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miércoles, 26 de agosto de 2009

Practico 8 Historia Social General"Industria e Imperio(Revolucion Industrial)"

Capítulo 1.
El origen de la revolución industrial.

Para afrontar el origen de la revolución industrial hay que tener en cuenta dos cosas:
1. Esta revolución no es simplemente una aceleración del crecimiento económico, sino una aceleración del crecimiento determinada y conseguida por la transformación económica y social.
2. La revolución industrial fue la primera de la historia. Eso no significa que partiera de cero, o que no puedan hallarse en ellas fases primitivas de rápido desarrollo industrial y tecnológico. Sin embargo, ninguna de ellas inició la característica fase moderna de la historia, el crecimiento económico auto-sostenido por medio de una constante revolución tecnológica y transformación social.
Las revoluciones industriales que siguieron pudieron utilizar la experiencia, el ejemplo y los recursos británicos. Gran Bretaña sólo pudo aprovechar las de los otros países en proporción mucho menor y de forma muy limitada.
Existen numerosas explicaciones o pseudo-explicaciones tratando de explicar el origen de esta revolución, pero sólo traen más interrogantes. Son aquellas que tratan de explicar la revolución industrial en términos explícitos de clima, geografía, política, cambio biológico en la población u otros factores exógenos. Rechazar estos factores como explicaciones simples, exclusivas o primarias no es negarle toda importancia. Pero simplemente lo que se quiere es establecer escalas de importancia relativas.
Las principales condiciones previas para la industrialización ya estaban presentes en la Inglaterra del XVIII.
• Los vínculos económicos, sociales e ideológicos que inmovilizaron a la mayoría de las gentes preindustriales en situaciones y ocupaciones tradicionales ya eran débiles y podían ser desterrados con facilidad.
• El país había acumulado un excedente lo bastante amplio como para permitir la necesaria inversión en un equipo no muy costoso para la transformación económica y, además, poseía un extenso sector manufacturero desarrollado y un aparato comercial todavía más desarrollado.
• No requirieron trabajadores con cualificaciones científicas especializadas, sino meramente los hombres suficientes, de ilustración normal, que estuvieran familiarizados con instrumentos mecánicos sencillos y el trabajo de los metales.
• Requerían poca inversión inicial y su expansión podía financiarse con los beneficios acumulados. El desarrollo industrial estaba dentro de las capacidades de una multiplicidad de pequeños empresarios y artesanos cualificados tradicionales.
Un importante factor de la revolución industrial fue el avance tecnológico y esto va relacionado con la obtención de beneficio. A saber, las fábricas revolucionaban su forma de producción (mediante nuevas tecnologías) con el único fin de conseguir mayores beneficios. Su inversión en la creación de nuevas tecnologías se basaba en este único fin.
Pero en las sociedades pre-industriales su beneficio consistía en la venta de artículos de lujo a pequeñas cantidades de personas, productos artesanales y generalmente caras. Las nuevas tecnologías permitieron lograr una mayor producción, a costos más bajos por la producción en serie y orientado a las masas. Un siglo de industrialización demostró que la producción masiva de productos baratos puede multiplicar sus mercados, acostumbrar a la gente a comprar mejores artículos que sus padres y crear nuevas necesidades.
Hubo tres factores esenciales que posibilitaron las condiciones necesarias para revolucionar la producción: el mercado interior, el exterior y la acción del gobierno sobre estas dos.

Mercado interior.
Los ingresos medios de los ingleses aumentaron sustancialmente en la primera mitad del siglo XVIII, gracias a que la población paró su crecimiento y a la falta de trabajadores. La gente estaba en mejor posición y podía comprar más. Es muy probable que en este período muchos ingleses aprendieran a “cultivar nuevas necesidades y establecer nuevos niveles de expectación”.
El mercado interior proporcionó una salida importante para lo que mas tarde se convirtieron en productos básicos. El consumo de carbón se realizó casi enteramente en el gran número de hogares urbanos, especialmente londinenses; el hierro se refleja en la demanda de enseres domésticos como pucheros, cacerolas, clavos, estufas, etc.
La principal ventaja de este mercado era su gran tamaño y estabilidad. Fue indudable que promovió el crecimiento económico y siempre estuvo en condiciones de desempeñar el papel de amortiguador para las industrias de exportación más dinámicas frente a las repentinas fluctuaciones y colapsos que eran el precio que tenían que pagar por superior dinamismo.

Mercado exterior.
Las industrias para la exportación trabajaban de manera muy distinta y potencialmente mucho más revolucionaria. A la larga, estas industrias se extendieron más y con mayor rapidez que las de los mercados interiores. La demanda interior crecía, pero la exterior se multiplicaba. La manufactura del algodón, primera que se industrializó, estaba vinculada esencialmente al comercio ultramarino.
Este extraordinario potencial expansivo se debía a que las industrias de exportación dependían del modesto índice “natural” de crecimiento de cualquier demanda interior del país. Podían crear la ilusión de un rápido crecimiento por dos motivos principales: controlando una serie de mercado de exportación en otros países y destruyendo la competencia interior dentro de otros a través de medios políticos de guerra y colonización.

