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miércoles, 24 de junio de 2009

-La Caída- tp para prod. de textos

La mañana que siguió a aquella noche tan oscura, sorprendió con un esplendido sol primaveral. Y aunque en el cielo no asomaba ni una nube, en su mente la tormenta arrasaba con todo.
Los gritos de unos niños en la vereda la despertaron, un poco aturdida y algo desganada se incorporó junto a la cama. Hilachas de luz por todo el suelo, un lecho revuelto y ruidos que provenían de la cocina.
Allí su mama preparaba unos mates y la esperaba con media docena de medialunas aun tibias.
-¡Feliz cumpleaños mi amor!- le digo y le dio un abrazo y un cálido beso en la mejilla.
Se abrió la puerta de la cocina y entro su abuela, todavía en camisón. Entre mates y chismeríos la noche anterior fue quedando atrás, al menos por unas cuantas horas.
Al cabo de dos pavas de mate, ella se levanto de la mesa y fue a su cuarto a cambiarse. Una vez allí, mientras revolvía el placard, las imágenes de la noche de anoche comenzaron a envolverla, girando a su alrededor como un potente tornado, cada vez más veloces, mas nítidas y oscuras. Jirones de luces violetas, rojas y azules, rostros desfigurados y la plena certeza de ya no pertenecer allí.
Siguió girando sobre sí y, de repente, sus pies dejaron de tocar el suelo. Sintió como una fuerte brisa atravesaba su cuerpo entero y se alejaba. Una mano invisible la empujaba y el precipicio la incitaba a caer.
En su corazón había un deseo y en su mente un voz que susurraba bien bajito- salta, dale salta, salta ¿no te animas?, salta, es fácil yo te ayudo, salta, salta, ¡SALTA!-. Su alma comenzó a rendirse y a adueñarse de ese deseo, y así sin resistirse más, salto.
Cayo ahondándose poco a poco en la locura, en sus delirios, en la embriaguez de los sentidos, subió la fiebre y ya no pudo volver. La desesperación se apodero de ella, muy profundo era el abismo en que cayó, y en lo alto apenas pudo distinguir un haz de luz, la luz de su cordura, lejos, inalcanzable.

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