La propiedad de los terratenientes era abolida sin compensación. La propiedad de la tierra quedaba abolida a perpetuidad.
La primera consecuencia de la revolución que afectó al mundo occidental fue la retirada de la guerra y la deserción del campo aliado en el desesperado clímax de su lucha con Alemania. Cuando esa traición vino seguida por medidas como el repudio de las deudas de anteriores gobiernos rusos y la expropiación de los terratenientes y propietarios de fábricas, y cuando la revolución se presentó a sí misma como primera etapa de una revolución destinada a extenderse por Europa y por el mundo, se reveló como un ataque fundamental al conjunto de la sociedad capitalista occidental.

Los dos mundos.
El primer acto constitucional que dio una denominación territorial al Gobierno obrero y Campesino fue la Declaración de Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado, aprobada en enero de 1918. Se proclamaba en ella que Rusia era una República de los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos, a lo cual se añadía que “la república soviética rusa se funda sobre la base de la libre unión de naciones libres, como federación de repúblicas nacionales soviéticas”. La forma de las palabras preservaba las intenciones internacionales del régimen revolucionario. La revolución era esencialmente internacional; implicaba la sustitución de la guerra entre potencias rivales por la guerra de clases. Pero la promoción de la revolución mundial era también una primera necesidad para el régimen soviético en lucha. Era la única arma de la que disponían los bolcheviques frente a las potencias imperialistas en orden de batalla; y sin una revolución, al menos en los principales países beligerantes, el régimen difícilmente podía esperar sobrevivir. No se podía hacer ninguna distinción entre los dos campos beligerantes; ambos eran igualmente abanderados del orden capitalista que la revolución trataba de destruir.
Uno de los primeros actos del nuevo gobierno fue concluir un armisticio con el gobierno imperial alemán y pedir paz. Dicha paz se logró a costas de abandonar Ucrania y otras zonas extensas del antiguo territorio ruso.
Las lecciones de la impotencia militar fueron aprendidas por los dirigentes bolcheviques. En 1918 nació el ejército rojo. Pero en principio era un ejército sin entrenamiento. Trotsky (comisario del pueblo para la guerra) respondió a esta situación reclutando soldados profesionales del antiguo ejército zarista. Esta medida ofreció excelentes resultados.
De todas maneras no puso fin a varios peligros que acechaban al régimen, ahora desplazado desde Petrogrado a Moscú. En diferentes partes del país comenzaron a reunirse fuerzas militares hostiles de rusos “blancos”. El ejército alemán continuaba ocupando Ucrania. Los gobiernos occidentales de Francia, Norteamérica e Inglaterra ocuparon territorio al norte del país. En abril de 1918 el gobierno japonés desembarcó tropas en territorio ruso seguida por destacamentos ingleses y norteamericanos.
El colapso de Alemania, y el armisticio del 11 de noviembre de 1918, dieron un nuevo giro a la situación. La incipiente situación revolucionaria en Berlín durante los dos meses que siguieron al armisticio, el éxito de los golpes revolucionarios en Baviera y Hungría, unos meses más tardes, así como los disturbios en Inglaterra, Francia e Italia, condujeron a los dirigentes bolcheviques a la creencia de que la tan esperada revolución europea estaba madurando. Pero estos acontecimientos intensificaron el temor y el odio de los gobiernos occidentales ante el régimen revolucionario. Así, se amplió el apoyo a los ejércitos rivales a los bolcheviques en Rusia pero con complicaciones ya que los ejércitos cansados por la guerra estaban reacios a continuar la lucha.
Este retroceso no modificó en nada las intenciones hostiles de los aliados occidentales, que trataron de compensar la retirada de las tropas mediante un aumento en el envío de misiones militares, y mediante el apoyo verbal a los diversos “gobiernos” rusos en principios enfrentados a los bolcheviques.
La guerra civil solidificó el estereotipo de dos mundos enfrentados en una contradicción irreconciliable: el mundo capitalista y el mundo de la revolución dedicado a su derrocamiento. Tras el colapso de la potencia alemana en 1918, la Europa central se convirtió por poco tiempo en el objetivo que ambos mundos se disputaban.