Gobierno.
La conquista de mercados por la guerra y la colonización requería no sólo una economía capaz de explotar esos mercados, sino también un gobierno dispuesto a financiar ambos sistemas de penetración en beneficio de los manufactureros británicos. Inglaterra está dispuesta a subordinar toda la política exterior a sus fines económicos.
El resultado de un ciclo de guerras intermitentes fue la formación de monopolios virtuales de las colonias ultramarinas y del poder naval a escala mundial. Además, la guerra misma, al desmantelar los principales competidores de Inglaterra en Europa, tendió a aumentar las exportaciones; la paz, por el contrario, tendía a reducirlas. La guerra contribuyó aún más directamente a la innovación tecnológica y a la industrialización. Para finalizar, es necesario advertir que el gobierno británico tuvo una tendencia a proteger la industria nacional con la negación de importaciones de competencia extranjera.
Sintetizando: las exportaciones, respaldadas por el gobierno proporcionaron la chispa para el comienzo de la revolución industrial. Dichas exportaciones indujeron mejoras en el transporte marítimo. El mercado interior proporcionó la base necesaria para una economía industrial generalizada, una amplia plataforma para la industria del carbón y para ciertas innovaciones tecnológicas. El gobierno ofreció su apoyo sistemático al comerciante y al manufacturero y determinados incentivos para la innovación técnica y el desarrollo de las industrias de base.




Capítulo 2.
La revolución industrial, 1780 - 1840.

El algodón fue el iniciador del cambio industrial y la base de las primeras regiones que no hubieran existido a no ser por la industrialización, y que determinaron una nueva forma de sociedad, el capitalismo industrial, basada en una nueva forma de producción, la fábrica.
La manufactura del algodón fue un típico producto secundario derivado de la dinámica corriente de comercio internacional, sobre todo colonial, sin la que la revolución industrial no puede explicarse. El algodón en bruto que se usó en Europa mezclado con lino para hacer una versión más económica era casi enteramente colonial. La única industria de algodón puro conocida por Europa a principios del Siglo XVIII era la de la India.
La industria lanera inglesa logró que en 1700 se prohibiera su importación, consiguiendo así accidentalmente para los futuros manufactureros nacionales del algodón una suerte de vía libre en el mercado interior.
El algodón fue esencialmente y de modo duradero una industria de exportación. En esta época, la industria del algodón era la mejor del mundo pero acabó apoyándose no en su superioridad competitiva, sino en el monopolio de los mercados coloniales subdesarrollados que el imperio británico, la flota y su supremacía comercial le otorgaban.
La tecnología de la manufactura algodonera fue pues muy sencilla, como también lo fueron la mayor parte del resto de los cambios que colectivamente produjeron la Revolución industrial. Esta tecnología requería pocos conocimientos científicos o una especialización técnica superior a la mecánica práctica de principios del siglo XVIII.
Las viejas ideas aplicadas a la nueva tecnología producían resultados sorprendentes. Esta situación fue muy afortunada ya que dio a la revolución industrial inicial un impulso inmenso, quizás esencial, y la puso al alcance de un cuerpo de empresarios y artesanos cualificados, no especialmente ilustrados, sutiles o ricos. En otras palabras, esta situación minimizó los requisitos básicos de especialización, de capital, de finanzas a gran escala o de organización y planificación gubernamentales sin lo cual ninguna industrialización es posible. En ninguna etapa se conoció la escasez de gentes competentes para trabajar los metales, los técnicos más cualificados podían reclutarse rápidamente de entre los hombres con experiencia práctica de taller.

“Como consecuencia de las grandes transformaciones económicas derivadas de la Revolución Industrial, se produjeron también significativos cambios sociales, por ejemplo, la aparición de las fábricas y el crecimiento de las ciudades.
La industria doméstica y los talleres artesanales desaparecieron por la introducción y la instalación de numerosas fábricas. Esto obedeció a que la industria tradicional no podía competir contra las fábricas.
El desarrollo de la industria atrajo a miles de campesinos, los cuales emigraron del medio rural a las ciudades en busca de trabajo. Los centros urbanos crecieron con gran rapidez y de manera desordenada.
A medida que avanzó la urbanización se agudizó la separación entre los grupos acomodados, que habitaban en barrios confortables, y los obreros, condenados por la miseria a apretujarse en hileras de casas malolientes. El aire impuro que se respiraba en los barrios obreros y la carencia de servicios elementales, como agua potable y drenaje, acortaba la vida de sus habitantes.
Así, que las transformaciones ocurridas en Inglaterra propiciaron el surgimiento de la clase obrera y de la burguesía industrial en la segunda mitad del siglo XVIII”.