A comienzos de marzo de 1919 se reunieron en Moscú más de 50 comunistas y simpatizantes, de los cuales 35 representaban a partidos y grupos comunistas o próximos a ellos de 19 países; muchos de éstos eran pequeños países que habían formado parte del imperio ruso y a los que ahora se reconocía como repúblicas soviéticas. El congreso, auto-constituyéndose en primer congreso de la Internacional Comunista, votó un manifiesto en el que se trataba el declinar del capitalismo y el avance del comunismo desde el Manifiesto Comunista; una tesis preparadas por Lenin en las que se denunciaba la democracia burguesa, se proclamaba la dictadura del proletariado y se ridiculizaban los intentos de revivir la desacreditada II internacional; y, finalmente, una típica llamada a los trabajadores del mundo a presionar sobre sus gobiernos para poner fin a la intervención militar en Rusia y reconocer al régimen soviético.
El resto de 1919 fue un período de guerra civil, intervención de los aliados y aislamiento soviético. Un breve respiro se produjo tras el colapso de los ejércitos blancos.
En el resto de Europa, si bien los trabajadores seguían mostrando simpatía y entusiasmo hacia la revolución rusa, no mostraban prisas por izar la bandera de la revolución en sus propios países.
El campesinado ruso que había suministrado el material humano del ejército rojo, si bien había defendido tenazmente la causa revolucionaria en su patria, no estaba dispuesto a pelear para llevar la revolución a otros países. El campesino no soportaría penalidades prolongadas en nombre de una revolución internacional. Las visiones de una revolución internacional habían venido fomentadas por la traumática experiencia de la guerra civil. Superada ésta, el objetivo de una revolución internacional fue relegado a un fututo más distante. La seguridad y la estabilidad eran las supremas necesidades del momento. En este estado de ánimo, a la vez que se introducía la NEP, se dieron pasos para regularizar las relaciones soviéticas con el mundo no soviético.

El comunismo de guerra.
La hostilidad del mundo exterior fue tan sólo uno de los peligros a los que se enfrentaron los bolcheviques tras su toma del poder. En Petrogrado la revolución se realizó sin sangre; pero en Moscú hubo fuertes combates entre unidades bolcheviques y cadetes militares leales al gobierno provisional. Los partidos políticos desplazados comenzaron a organizarse contra la autoridad de los soviets. Las comunicaciones quedaron interrumpidas por una huelga de los trabajadores del ferrocarril, cuyo sindicato lo controlaban los mencheviques. Se desorganizaron los servicios administrativos; y las condiciones anárquicas fueron aprovechadas por individuos sociales para realizar motines y saqueos. Seis semanas después de la revolución, un decreto del gobierno creó la comisión extraordinaria panrusa para combatir la contrarrevolución y el sabotaje. En abril de 1918 fueron arrestados en Moscú varios cientos de anarquistas. El “terror rojo” y el “terror blanco” pasaron a formar parte del vocabulario político.
Estas desesperadas condiciones se reflejaban en el total desorden de la economía. Durante la guerra, la producción se había visto paralizada y distorsionada por las necesidades militares, y por la ausencia de los trabajadores agrícolas e industriales que se encontraban en el frente. La misma revolución, y los estragos de la guerra civil, completaron el cuadro de desintegración económica, social y financiera. Los bolcheviques, que todavía tenían poco poder en el campo, habían adoptado para la agricultura el programa de los socialistas revolucionarias y proclamado la “socialización” de la tierra y su distribución igualitaria entre quienes la cultivaban. Lo que sucedió, de hecho, fue que los campesinos tomaron y distribuyeron entre ellos las fincas, grandes y pequeñas, de la nobleza terrateniente y las posesiones de los campesinos acomodados que habían sido autorizados a acumular tierra. Ninguna de estas medidas detuvo la caída de la producción. En el campo financiero se nacionalizaron los bancos y se repudiaron las deudas exteriores.
Después las amenazantes tormentas de la guerra civil y el colapso económico condujeron al gobierno a las drásticas medidas que más tarde se conocerían como “comunismo de guerra”. La comida era la primera prioridad. En mayo surgió la consigna de organizar destacamentos de alimentación para marchar al campo y recaudar grano del campo. La acción espontánea de los campesinos durante el primer año de la revolución se tradujo en la división de la tierra entre una multiplicidad de pequeños cultivadores que vivían al nivel de subsistencia: un incremento en el número y una disminución en el tamaño de las unidades agrícolas que no contribuyó en nada a la eficiencia de la agricultura o al suministro de alimentos a las ciudades, ya que era más probable que el pequeño agricultor consumiera para sus propias necesidades lo que el mismo producía.
El gobierno soviético, los soviets provinciales o locales, o al veces las empresas industriales crearon “granjas soviéticas” con el propósito específico de proporcionar alimento para los hambrientos trabajadores de las ciudades y las fábricas; empleaban trabajadores asalariados. Pero hicieron pocos progresos frente a la resistencia de los campesinos, que veían en esas granjas un regreso a las grandes propiedades agrícolas que habían sido parceladas por la revolución, especialmente cuando, como sucedía a menudo, se establecían en propiedades confiscadas y empleaban administradores procedentes del antiguo régimen.