Es así que apareció un nuevo sistema industrial basado en una combinación entre una nueva tecnología y la vieja. El capital acumulado en la industria sustituyó a las hipotecas rurales y a los ahorros de los posaderos, los ingenieros a los inventivos constructores de telares, los telares mecánicos a los manuales y un proletariado fabril a la combinación de unos pocos establecimientos mecanizados con una masa de trabajadores domésticos dependientes.
Hay que mencionar dos consecuencias producidas por estos cambios:
• La primera hace referencia a la descentralizada y desintegrada estructura comercial de la industria algodonera, producto de su emergencia a partir de las actividades no planificadas de unos pocos. Surgió como un complejo de empresas de tamaño medio especializadas: comerciantes de varias clases, hiladores, tejedores, tintoreros, acabadores, blanqueadores, estampadores, etc., con frecuencia especializados incluso dentro de sus ramos, vinculados entre sí por una compleja red de transacciones comerciales individuales en “el mercado”.
• La segunda consecuencia fue el desarrollo de un fuerte movimiento de asociación obrera en una industria caracterizada normalmente por una organización laboral inestable, ya que empleaba una fuerza de trabajo consistente sobre todo en mujeres y niños, inmigrantes no cualificados, etc.
Pero también podemos identificar tres características fundamentales del sistema industrial:
• La división de la población industrial entre empresarios capitalistas y obreros que no tenían más que su fuerza de trabajo, que vendían a cambio de un salario.
• La producción en la “fábrica”, una combinación de máquinas especializadas con trabajo humano especializado.
• La sujeción de toda la economía a los fines de los capitalistas y la acumulación de beneficios.
También surgieron las “capas medias de la sociedad” y estaban compuestas por gentes deseosas de hacer beneficios, la mayoría vivían tan solo del trabajo asalariado, a pesar de un nutrido grupo compuesto aún por versiones degeneradas de artesanos antiguamente independientes, pegujaleros en busca de trabajo para sus horas libres, minúsculos empresarios que disponían de tiempo, etc.

Capítulo 4.
Los resultados humanos de la revolución industrial.

La revolución industrial tuvo fuerte impacto en la sociedad, pero las diversas clases sociales sufrieron de manera diferente estos cambios.
Así, la industrialización británica afectó escasamente a la aristocracia y pequeña nobleza. Su predominio social permaneció intacto, su poder político en el campo completo, e incluso su poder a escala nacional no sufrió alteraciones sensibles, aunque a partir de 1830 hubieran de tener miramientos con las susceptibilidades de una clase media provinciana, poderosa y combativa.
La iglesia y las universidades inglesas se dormían en los laureles de sus privilegios y abusos, bien amparados por sus rentas y sus relaciones con los pares.
La gran masa de gentes que se elevan desde inicios modestos a la opulencia comercial, y la mayor masa de los que, por debajo de ellos, pugnaban por entrar en las filas de la clase media y escapar de las humildes, eran demasiado numerosas como para poder ser absorbidas, cosa que, además, en las primeras etapas de su progreso, no les preocupaba. Este grupo fue adquiriendo cada vez mayor conciencia como “clase media” y no ya como una “capa media” de la sociedad, conciencia que se fue generalizando a partir de 1830.
La clase media triunfante y aquellos que aspiraban a emularla estaban satisfechos. No así el trabajador pobre cuyo mundo y formas de vida tradicionales destruyó la revolución industrial, sin ofrecerle nada a cambio.
El trabajo en una sociedad industrial es completamente distinto del preindustrial. En primer lugar está constituido por la labor de los proletarios, que no tienen otra fuente de ingresos digna de mención más que el salario en metálico que perciben por su trabajo. Por otra parte, el trabajo pre-industrial lo desempeñan fundamentalmente familias con sus propias tierras de labor, cuyos ingresos salariales complementan su acceso directo a los medios de producción o bien éste complementa a aquéllos. Además el proletario, cuyo único vínculo con su patrono es un “nexo dinerario”, debe ser distinguido del “servidor” o dependiente pre-industrial, que tenía una relación social y humana mucho más compleja con su dueño. La revolución sustituyó al servidor y al hombre por el “operario” y el “brazo” excepto claro está en el servicio doméstico.
En segundo lugar, el trabajo industrial impone una regularidad, rutina y monotonía completamente distintas de los ritmos de trabajo pre-industriales, trabajo que dependía de la variación de las estaciones o del tiempo. La industria trajo consigo la tiranía del reloj, la máquina que señalaba el ritmo de trabajo y la compleja y cronometrada interacción de los procesos.
En tercer lugar, el trabajo en la época industrial se realizaba cada vez con mayor frecuencia en los alrededores de la ciudad; y con ello pese a que la más antigua de las revoluciones industriales desarrolló buena parte de sus actividades en pueblos industrializados de mineros, tejedores, productores de clavos y cadenas y otros obreros especializados.
En cuarto lugar, la experiencia, tradición, sabiduría y moralidad pre-industriales no proporcionaban una guía adecuada para el tipo de comportamiento idóneo en una economía capitalista. El trabajador pre-industrial respondía a incentivos materiales, en tanto que deseaba ganar lo suficiente para disfrutar de lo que le correspondía en el nivel social que Dios había requerido otorgarle, pero incluso sus ideas sobre la comodidad estaban determinadas por el pasado y limitadas por lo que era “idóneo” para uno de su condición social.

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