Se puede decir que el comunismo de guerra empezó en la industria con un decreto que nacionalizaba todas las categorías importantes de la industria. Este parece haber sido inspirado en parte por la reciente amenaza de la guerra civil y en parte por el deseo de impedir la toma espontánea de las fábricas por los obreros. Las caóticas condiciones exigían urgentemente un control centralizado que puede haber agravado el caos en algunas ocasiones. El nuevo régimen disponía en escaso grado de las habilidades y técnicas requeridas por la producción industrial. En la práctica, la industria continuaba siendo manejada a todos los niveles por quienes habían trabajado en ella antes de la revolución, y que ahora dirigían los “centros” y los campos comunistas. La producción industrial se vio cada vez más dominada, sin embargo, por las urgencias de la guerra civil. Las demandas del ejército rojo estaban por encima de todo. El esfuerzo tenía que concentrarse en unas pocas industrias esenciales, a expensas de las restantes.
Los problemas de distribución no eran menos graves. El objetivo anunciado en el programa del partido de sustituir el comercio privado por “un sistema de distribución de mercancías planificado a escala de todo el estado” era un ideal remoto. Los planes de establecer precios fijos y racionamiento en las ciudades se vieron abajo ante la escasez de suministros y la ausencia de cualquier administración eficiente. El comercio fluía, cuando fluía, por canales ilícitos.
La tarea primordial de la política económica era mantener aprovisionado al ejército rojo, y poca atención se podía prestar a las necesidades civiles. Fue el requisamiento generalizado de los excedentes de grano lo que fundamentalmente condujo a los campesinos a rebelarse contra los rigores del comunismo de guerra.
El comunismo de guerra tuvo importantes consecuencias para la organización del trabajo. La esperanza inicial de que el trabajo de los obreros se regularía mediante la autodisciplina voluntaria, pronto se vio frustrada. El “control obrero” sobre la producción, ejercido en cada fábrica por un comité de fábrica elegido, que había sido fomentado en el amanecer de la revolución y había desempeñado un papel en la toma del poder, se convirtió pronto en una receta de la anarquía.
Las urgencias de la guerra civil resucitaron y mantuvieron viva la oleada de entusiasmo que había generado la propia revolución, e hicieron aceptables las estrictas medidas de disciplina. En 1919, en el apogeo de la guerra civil, se introdujo el servicio militar obligatorio. En la misma época se instituyeron campos de trabajo para delincuentes condenados, y que serían empleados en trabajos bajo la dirección de instituciones soviéticas.
A comienzos de 1920 la crisis militar quedó superada. Pero dejó paso al problema igualmente grave del colapso económico casi total; y parecía lógico enfrentarse a estos problemas con las mismas formas de disciplina que habían traído la victoria en el campo de batalla. Para el trabajo en la retaguardia se habían reclutado mano de obra; y al terminar la lucha, las unidades militares fueron convertidas en “batallones de trabajo” para las necesarias tareas de reconstrucción.
En el partido hubo distintas ambivalentes actitudes ante el comunismo de guerra. Los primeros ocho meses de gobierno soviético habían quebrado el poder de los terratenientes y la burguesía, pero no habían hecho nacer todavía un orden económico socialista. Para muchos bolcheviques, el comunismo de guerra fue sólo una respuesta obligada a una situación de crisis. Este punto de vista ganó popularidad cuando terminó la guerra civil y las cargas del comunismo de guerra parecieron insoportables por más tiempo; y se convirtió en la línea aceptada cuando la revuelta campesina impuso finalmente la decisión de abandonar el comunismo de guerra a favor de la NEP.
Otros comunistas, por otra parte, celebraron las realizaciones del comunismo de guerra como un triunfo económico, un avance hacia el socialismo y el comunismo menos rápido de lo que hasta entonces se habían juzgado posible, pero con todo impresionante en ese sentido. La industria había sido nacionalizada, la devaluación del rublo podía ser descrita como un golpe a los capitalistas burgueses. Tras la guerra civil, la imagen utópica del comunismo de guerra chocó con las realidades de una situación económica desesperada de forma demasiado obvia para poder ser defendida seriamente. Pero en el partido muchas coincidencias se vieron perturbadas por su abandono; y las divergencias sobre el carácter del comunismo de guerra se repetirían bajo la forma de divergencias sobre el carácter y permanencia de la NEP.

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